Es esta una sociedad a la que le cuesta aceptar que haya individuos para los que resulta imposible mantenerse en posición de firmes en una fila. Los definimos, según como les vaya, como locos, inadaptados, frikis o genios.
Es esta una sociedad a la que le cuesta aceptar que haya individuos para los que resulta imposible mantenerse en posición de firmes en una fila. Los definimos, según como les vaya, como locos, inadaptados, frikis o genios.Seguir leyendo…
Es esta una sociedad a la que le cuesta aceptar que haya individuos para los que resulta imposible mantenerse en posición de firmes en una fila. Los definimos, según como les vaya, como locos, inadaptados, frikis o genios.
La categorización varía en función de cuan grave nos parece su insubordinación respecto a las ideas y maneras colectivas que los demás damos por buenas. Pero en muchas ocasiones, lo único que diferencia al chiflado del genio es el éxito o el fracaso de su chaladura.
Parece difícil que Llorente vaya a entrar en la categoría de los genios. Pero hay que reconocerle carácter
El Johan Cruyff entrenador se hubiera quedado en lo primero sin las ligas de Tenerife y la Champions en la prórroga. Como era más listo, veía cosas que permanecían a oscuras para los demás. Por eso llegó antes que cualquier otro al futuro del fútbol.

Juanjo Martín / EFE
No vamos a comparar al Maestro con el mediocampista del Atlético de Madrid, Marcos Llorente. Pero sirve el recordatorio del hombre que cambió el fútbol para referirnos al jugador colchonero al que se ha crucificado estos días por sus afirmaciones conspiranoicas.
Llorente ya pisó la raya del sentido común hace meses, cuando dijo que tomar el sol con protección es un error. Sabemos también que está convencido que las gafas de sol son perjudiciales para los ojos. Y si faltaba alguna cosa para el duro, también ha dado por buena la teoría de los chaimtrails . Esto es, la creencia de que las estelas de condensación blancas que dejan los aviones en el cielo son en realidad agentes químicos o biológicos rociados para que no llueva o perjudicar nuestra salud.
Al pobre Llorente le ha caído la del pulpo por decir lo que piensa. Los que pertenecemos a la masa nos ponemos muy nerviosos enseguida con los descarriados. Insultarlos, compadecerlos o despreciarlos son formas distintas que pretenden lo mismo: que la oveja negra regrese a la blanquitud. Deviene este temor a las opiniones que juzgamos extemporáneas de un malentendido: creer que un jugador de fútbol pierde el derecho a hacer suyas teorías extravagantes y a exponerlas con libertad. A ese malentendido, se añade otro: pensar que podemos obligar a un futbolista a convertirse en un ser inmaculado, una responsabilidad que el jugador no tiene por qué aceptar: convertirse en un ser inmaculado al que poder seguir como ejemplo.
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Parece difícil que Llorente vaya a entrar en la selecta categoría de los genios. Pero al menos hay que reconocerle carácter para no amilanarse y sinceridad a pesar de todo y contra todos. Podemos reírnos por debajo de la nariz de sus opiniones, pero desde luego es excesivo considerarlo un peligro público como algunos han pretendido. No es más que un jugador de fútbol autoconvencido de cosas extrañísimas. Un friki como tantos otros. Pero en ningún caso una amenaza para la salud pública y para los jóvenes y niños como algunos pretenden ante su simbólico cuerpo crucificado.
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