El reclutador jefe en EAE Business School y experto en marca personal, afirma que «los compartimentos estancos siguen donde estaban». Al profesional español le cuesta abordar un reciclaje total. La IA le forzará a ello Leer El reclutador jefe en EAE Business School y experto en marca personal, afirma que «los compartimentos estancos siguen donde estaban». Al profesional español le cuesta abordar un reciclaje total. La IA le forzará a ello Leer
Javier Corral (48) es mentor de marca personal y responsable de reclutar talento en EAE Business School. Su visión aporta varias claves sobre el momento del mercado laboral, la narrativa que transforma a un profesional en un valor cotizado y el impacto que la IA tendrá en la empleabilidad.
- Hace una generación o dos, los contactos eran la vía más rápida hacia una buena oportunidad. ¿Ha cambiado mucho la dinámica con la digitalización? O, dicho de otra forma, ¿se han liberalizado esas oportunidades?
- Los contactos siguen siendo muy poderosos. En cualquier plataforma de empleo se concentra alrededor del 25% de la oferta. El resto, lo que no se ve, son promociones internas, bolsas de empleo y ese lugar recurrente e histórico que es la agenda.
- Usted ha investigado los secretos de la marca personal y asesora a empresas e individuos al respecto. En la esfera digital, sin embargo, abundan los curanderos.
- La marca personal funciona muy bien, aunque haya vendedores de humo y ególatras. Una buena marca personal se construye desde el nosotros, no desde el yo. Primero ayudas de manera desinteresada y luego solicitas. Hay gente que quiere correr demasiado y eso genera reticencias. Primero, uno ha de validarse como experto. La gran diferencia a veces no es dejar o no una huella en LinkedIn, sino ser consciente de que la huella existe y de que conviene trabajarla en nuestro beneficio.
- Se atribuye al químico y economista francés Antoine Lavoisier aquella famosa frase: la energía ni se crea ni se destruye, se transforma. ¿Ocurre lo mismo con las carreras profesionales?
- Evolucionamos como profesionales y la marca personal crece en paralelo. Debemos ser flexibles, porque si algo es seguro es que nuestro trabajo -cualquier trabajo- va a cambiar. Los que mejor se adapten son los que tendrán un panorama más seguro. La cosa hasta ahora ha funcionado así: a mejor formación, mejores oportunidades. Pero, previamente, está la capacidad de aprender, de reformularse.
- ¿Cómo llevamos en España el reciclaje profesional?
- Los compartimentos estancos siguen donde estaban, pero el terreno ya no es tan estable. Todavía no somos tan valientes como para abordar una transformación total. La necesidad hace que seamos más atrevidos en momentos de crisis, con el agua hasta el cuello y, sin embargo, el mejor momento para formarse es cuando las cosas van bien.
- ¿Están condenadas las humanidades en la era del Dios tecnológico?
- En realidad, la IA está abriendo oportunidades en ética, filosofía, lingüística… y también en las matemáticas puras, que no dejan de ser otra forma de lenguaje. Tener una buena base humanista, capacidad de juicio y crítica y una sólida comprensión lectora son ventajas muy relevantes. De lo contrario, aceptarías cualquier resultado de la IA, una herramienta poderosa que aún está en pañales.
- ¿Buscan los alumnos de las escuelas de negocio demasiado a menudo la creación de una startup como vía salvadora?
- Lo cierto es que los datos están ahí. La mayoría de empresas nuevas muere al cabo de un año o dos. Hay ideas increíbles y mucho ímpetu entre los jóvenes. El problema no es tanto el producto como la falta de formación en la gestión de una empresa y un negocio. Hay mucho emprendimiento desesperado, personas que pierden el trabajo, capitalizan la prestación por desempleo y deciden lanzarse a la aventura. Digo lo mismo que en relación con el reciclaje: lo idóneo es montar un proyecto en paralelo cuando aún tienes una nómina a final de mes sobre la mesa.
- ¿Qué anhelan las empresas cuando buscan a un candidato más allá del conocimiento especializado?
- Persiguen claramente dos cosas, sobre todo las compañías más grandes: el mejor talento disponible en el mercado y una elevada capacidad de adaptación. El error recurrente de muchas empresas pequeñas es tenerle miedo a contratar a profesionales mejores que los propios directivos.
- Y el profesional de ahora, ¿qué exige?
- El salario pesa, pero no pesan menos los valores de la empresa y el proyecto en el que van a implicarse. En personas de 35 años para abajo, el proyecto es lo que manda, y puede darse el caso de que se salte de proyecto en proyecto y se termine regresando a la misma compañía donde se empezó justo por eso, porque de repente vuelve a haber disponible un proyecto sumamente atractivo.
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