Palantir es uno de los nombres repetidos por los gestores, que se dispara un 1.290% en cinco años. Intuitive Surgical opera con su robot Da Vinci. Arriba otro 200% en bolsa. Leer Palantir es uno de los nombres repetidos por los gestores, que se dispara un 1.290% en cinco años. Intuitive Surgical opera con su robot Da Vinci. Arriba otro 200% en bolsa. Leer
Sí, es posible invertir en inteligencia artificial y prescindir (si se quiere) de Nvidia en la cartera de valores, aunque hay teorías bien fundadas que defienden que las megacaps están llamadas a seguir liderando la ola disruptiva. Y sí, se puede hablar de IA con nombres concretos con solo seguir el camino que han explorado los grandes fondos cotizados en EEUU especializados. No es fácil, desde luego, salirse del redil. Dentro del índice Nasdaq 100, las cinco mayores cotizadas agrupan conjuntamente la mitad de la capitalización y entre las diez más grandes, un 72%. De hecho, hay tres nombres en el exclusivo club de las tribillonarias: Microsoft, Nvidia y Apple, por encima de los 3 billones de dólares de valor de mercado. Tal es su peso en la bolsa -recuerden aquello de las Siete magníficas (junto a Amazon, Alphabet, Meta y Tesla)- que el susto de mercado que dieron a principios de este año todavía ha dejado temblando los carrillos a más de un inversor techy. En el peor momento de mercado, el 8 de abril, el día previo a que Donald Trump anunciara su pausa arancelaria, la tecnología americana bordeó entrar en una corrección de más del 20% tras años de exuberancia.
Para quienes nos encontramos fuera del entorno de la IA, si es que eso es posible, la generalidad sigue reinando en charlas donde se anhela, en ocasiones, concreción. La IA lo abarca, en realidad, prácticamente todo desde desarrolladores de software, almacenes de datos, la energía que se necesita para conectarlos, se emplea en la mejora de las prótesis corporales, en acelerar los tratamientos contra el cáncer; o, volviendo a nuestro terreno, en las carteras que aconsejan los roboadvisors.
Allianz Global Investors, fundador de uno de los fondos europeos sobre IA con más solera, defiende la idea de que todavía nos encontramos en las primerísimas fases de lo que está por venir. En aquella en la que las compañías que desarrollan la infraestructuras, los centros de datos y la digitalización son las grandes beneficiadas de la IA. En ese ciclo todavía estamos, en la actualidad, enseñando a las máquimas a aprender nuestro lenguaje; y a robots (muy robots) a moverse. Aun así, creen que en 10 ó 15 años la IA podría estar muy cerca de ser autonóma y funcionar como la inteligencia humana.
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James Chen es gestor del Allianz Artificial Intelligence, un fondo con 495 millones de patrimonio bajo gestión. Estuvo, un año más, de visita en Madrid la semana pasada para defender lo suyo y para hacer entender por qué las grandes compañías, las megacaps del mercado, serán hoy y mañana también las ganadoras de esta carrera y para ello decidió comparar esta burbuja con la de las puntocom del año 2000. Su teoría se basa en que la IA requiere milmillonarias inversiones para desarrollarse, algo que solo está al alcance de unas pocas empresas. Meta anunció que solo este año se gastará 65.000 millones de dólares en IA; Alphabet ha anunciado otros 75.000 millones más.
Y esto marca otra diferencia con la burbuja del 2000: entonces las compañías saltaban a bolsa imberbes, con tres años a sus espaldas y en pérdidas; ahora los estrenos llegan con cuentagotas. OpenAI, el gran referente del sector, terminará por convertirse en una compañía pública, dice Chen, pero será de «un tamaño inmenso» para cuando lo haga. Las últimas valoraciones dan a la creadora de ChatGPT valoraciones que superan los 300.000 millones de dólares.
¿Qué implica todo lo anterior? Sencillamente, que son compañías saneadas, sin problemas de deuda, que están financiando los descubrimientos de IA a pulmón con el dinero de sus cajas, recortando dividendos o aplazando los buybacks (o recompras de acciones), muy populares en la retribución al accionista en EEUU. Y este es el contexto más propicio, si se quiere, para invertir. «El mercado está diciendo algo» porque, de lo contrario, «las compañías tecnológicas no estarían en máximos», concluye Chen.
Nvidia está en todas partes. No hay cartera que se le resista y es lógico teniendo en cuenta su tamaño (más de dos veces el PIB de España). Pero hay vida más allá si quiere nutrir su cartera con otros nombres. Los megafondos de IA, los made in USA, tienen varias decenas de nombres entre sus candidatos favoritos para liderar la siguiente ola de la IA. Pero, sobre todo, lo que ofrecen a sus partícipes es rentabilidad. De los seis ETFs seleccionados, uno fue fundado en 2013 y el resto entre 2016 y 2018. Desde ese momento, la rentabilidad anual media de estos productos supera el tan ansiado 7% del mundo financiero, que lograría doblar sus ahorros en una década. Ahora bien, fuera de la ecuación queda Defiance Quantum ETF, con una rentabilidad que desde 2018 es del 20,8% y supera el 25% en cinco años. Con 1.360 millones de dólares en activos bajo gestión, la firma que dirige Sylvia Jablonski está especializada en ETFs temáticos basados en computación y machine learning.
El ETF más destacado, de otra media decena que tiene la misma casa, es Global X Robotics & Artificial Intelligence, con un 8,3% desde su creación hace nueve años y un patrimonio de 2.580 millones de dólares. También destaca el fondo de BlackRock, iShares Future AI & Tech y el Robo Global Robotics & Automation, cerca de los 1.000 millones de dólares bajo gestión; y en la barrera de los 400-500 millones; el ETF First Trust Nasdaq Artificial Intelligence and Robotics e Invesco AI and Next Gen Software.
¿Qué compañías se repiten en sus carteras?Destaca Palantir Technologies, la número 11 del Nasdaq 100 por ponderación, con sus más de 300.000 millones de dólares de capitalización. Su revalorización en los últimos cinco años ha rozado el 1.290%. Con sede en Palo Alto, el nombre de Palantir proviene del mundo Tolkien y significa algo así como ‘piedras para ver’. Su realidad es que ayudan a gobiernos y a empresas a gestionar sus datos, ayudándose de la IA, y su software es uno de los más demandados, sobre todo en momentos en los que se requiera una alta ciberseguridad. Otro ejemplo es Intuitive Surgical, con 200.000 millones de valor de mercado, y un 200% de subida en cinco años. Su negocio consiste en el desarrollo de robots empleados en operaciones quirúrgicas menos invasivas. El robot Da Vinci está en el top de la excelencia mundial y se emplea para operar casos de próstata, algunos cánceres en la zona del sistema reproductivo o cirugía maxilofacial. Recibe las órdenes del cirujano y él las ejecuta. Se utiliza también en España.
Destaca también el gigante suizo ABB, con más de 108.000 millones de capitalización, que fabrica desde robots, a cargadores eléctricos, sistemas de control 24 horas, maquinaria para la industria metalúrgica o generadores de energías renovables. Sube un 150% en cinco años.
Vertiv, también EEUU, que hoy vale más de 44.000 millones en bolsa gracias a que sus acciones se han disparado por encima del 700% desde el año 2020. ¿A qué se dedica? A todo lo que tiene que ver con ayudar a mantener bien refrigerado, almacenado y conectado los equipos informáticos y bases de datos de las empresas. ¿Otros nombres que se repiten en estos ETFs? Son Rockwell Automation, Symbotic, Pegasystems o la japonesa Yokogawa Electric.
Desde Generali Investments destacan a TSMC, firma taiwanesa de semiconductores, muy conocida ya que acaba de anunciar la inversión de 100.000 millones en IA este año y con un 25% de las ventas ya de las ventas de chips de IA. A las empresas de software les está costando monetizar sus inversiones en IA, aunque hay casos que se salvan. «Una de ellas es Confluent, una empresa de software de infraestructura de datos en tiempo real, que cuenta entre sus clientes a OpenAI» y que acumula pérdidas del 12% en el año y de casi la mitad en los últimos cinco. La llegada de copilotos y de agentes de IA podría mejorar las finanzas de quienes fabrican el software, dicen desde La Financiére de l’Échiquier, que hablan de un mercado que alcanzará los «1,8 billones de dólares en 2030, 5,4 veces más que en 2024». Tras los aranceles, sus gestores decidieron reequilibrar la cartera y dar más peso a firmas menos afectadas, como Elastic y Dynatrace, y entraron en Marvell, que fabrica, el producto de moda, semiconductores.
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