No lleva casi tres décadas como presidente del Barça pero sí como figura que ha marcado la agenda del barcelonismo. Ya fuera desde el puente de mando o desde la tribuna de la oposición. Ya fuera poniendo una moción de censura contra Josep Lluís Núñez como líder de la plataforma Elefant Blau en 1997, ganando unas elecciones contra pronóstico en 2003, perdiendo otras o regresando a la poltrona en 2021 cuando era un personaje que se daba por amortizado. De aquel Joan Laporta juvenil, que con apenas 40 años llegó al poder como un abogado estilo John Fitzgerald Kennedy, a este Joan Laporta sexagenario que hace tiempo que peina canas y que entronca con un populismo en boga, queda la labia, el verbo punzante.
Carismático y combativo, lleva marcando la agenda del barcelonismo casi 30 años
No lleva casi tres décadas como presidente del Barça pero sí como figura que ha marcado la agenda del barcelonismo. Ya fuera desde el puente de mando o desde la tribuna de la oposición. Ya fuera poniendo una moción de censura contra Josep Lluís Núñez como líder de la plataforma Elefant Blau en 1997, ganando unas elecciones contra pronóstico en 2003, perdiendo otras o regresando a la poltrona en 2021 cuando era un personaje que se daba por amortizado. De aquel Joan Laporta juvenil, que con apenas 40 años llegó al poder como un abogado estilo John Fitzgerald Kennedy, a este Joan Laporta sexagenario que hace tiempo que peina canas y que entronca con un populismo en boga, queda la labia, el verbo punzante.
Lo demostró el domingo en la asamblea de compromisarios al tildar a sus oponentes de hoy como “setciències y mestretites” (sabelotodos). Porque en eso Laporta siempre ha sido imbatible, en dejar sentencias para la posteridad. Del “que n’aprenguin” a “ m’estic posant com un bacó”. Del “círculo virtuoso” a los “ millors anys de la nostra vida”. Del célebre “al loro que no estamos tan mal” al “madridismo sociológico”.
Sus dos etapas como presidente incluyen numerosos éxitos pero también evidentes sombras y promesas incumplidas
Frases que han empatizado con la médula espinal de un sector del barcelonismo y que lo han transformado a ojos de una gran masa de seguidores en el hombre que mejor y con más pasión podía defender los intereses de la entidad ante el enemigo ancestral, léase Real Madrid y sus tentáculos. Aunque cuando ha creído que debía arrimarse a Florentino Pérez lo ha hecho.
Combativo y carismático, ha tenido un excelente olfato con sus entrenadores. Confió en Rijkaard incluso cuando cualquier otro lo habría despedido, dio el timón a Guardiola cuando no tenía experiencia en la élite y se sacó de la manga la apuesta por Flick cuando decidió partir peras con Xavi Hernández, con el que tuvo una relación titubeante de “ahora sí, ahora no”. Con él el Barça ha vivido temporadas fantásticas en el césped pero las luces de neón no deben tapar en ningún caso sus sombras, sus giros de guion, sus promesas incumplidas.
Lleva años diciendo que el Barça va a volver a la regla del 1:1 para poder fichar con normalidad, se ha enredado hasta la saciedad en cuanto a la fecha del regreso al Spotify Camp Nou cuando nadie le había exigido un plazo concreto, ha confiado en una constructora como Limak sin experiencia en Europa, ha creado empresas como Barça Vision que luego fueron perdiendo valor por falta de sustancia y, sobre todo, prometió que arreglaría el futuro de Messi con un asado y después no supo retenerlo en el club de su vida. Del mismo modo que sus éxitos, la imagen del rosarino despidiéndose entre lágrimas siempre le perseguirá.
Contradictorio e imprevisible, ha sabido tirar hacia delante hasta ser el presidente que ha traído la publicidad del Congo al Barça tras haber presumido en su momento de ser el mandatario que puso Unicef en la camiseta blaugrana. Como opositor lanzó todo su arsenal contra la entente del club con Qatar y años después ha buscado el dinero del petróleo cuanto ha podido para intentar enderezar la economía de una entidad que sigue teniendo agujeros y que ha funcionado al borde del colapso y a golpe de palancas de última hora.
Experto funambulista, Laporta ha sobrevivido a numerosas crisis de gobierno dentro del club. En su primera etapa se produjeron diversas fugas por incompatibilidad de caracteres. Se marcharon Sandro Rosell o Josep Maria Bartomeu, en primera instancia, y más adelante directivos del peso de Ferran Soriano, Marc Ingla o Albert Vicens.
Fue cuando casi pierde el poder en la moción de censura presentada por Oriol Giralt en 2008. Pero resistió y llegó el Barça de Guardiola y Messi. Ahora dirige el de Flick y Lamine Yamal tras haber reducido el núcleo de confianza a un puñado de personas que son su corte. De Enric Masip a Rafael Yuste pasando por su ex cuñado, Alejandro Echevarría. En lo bueno y en lo malo, Joan Laporta es excesivo.
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