Antes de que cante el gallo, Narendra Modi ya ha negado dos veces a Donald Trump. Habrá una tercera y tal vez definitiva oportunidad a finales de la semana que viene, cuando está previsto que ambos mandatarios vuelvan a encontrarse en Kuala Lumpur.
El ministerio de Exteriores dice que la llamada entre Narendra Modi y el presidente de EE.UU. nunca existió
Antes de que cante el gallo, Narendra Modi ya ha negado dos veces a Donald Trump. Habrá una tercera y tal vez definitiva oportunidad a finales de la semana que viene, cuando está previsto que ambos mandatarios vuelvan a encontrarse en Kuala Lumpur.
De momento, el ministerio de Exteriores de la India tuvo que salir ayer al paso de las declaraciones del presidente estadounidense en las que, el día anterior, aseguraba que Modi le había prometido parar las gigantescas importaciones indias de petróleo ruso. “No tengo noticia de que haya habido ninguna llamada entre ambos líderes”, dijo el portavoz del ministerio.
El desmentido supone un nuevo bofetón a la credibilidad del inquilino de la Casa Blanca en política exterior. Este se atribuye también el alto el fuego entre India y Pakistán, en su escaramuza del pasado mes de abril, algo que Nueva Delhi ha negado repetidamente. “Pararon cuando les amenacé con aranceles del 200%”, ha insistido esta semana Donald Trump, siempre dispuesto a engordar su currículum para el Nobel de la Paz, en este caso a cuenta de rivales nucleares.
Este mismo miércoles, Trump soltó durante una comparecencia en Washington que su “amigo Modi” -cuyo nombre olvidó en su intervención del lunes en la Knesset- le había prometido parar de comprar petróleo ruso. Trump, como antes Biden, insiste en que las exportaciones rusas sirven de combustible económico para prolongar su guerra en Ucrania.
Este fue el argumento esgrimido para elevar del 25% al 50% el arancel estadounidense a los productos indios, para pasmo de su “amigo Modi”.
“Nuestra prioridad continuada es salvaguardar los intereses el consumidor indio en un escenario energético volátil”, dijo inicialmente el gobierno indio. Modi, habitualmente locuaz, no entra al trapo con Trump.
El secretario de Estados, Scott Bessent, fue aún más directo al respecto que Trump. “China ha seguido importando petróleo ruso en la misma media que lo hacía antes de la invasión de Ucrania, pero India, que importaba de Rusia menos de un 1% de su crudo, ahora importa el 40%. Eso no es diversificar, eso es aprovecharse de la guerra”. Bessent ha vuelto a la carga esta semana, al amparo de la falsa afirmación de Trump, alegando que ahora es el momento de que “China también corte estas importaciones”. Su departamento también intenta que Japón, en plena interinidad, se comprometa también a cortar sus importaciones de gas licuado ruso, procedente de la vecina isla de Sajalín. Tal como demuestra la historia, Japón no se toma a la ligera su seguridad energética.
Rusia, primer proveedor de armas y crudo de India, le suministró 1,62 millones de barriles diarios en septiembre. Pero no todos son para el consumidor indio. La mayor refinería del mundo, la que tiene Reliance en el estado natal de Narendra Modi, se nutre en un 50% de este petróleo ruso con descuenta, que luego reexporta en froma de dieses y otros productos a EE.UU., Reino Unido y Países Bajos, entre otros mercados.
El ministro de Exteriores indio, S. Jaishankar, a la defensiva, ha terminado revelando que desde Washington se les animó inicialmente a hacerse con los excedentes rusos, para no provocar un hundimiento del precio del petróleo. La gran diferencia es que, un año después, Nueva Delhi y Moscú cerraban todos sus tratos en rublos y dirhams (hoy también en yuanes) reduciendo de forma sustantiva la demanda de dólares.
Las aclaraciones de Nueva Delhi no entierran del todo, para la oposición india, la sospecha de “traición” por parte de Modi. Las declaraciones de Trump, al fin y al cabo, se produjeron apenas dos días después del encuentro entre Sergio Gor -su hombre de confianza en Mar-a-Lago y a la postre, su nuevo embajador en Nueva Delhi- Narendra Modi, S. Jaishankar y el Asesor Nacional de Seguridad, Ajit Doval.
Sergio Gor -que nació en una familia judía y rusófona de Uzbekistán como Serguéi Gorojovski- es una píldora amarga para Nueva Delhi, en tanto que enviado especial a “Asia Meridional y Central”, cosa que justificará idas y venidas a Pakistán, donde empiezan a proliferar los rumores sobre negocios paralelos.
El portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, no dio ni quitó crédito a las palabras de Trump: “Para nosotros, lo único que cuenta son las declaraciones oficiales de India o China sobre sus compras de petróleo. Su embajador en Nueva Delhi, Denis Alipov, señaó el carácter “ininterrumpido, mútuamente benéfico y de igual a igual” en su relación bilaterla y dijo que las decisiones energéticas de India se guían por su propio interés nacional. Señaló además que “Rusia no se inmiscuye en la relación entre India y EE.UU.”.
Esta parecía ir como una seda en febrero, cuando Narendra Modi fue el segundo jefe de gobierno en visitar la nueva Casa Blanca, después de Beniamin Netanyahu. Desde entonces, la antidiplomacia de Donald Trump ha puesto la relación patas arriba. No ha habido más encuentros, aunque se espera que a finales de octubre ambos mandatarios vuelvan a verse las caras en Kuala Lumpur, al margen de la cumbre de naciones del sudeste asiático (ASEAN).
Habrá qué ver como decanta dicho encuentro la relación entre dos de los tres países más poblados del mundo. Aunque todo hace pensar que las últimas bravuconadas del magnate inmobiliario, coautor de The art of the deal, podrían tener como único objeto mejorar su posición negociadora ante el presidente ruso Vladimir Putin. Ambos podrían volver a reunirse -según se ha sabido luego- en un plazo de dos semanas, con el final de la guerra de Ucrania -y su combustible- en el centro de la agenda.
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