Félix Francés es catedrático de Ingeniería Hidráulica en la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) y uno de los principales expertos españoles en inundaciones y modelización hidrológica. Conoce bien el comportamiento de la rambla del Poyo , la lengua de agua que arrasó l’Horta Sud y la convirtió en la zona más mortal tras la dana del 29 de octubre. Sobre ese cauce ha desarrollado cerca de una decena de modelos de estudio , al considerarlo un «prototipo de avenida relámpago», donde el agua sube con gran rapidez y alcanza altas velocidades. Advierte, sin embargo, de que «no es una cosa de València», sino un fenómeno común en buena parte de la costa mediterránea española. En 2006 ya participó en un proyecto para minimizar los efectos de las inundaciones en esa cuenca, pero nunca se llevó adelante. Según ha afirmado habría reducido al 50% los daños materiales. Para reducir las víctimas mortales, advierte que la clave está en la educación, interpretar bien la información que se dispone y avisar convenientemente. Todo eso falló hace un año.–¿Por qué son tan peligrosos este tipo de barrancos, como en concreto el del Poyo?–Son generadores de avenidas relámpago . Las cuencas como la del Poyo se dan en climas semiáridos o subhúmedos. El cauce está seco normalmente. Son cuencas de montaña, y en la parte superior tienen pendiente. Además, son cortas, y si la lluvia es torrencial o se dan episodios de alta concentración en un punto, como ocurrió el 29 de octubre, con más de 700 milímetros en Turís, se produce el cóctel explosivo. Puede pasar de cero a 200 metros cúbicos por segundo en apenas veinte minutos. El peligro es muy alto, porque el tiempo de respuesta disponible ante la emergencia es muy reducido.Luego, en esta cuenca en concreto, hay varios barrancos que prácticamente desaparecen, como el Poyo , el Gallego o la Horteta, cuando llegan al llano. Lo espectacular de la desaparición del barranco del Poyo es que, en tan poca distancia, se pasa de un cauce de unos 2.000 o 2.500 metros cúbicos por segundo de capacidad a casi cero en apenas quinientos metros más abajo. Con suerte, esa zona en que desaparece es agrícola y favorece un efecto de laminación, pero también hay elementos de alto valor económico, como polígonos industriales y poblaciones.Noticia Relacionada estandar Si Doce meses después en el Poyo: reparado pero no protegido José Ramón Navarro-Pareja La rambla tendría hoy la misma capacidad letal que tuvo el pasado otoño, aunque hay muchas obras proyectadas en este y otros barrancos–En 2006 realizaron un proyecto para encauzar el Poyo y la Saleta que nunca llegó a llevarse a término. ¿En qué consistía?–La Confederación Hidrográfica del Júcar nos encargó un plan de reducción del riesgo de inundación en las áreas inundables de Poyo y Pozalet —también conocido como la Saleta en su tramo final— porque en el año 2000 ya había habido problemas. Desde la Universidad Politécnica de Valencia hicimos la parte de la peligrosidad y evaluamos el riesgo en términos económicos para demostrar que esa infraestructura no solo era eficaz en la reducción de la inundación, sino también eficiente. El coste era de unos 150 millones de euros y, con un nivel de protección de un periodo de retorno de quinientos años, el riesgo era de unos quince millones al año, que se reducían en once millones de euros.El proyecto incluía un plan de reforestación de la cuenca en la parte alta del Pozalet y del Poyo, porque esas zonas han sufrido muchos incendios en el pasado. Había un conjunto de micropresas de tipo forestal para la retención de sedimentos y de una parte del agua en la parte alta. Más abajo, en las zonas en que se podía, se proponía una infraestructura verde, renaturalizada, con zonas de laminación en los laterales. En los lugares en que atravesaba poblaciones sí se hacía un encauzamiento artificial, y la mayor parte del excedente se llevaba hasta el nuevo cauce del Turia.–¿Si se hubiera llevado a cabo se habrían podido evitar las inundaciones del año pasado?–La inundación fue extraordinaria en esta cuenca. No tiene sentido protegerse al cien por cien, ni social ni económicamente. Lo único que se protege al cien por cien son las centrales nucleares, que se ubican en sitios donde es imposible que haya una inundación. En este caso habría que coger a toda la población e irnos a Albacete. El nivel de protección que se exige en la Comunidad Valenciana es de un periodo de retorno de quinientos años para zonas urbanas, si técnicamente y económicamente es factible. Y eso es un lujo a nivel mundial. El estándar en los países en desarrollo es de cien años.–En ese sentido, era previsible que en algún momento hubiera una inundación de este tipo.–Sí, previsible, sí. El trabajo de 2006, por ejemplo, y la actualización que hicimos en 2016 para el segundo ciclo del Sistema Nacional de Cartografía de Zonas Inundables, generaban tormentas mayores a esta, para tener información en todo el rango posible. Y esto sí que es posible, claro. Ha habido en la Comunidad tormentas mayores.–Pero, si se tenía esa certeza, ¿qué es lo que falló?–Desde el punto de vista de prevención, aunque esa infraestructura hubiera estado hecha —como ninguna que se haga en el futuro— no habría evitado totalmente los daños económicos que se produjeron. Eso sí, los habría reducido significativamente, al menos en un cincuenta por ciento. No es lo mismo tener 4.000 metros cúbicos por segundo danzando libremente por el llano de inundación que tener la diferencia respecto a 1.500. Luego, el Patricova —el plan de prevención de riesgo de inundación de la Comunidad Valenciana— restringe los desarrollos en zonas inundables, prohibiendo o poniendo condiciones. El problema es que solo afecta al planeamiento posterior a 2003, cuando se aprobó. La mayoría de los planes urbanísticos en Valencia y en España tienen más años. Por ejemplo, los dos centros comerciales más afectados, el Bonaire y el MN4, son anteriores, y el Patricova les habría prohibido hacer aparcamientos subterráneos.MIKEL PONCE–¿Y qué ocurre el 29 de octubre para llegar a ese punto tan trágico? Porque, más allá de la zona inundable, están los 229 muertos.–A mí realmente lo que me sorprendió fue el número de víctimas ; es algo que no me podía imaginar en un país desarrollado. Los daños, vista la extensión, eran poco probables, pero posibles; pero no las víctimas humanas. Lo primero que falló fue la falta de información y de educación en este tipo de inundaciones. También influyó que no estaba lloviendo en la zona, lo que dio una falsa sensación de seguridad, y que la alerta llegó tarde. En los países desarrollados, la mayor parte de las víctimas en inundaciones están relacionadas con los coches, bien porque circulan, bien porque van a salvar el coche o por avenidas relámpago. Aquí se dieron las dos.Y respecto a lo que ocurre en tiempo real ese día, el 29, creo que fallamos todos, y me incluyo a mí mismo. Desde la predicción de AEMET —que era buena—, pero no transmitió adecuadamente la incertidumbre de las previsiones. AEMET puede mejorar. La Confederación tenía y tiene un magnífico sistema de monitoreo, pero no contaba con un sistema de predicción hacia futuro de lo que estaba ocurriendo. Y en el Cecopi no gestionaron bien la información que les llegaba.–Mi sensación es que estaban pendientes solo del embalse de Forata.–También es la mía. Estaban todos, tanto la Confederación como el Cecopi, centrados en Forata, porque la rotura de una presa es un asunto grave. De hecho, los SAIH se crearon a raíz de la rotura de la presa de Tous.–Cuando trabajáis habláis de periodos de retorno de 100 o 500 años, es decir, que calculáis que las inundaciones pueden repetirse estadísticamente en esa cantidad de años. ¿No puede suponer esa cifra un desincentivo para los políticos, que apenas miran a cuatro años vista?–Eso sí que ocurría antes. Antes del Patricova estaba la cartografía de peligrosidad, y recuerdo una conversación con un arquitecto municipal que me confesaba que había puesto un polideportivo en la desaparición de un cauce, o un alcalde que se enfadó mucho con nosotros porque habíamos señalado como inundable el lugar donde acababa de construir un colegio. Pero es malentender el concepto, porque son cien años de retorno, no que vaya a ocurrir cada cien años, ya que podría pasar dos años seguidos. Pero hoy en día ya no se escucha.–¿Qué hemos avanzado en este año?–Aparte de las grandes obras , que aunque se han relanzado llevan otros tiempos, ya hay varias cosas que han cambiado. El otro día escuchaba que la Conselleria de Educación ha lanzado un plan de formación en emergencias para los colegios. Eso es muy positivo. Y se debe extender a toda la población, porque hay que tener en cuenta que en esa zona viven muchos inmigrantes, y los valencianos más o menos entendemos qué es una inundación y cómo actuar, pero para ellos es algo nuevo. Eso no existía.Otra forma de mejorar la información en un momento como aquel es con la implementación de modelos hidrológicos. La CHJ no los tenía y ahora ya ha licitado un Sistema de Alerta Temprana en toda la cuenca.Ahora toca renovar el Patricova, y confío en que no sea solo una lavada de cara, sino que se lo tomen en serio. Los ayuntamientos también están haciendo cosas: por ejemplo, el de Valencia ha habilitado un sistema de megafonía en las pedanías para dar las alarmas y asegurarse de que todos se enteran.Otro elemento que ha cambiado es la reconstrucción de los puentes. Antes no se tenía en cuenta el empuje del agua sobre el tablero, porque lo que más fallaba en una riada era la cimentación, las pilas y los estribos. Ahora, cuando hemos visto puentes en los que ha desaparecido el tablero, tenemos la lección aprendida. Félix Francés es catedrático de Ingeniería Hidráulica en la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) y uno de los principales expertos españoles en inundaciones y modelización hidrológica. Conoce bien el comportamiento de la rambla del Poyo , la lengua de agua que arrasó l’Horta Sud y la convirtió en la zona más mortal tras la dana del 29 de octubre. Sobre ese cauce ha desarrollado cerca de una decena de modelos de estudio , al considerarlo un «prototipo de avenida relámpago», donde el agua sube con gran rapidez y alcanza altas velocidades. Advierte, sin embargo, de que «no es una cosa de València», sino un fenómeno común en buena parte de la costa mediterránea española. En 2006 ya participó en un proyecto para minimizar los efectos de las inundaciones en esa cuenca, pero nunca se llevó adelante. Según ha afirmado habría reducido al 50% los daños materiales. Para reducir las víctimas mortales, advierte que la clave está en la educación, interpretar bien la información que se dispone y avisar convenientemente. Todo eso falló hace un año.–¿Por qué son tan peligrosos este tipo de barrancos, como en concreto el del Poyo?–Son generadores de avenidas relámpago . Las cuencas como la del Poyo se dan en climas semiáridos o subhúmedos. El cauce está seco normalmente. Son cuencas de montaña, y en la parte superior tienen pendiente. Además, son cortas, y si la lluvia es torrencial o se dan episodios de alta concentración en un punto, como ocurrió el 29 de octubre, con más de 700 milímetros en Turís, se produce el cóctel explosivo. Puede pasar de cero a 200 metros cúbicos por segundo en apenas veinte minutos. El peligro es muy alto, porque el tiempo de respuesta disponible ante la emergencia es muy reducido.Luego, en esta cuenca en concreto, hay varios barrancos que prácticamente desaparecen, como el Poyo , el Gallego o la Horteta, cuando llegan al llano. Lo espectacular de la desaparición del barranco del Poyo es que, en tan poca distancia, se pasa de un cauce de unos 2.000 o 2.500 metros cúbicos por segundo de capacidad a casi cero en apenas quinientos metros más abajo. Con suerte, esa zona en que desaparece es agrícola y favorece un efecto de laminación, pero también hay elementos de alto valor económico, como polígonos industriales y poblaciones.Noticia Relacionada estandar Si Doce meses después en el Poyo: reparado pero no protegido José Ramón Navarro-Pareja La rambla tendría hoy la misma capacidad letal que tuvo el pasado otoño, aunque hay muchas obras proyectadas en este y otros barrancos–En 2006 realizaron un proyecto para encauzar el Poyo y la Saleta que nunca llegó a llevarse a término. ¿En qué consistía?–La Confederación Hidrográfica del Júcar nos encargó un plan de reducción del riesgo de inundación en las áreas inundables de Poyo y Pozalet —también conocido como la Saleta en su tramo final— porque en el año 2000 ya había habido problemas. Desde la Universidad Politécnica de Valencia hicimos la parte de la peligrosidad y evaluamos el riesgo en términos económicos para demostrar que esa infraestructura no solo era eficaz en la reducción de la inundación, sino también eficiente. El coste era de unos 150 millones de euros y, con un nivel de protección de un periodo de retorno de quinientos años, el riesgo era de unos quince millones al año, que se reducían en once millones de euros.El proyecto incluía un plan de reforestación de la cuenca en la parte alta del Pozalet y del Poyo, porque esas zonas han sufrido muchos incendios en el pasado. Había un conjunto de micropresas de tipo forestal para la retención de sedimentos y de una parte del agua en la parte alta. Más abajo, en las zonas en que se podía, se proponía una infraestructura verde, renaturalizada, con zonas de laminación en los laterales. En los lugares en que atravesaba poblaciones sí se hacía un encauzamiento artificial, y la mayor parte del excedente se llevaba hasta el nuevo cauce del Turia.–¿Si se hubiera llevado a cabo se habrían podido evitar las inundaciones del año pasado?–La inundación fue extraordinaria en esta cuenca. No tiene sentido protegerse al cien por cien, ni social ni económicamente. Lo único que se protege al cien por cien son las centrales nucleares, que se ubican en sitios donde es imposible que haya una inundación. En este caso habría que coger a toda la población e irnos a Albacete. El nivel de protección que se exige en la Comunidad Valenciana es de un periodo de retorno de quinientos años para zonas urbanas, si técnicamente y económicamente es factible. Y eso es un lujo a nivel mundial. El estándar en los países en desarrollo es de cien años.–En ese sentido, era previsible que en algún momento hubiera una inundación de este tipo.–Sí, previsible, sí. El trabajo de 2006, por ejemplo, y la actualización que hicimos en 2016 para el segundo ciclo del Sistema Nacional de Cartografía de Zonas Inundables, generaban tormentas mayores a esta, para tener información en todo el rango posible. Y esto sí que es posible, claro. Ha habido en la Comunidad tormentas mayores.–Pero, si se tenía esa certeza, ¿qué es lo que falló?–Desde el punto de vista de prevención, aunque esa infraestructura hubiera estado hecha —como ninguna que se haga en el futuro— no habría evitado totalmente los daños económicos que se produjeron. Eso sí, los habría reducido significativamente, al menos en un cincuenta por ciento. No es lo mismo tener 4.000 metros cúbicos por segundo danzando libremente por el llano de inundación que tener la diferencia respecto a 1.500. Luego, el Patricova —el plan de prevención de riesgo de inundación de la Comunidad Valenciana— restringe los desarrollos en zonas inundables, prohibiendo o poniendo condiciones. El problema es que solo afecta al planeamiento posterior a 2003, cuando se aprobó. La mayoría de los planes urbanísticos en Valencia y en España tienen más años. Por ejemplo, los dos centros comerciales más afectados, el Bonaire y el MN4, son anteriores, y el Patricova les habría prohibido hacer aparcamientos subterráneos.MIKEL PONCE–¿Y qué ocurre el 29 de octubre para llegar a ese punto tan trágico? Porque, más allá de la zona inundable, están los 229 muertos.–A mí realmente lo que me sorprendió fue el número de víctimas ; es algo que no me podía imaginar en un país desarrollado. Los daños, vista la extensión, eran poco probables, pero posibles; pero no las víctimas humanas. Lo primero que falló fue la falta de información y de educación en este tipo de inundaciones. También influyó que no estaba lloviendo en la zona, lo que dio una falsa sensación de seguridad, y que la alerta llegó tarde. En los países desarrollados, la mayor parte de las víctimas en inundaciones están relacionadas con los coches, bien porque circulan, bien porque van a salvar el coche o por avenidas relámpago. Aquí se dieron las dos.Y respecto a lo que ocurre en tiempo real ese día, el 29, creo que fallamos todos, y me incluyo a mí mismo. Desde la predicción de AEMET —que era buena—, pero no transmitió adecuadamente la incertidumbre de las previsiones. AEMET puede mejorar. La Confederación tenía y tiene un magnífico sistema de monitoreo, pero no contaba con un sistema de predicción hacia futuro de lo que estaba ocurriendo. Y en el Cecopi no gestionaron bien la información que les llegaba.–Mi sensación es que estaban pendientes solo del embalse de Forata.–También es la mía. Estaban todos, tanto la Confederación como el Cecopi, centrados en Forata, porque la rotura de una presa es un asunto grave. De hecho, los SAIH se crearon a raíz de la rotura de la presa de Tous.–Cuando trabajáis habláis de periodos de retorno de 100 o 500 años, es decir, que calculáis que las inundaciones pueden repetirse estadísticamente en esa cantidad de años. ¿No puede suponer esa cifra un desincentivo para los políticos, que apenas miran a cuatro años vista?–Eso sí que ocurría antes. Antes del Patricova estaba la cartografía de peligrosidad, y recuerdo una conversación con un arquitecto municipal que me confesaba que había puesto un polideportivo en la desaparición de un cauce, o un alcalde que se enfadó mucho con nosotros porque habíamos señalado como inundable el lugar donde acababa de construir un colegio. Pero es malentender el concepto, porque son cien años de retorno, no que vaya a ocurrir cada cien años, ya que podría pasar dos años seguidos. Pero hoy en día ya no se escucha.–¿Qué hemos avanzado en este año?–Aparte de las grandes obras , que aunque se han relanzado llevan otros tiempos, ya hay varias cosas que han cambiado. El otro día escuchaba que la Conselleria de Educación ha lanzado un plan de formación en emergencias para los colegios. Eso es muy positivo. Y se debe extender a toda la población, porque hay que tener en cuenta que en esa zona viven muchos inmigrantes, y los valencianos más o menos entendemos qué es una inundación y cómo actuar, pero para ellos es algo nuevo. Eso no existía.Otra forma de mejorar la información en un momento como aquel es con la implementación de modelos hidrológicos. La CHJ no los tenía y ahora ya ha licitado un Sistema de Alerta Temprana en toda la cuenca.Ahora toca renovar el Patricova, y confío en que no sea solo una lavada de cara, sino que se lo tomen en serio. Los ayuntamientos también están haciendo cosas: por ejemplo, el de Valencia ha habilitado un sistema de megafonía en las pedanías para dar las alarmas y asegurarse de que todos se enteran.Otro elemento que ha cambiado es la reconstrucción de los puentes. Antes no se tenía en cuenta el empuje del agua sobre el tablero, porque lo que más fallaba en una riada era la cimentación, las pilas y los estribos. Ahora, cuando hemos visto puentes en los que ha desaparecido el tablero, tenemos la lección aprendida.
Félix Francés es catedrático de Ingeniería Hidráulica en la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) y uno de los principales expertos españoles en inundaciones y modelización hidrológica. Conoce bien el comportamiento de la rambla del Poyo, la lengua de agua que arrasó l’Horta … Sud y la convirtió en la zona más mortal tras la dana del 29 de octubre. Sobre ese cauce ha desarrollado cerca de una decena de modelos de estudio, al considerarlo un «prototipo de avenida relámpago», donde el agua sube con gran rapidez y alcanza altas velocidades. Advierte, sin embargo, de que «no es una cosa de València», sino un fenómeno común en buena parte de la costa mediterránea española. En 2006 ya participó en un proyecto para minimizar los efectos de las inundaciones en esa cuenca, pero nunca se llevó adelante. Según ha afirmado habría reducido al 50% los daños materiales. Para reducir las víctimas mortales, advierte que la clave está en la educación, interpretar bien la información que se dispone y avisar convenientemente. Todo eso falló hace un año.
–¿Por qué son tan peligrosos este tipo de barrancos, como en concreto el del Poyo?
–Son generadores de avenidas relámpago. Las cuencas como la del Poyo se dan en climas semiáridos o subhúmedos. El cauce está seco normalmente. Son cuencas de montaña, y en la parte superior tienen pendiente. Además, son cortas, y si la lluvia es torrencial o se dan episodios de alta concentración en un punto, como ocurrió el 29 de octubre, con más de 700 milímetros en Turís, se produce el cóctel explosivo. Puede pasar de cero a 200 metros cúbicos por segundo en apenas veinte minutos. El peligro es muy alto, porque el tiempo de respuesta disponible ante la emergencia es muy reducido.
Luego, en esta cuenca en concreto, hay varios barrancos que prácticamente desaparecen, como el Poyo, el Gallego o la Horteta, cuando llegan al llano. Lo espectacular de la desaparición del barranco del Poyo es que, en tan poca distancia, se pasa de un cauce de unos 2.000 o 2.500 metros cúbicos por segundo de capacidad a casi cero en apenas quinientos metros más abajo. Con suerte, esa zona en que desaparece es agrícola y favorece un efecto de laminación, pero también hay elementos de alto valor económico, como polígonos industriales y poblaciones.
–En 2006 realizaron un proyecto para encauzar el Poyo y la Saleta que nunca llegó a llevarse a término. ¿En qué consistía?
–La Confederación Hidrográfica del Júcar nos encargó un plan de reducción del riesgo de inundación en las áreas inundables de Poyo y Pozalet —también conocido como la Saleta en su tramo final— porque en el año 2000 ya había habido problemas. Desde la Universidad Politécnica de Valencia hicimos la parte de la peligrosidad y evaluamos el riesgo en términos económicos para demostrar que esa infraestructura no solo era eficaz en la reducción de la inundación, sino también eficiente. El coste era de unos 150 millones de euros y, con un nivel de protección de un periodo de retorno de quinientos años, el riesgo era de unos quince millones al año, que se reducían en once millones de euros.
El proyecto incluía un plan de reforestación de la cuenca en la parte alta del Pozalet y del Poyo, porque esas zonas han sufrido muchos incendios en el pasado. Había un conjunto de micropresas de tipo forestal para la retención de sedimentos y de una parte del agua en la parte alta. Más abajo, en las zonas en que se podía, se proponía una infraestructura verde, renaturalizada, con zonas de laminación en los laterales. En los lugares en que atravesaba poblaciones sí se hacía un encauzamiento artificial, y la mayor parte del excedente se llevaba hasta el nuevo cauce del Turia.
–¿Si se hubiera llevado a cabo se habrían podido evitar las inundaciones del año pasado?
–La inundación fue extraordinaria en esta cuenca. No tiene sentido protegerse al cien por cien, ni social ni económicamente. Lo único que se protege al cien por cien son las centrales nucleares, que se ubican en sitios donde es imposible que haya una inundación. En este caso habría que coger a toda la población e irnos a Albacete. El nivel de protección que se exige en la Comunidad Valenciana es de un periodo de retorno de quinientos años para zonas urbanas, si técnicamente y económicamente es factible. Y eso es un lujo a nivel mundial. El estándar en los países en desarrollo es de cien años.
–En ese sentido, era previsible que en algún momento hubiera una inundación de este tipo.
–Sí, previsible, sí. El trabajo de 2006, por ejemplo, y la actualización que hicimos en 2016 para el segundo ciclo del Sistema Nacional de Cartografía de Zonas Inundables, generaban tormentas mayores a esta, para tener información en todo el rango posible. Y esto sí que es posible, claro. Ha habido en la Comunidad tormentas mayores.
–Pero, si se tenía esa certeza, ¿qué es lo que falló?
–Desde el punto de vista de prevención, aunque esa infraestructura hubiera estado hecha —como ninguna que se haga en el futuro— no habría evitado totalmente los daños económicos que se produjeron. Eso sí, los habría reducido significativamente, al menos en un cincuenta por ciento. No es lo mismo tener 4.000 metros cúbicos por segundo danzando libremente por el llano de inundación que tener la diferencia respecto a 1.500. Luego, el Patricova —el plan de prevención de riesgo de inundación de la Comunidad Valenciana— restringe los desarrollos en zonas inundables, prohibiendo o poniendo condiciones. El problema es que solo afecta al planeamiento posterior a 2003, cuando se aprobó. La mayoría de los planes urbanísticos en Valencia y en España tienen más años. Por ejemplo, los dos centros comerciales más afectados, el Bonaire y el MN4, son anteriores, y el Patricova les habría prohibido hacer aparcamientos subterráneos.
–¿Y qué ocurre el 29 de octubre para llegar a ese punto tan trágico? Porque, más allá de la zona inundable, están los 229 muertos.
–A mí realmente lo que me sorprendió fue el número de víctimas; es algo que no me podía imaginar en un país desarrollado. Los daños, vista la extensión, eran poco probables, pero posibles; pero no las víctimas humanas. Lo primero que falló fue la falta de información y de educación en este tipo de inundaciones. También influyó que no estaba lloviendo en la zona, lo que dio una falsa sensación de seguridad, y que la alerta llegó tarde. En los países desarrollados, la mayor parte de las víctimas en inundaciones están relacionadas con los coches, bien porque circulan, bien porque van a salvar el coche o por avenidas relámpago. Aquí se dieron las dos.
Y respecto a lo que ocurre en tiempo real ese día, el 29, creo que fallamos todos, y me incluyo a mí mismo. Desde la predicción de AEMET —que era buena—, pero no transmitió adecuadamente la incertidumbre de las previsiones. AEMET puede mejorar. La Confederación tenía y tiene un magnífico sistema de monitoreo, pero no contaba con un sistema de predicción hacia futuro de lo que estaba ocurriendo. Y en el Cecopi no gestionaron bien la información que les llegaba.
–Mi sensación es que estaban pendientes solo del embalse de Forata.
–También es la mía. Estaban todos, tanto la Confederación como el Cecopi, centrados en Forata, porque la rotura de una presa es un asunto grave. De hecho, los SAIH se crearon a raíz de la rotura de la presa de Tous.
–Cuando trabajáis habláis de periodos de retorno de 100 o 500 años, es decir, que calculáis que las inundaciones pueden repetirse estadísticamente en esa cantidad de años. ¿No puede suponer esa cifra un desincentivo para los políticos, que apenas miran a cuatro años vista?
–Eso sí que ocurría antes. Antes del Patricova estaba la cartografía de peligrosidad, y recuerdo una conversación con un arquitecto municipal que me confesaba que había puesto un polideportivo en la desaparición de un cauce, o un alcalde que se enfadó mucho con nosotros porque habíamos señalado como inundable el lugar donde acababa de construir un colegio. Pero es malentender el concepto, porque son cien años de retorno, no que vaya a ocurrir cada cien años, ya que podría pasar dos años seguidos. Pero hoy en día ya no se escucha.
–¿Qué hemos avanzado en este año?
–Aparte de las grandes obras, que aunque se han relanzado llevan otros tiempos, ya hay varias cosas que han cambiado. El otro día escuchaba que la Conselleria de Educación ha lanzado un plan de formación en emergencias para los colegios. Eso es muy positivo. Y se debe extender a toda la población, porque hay que tener en cuenta que en esa zona viven muchos inmigrantes, y los valencianos más o menos entendemos qué es una inundación y cómo actuar, pero para ellos es algo nuevo. Eso no existía.
Otra forma de mejorar la información en un momento como aquel es con la implementación de modelos hidrológicos. La CHJ no los tenía y ahora ya ha licitado un Sistema de Alerta Temprana en toda la cuenca.
Ahora toca renovar el Patricova, y confío en que no sea solo una lavada de cara, sino que se lo tomen en serio. Los ayuntamientos también están haciendo cosas: por ejemplo, el de Valencia ha habilitado un sistema de megafonía en las pedanías para dar las alarmas y asegurarse de que todos se enteran.
Otro elemento que ha cambiado es la reconstrucción de los puentes. Antes no se tenía en cuenta el empuje del agua sobre el tablero, porque lo que más fallaba en una riada era la cimentación, las pilas y los estribos. Ahora, cuando hemos visto puentes en los que ha desaparecido el tablero, tenemos la lección aprendida.
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