Ni en la peor de sus pesadillas se podía imaginar John Bolton, un verdadero halcón hasta el 2019, que un presidente conservador le perseguiría tras servir en su gabinete. Pero éste ya no es el país de Reagan o los Bush. Manda Donald Trump, que garantizó venganza en su campaña y está cumpliendo su promesa.
El exconsejero de Seguridad Nacional de Trump está imputado por mal uso de información clasificada
Ni en la peor de sus pesadillas se podía imaginar John Bolton, un verdadero halcón hasta el 2019, que un presidente conservador le perseguiría tras servir en su gabinete. Pero éste ya no es el país de Reagan o los Bush. Manda Donald Trump, que garantizó venganza en su campaña y está cumpliendo su promesa.
“No culpable, su señoría”, respondió el viernes a los cargos por el presunto mal uso de información clasificada el que fuera consejero de seguridad nacional durante el primer mandato de Trump y que, vistas las prácticas supuestamente poco democráticas de ese gobierno, se convirtió en uno de sus críticos más severos, e improbables.
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Así que después del ex jefe del FBI, James Comey; y de la fiscal general de Nueva York, Letitia James; la represalia le tocó esta vez al político del perenne mostacho plateado
Una vez fuera del ejecutivo, Bolton escribió un libro en el que desnudó el autoritarismo de su ex jefe y tampoco cesó en sus reprobaciones mientras el líder del movimiento MAGA iniciaba la travesía del desierto o después de su regreso a la Casa Blanca. Bolton era un habitual de la CNN, siempre con un arsenal de argumentos. Era un ejercicio curioso ver a los liberales, que no hacía tanto lo estigmatizaban, mencionar su distanciamiento del partido para ilustrar su deriva.
La venganza tiene grados y la de Bolton podría haber sido peor. Se le permitió ir por su propio pie al tribunal federal de Greenbetl (Maryland). No hubo paseíllo policial, aunque una vez en el edificio judicial lo metieron en una celda a la espera de la comparecencia. La fiscalía tampoco solicitó prisión ni fianza.
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Bolton compareció al día siguiente de ser imputado ante un gran jurado por 18 delitos. Ocho por transmisión de información sobre defensa nacional y diez por retener ilegalmente esa información, incluidos informes “top secret” y datos secretos sobre adversarios o fuentes informativas, según el escrito de acusación.
En este documento consta que usó su correo personal y una aplicación de mensajería para compartir más de 1.000 páginas del llamado “diario” en el que anotó sus actividades jornada a jornada como consejero de Trump, del 2018 al 2019. Esas notas las envió a dos familiares que carecen de autorización para custodiar este tipo de documentos.
Pese a ser objeto de la venganza de Trump, el caso Bolton arrancó bajo la presidencia de Joe Biden, cuando el hoy presidente trató de bloquear la publicación de un libro que había escrito. Las agencias de inteligencia encontraron en él elementos problemáticos. La demanda se descartó. Hasta que el mandatario republicano lo reactivó. En esta ocasión, y a diferencia de los asuntos de Comey y James, en los que Trump nombró a una fiscal por la negativa de los oficiales a imputarlos, el que aprobó las acusaciones contra Bolton ha sido un titular de carrera.
“Soy el último objetivo de la instrumentalización del Departamento de Justicia para imputar a los que Trump califica de enemigos con acusaciones archivadas o con hechos distorsionados”, afirmó Bolton en un comunicado difundido. El objetivo, añadió, “intimidar a los rivales y asegurarse que solo él determina qué se dice de su conducta”.
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