Florentino Pérez no paró hasta que lo consiguió. Siete años le costó vestirlo de blanco. Y ahora ya lo tiene en su poder, brillando, siendo decisivo, anotando y asistiendo, liderando, ilusionando al madridismo, y dando réditos económicos. Kylian Mbappé (París, 1998) es el fichaje más deseado de los 93 que han llegado al Real Madrid en las dos etapas del empresario en la presidencia, desde el sonado rapto de Figo (2000), pasando por los más caros y simbólicos galácticos , los Zidane, Ronaldo, Beckham, Cristiano, Kaká, Benzema, Bale, James, Hazard o Vinícius.
El delantero francés se ha convertido en el crack referencial que querían el Real Madrid y su presidente desde el 2017
Florentino Pérez no paró hasta que lo consiguió. Siete años le costó vestirlo de blanco. Y ahora ya lo tiene en su poder, brillando, siendo decisivo, anotando y asistiendo, liderando, ilusionando al madridismo, y dando réditos económicos. Kylian Mbappé (París, 1998) es el fichaje más deseado de los 93 que han llegado al Real Madrid en las dos etapas del empresario en la presidencia, desde el sonado rapto de Figo (2000), pasando por los más caros y simbólicos galácticos , los Zidane, Ronaldo, Beckham, Cristiano, Kaká, Benzema, Bale, James, Hazard o Vinícius.
El francés es el emblema de Florentino y el madridismo, la bandera del proyecto y el orgullo del carácter ganador blanco. Ante el clásico, Mbappé es la punta de lanza de la fe madridista, la kryptonita que más puede dañar a los blaugrana, con sus once goles en ocho duelos. El heredero de Cristiano, el relevo del portugués que planificó Florentino, siempre fue el antojo del presidente, desde que el chaval criado en los suburbios parisinos de Bondy empezó a despuntar en el Mónaco, con el que debutó en la Liga francesa con solo 16 años, en el 2015. Ya en el verano del 2017, tras ganar la Liga con Zidane, Pérez lanzó la primera caña por el delantero: estaba dispuesto a pagar 214 millones de euros (180 de traspaso y 34 en impuestos). Lo tenía acordado con el Mónaco, pero el chico prefirió el PSG, volver junto a su familia y contentarse con los 10 millones netos de salario que aceptó pagarle Al Jelaifi, 20 veces lo que ganaba en el Principado.
El madridismo y su presidente han hallado en Mbappé al ídolo que ha hecho olvidar a Cristiano, una promesa de éxito
La segunda calabaza fue en el 2021, tras quedar segundo en la Liga y frustrarse con Hazard, Benzema y un Vinícius muy verde. Florentino subió la oferta y puso 200 millones sobre la mesa, pero el PSG los rechazó. Mbappé, que había seguido creciendo y se había consagrado como astro mundial (capitán de Francia, campeón del mundo, líder del PSG, máximo goleador de la Ligue 1 cinco temporadas seguidas…), se sentía arrinconado frente a Messi y Neymar. Así que se negó tres veces a renovar y empezó a mirar a Madrid. La llegada de Luis Enrique –que lo sentó en el banquillo como castigo– acabó de empujarle, y en febrero del 2024 anunciaba a Al Jelaifi que se iría en brazos de Pérez. El 3 de junio ya era blanco.
Tras un inicio discreto como madridista, cuestionado por la prensa, y más a raíz de su pobre papel en el clásico de octubre pasado (0-4) en el que cayó ocho veces en fuera de juego y falló tres mano a mano, Mbappé se fue entonando, acabó el curso como pichichi y Bota de Oro, con 31 goles en 34 partidos, y convirtiéndose en referente a la velocidad con que Vini caía en desgracia.
El paso definitivo a líder del equipo e ídolo y gran esperanza del madridismo se ha consolidado en este arranque de temporada, en el que el francés está pletórico: 17 goles en 15 partidos (10 en la Liga en 9 encuentros, 5 en la Champions en tres, más dos en las Supercopas de España y Europa), y además de referente del equipo, el jugador desequilibrante por su capacidad de desborde, su zancada poderosa y su remate efectivo. Es el crack resolutivo que quería la afición, el Buzz Lightyear preferido de Florentino.
A sus 26 años, consagrado como figura mundial, con una copa del mundo en casa y todos los reconocimientos individuales (menos el Balón de Oro; fue 3.º en el 2023), Mbappé disfruta de un momento de madurez y calma que redundan en su rendimiento. Sin necesidad de estrellar Ferraris, ni de vestirse de excéntrico modelo enjoyado, ni de ser un insolente enfant terrible enemistado con el mundo, el francés pasa más inadvertido y ha dado señales de tener algo más en la cabeza que su colega Vinícius. Además de su facilidad para los idiomas (habla con fluidez francés, español e inglés), el joven se ha significado públicamente contra el racismo y la extrema derecha. Aunque su buena imagen se manchó el año pasado por una investigación por supuesta violación y acoso sexual en Suecia. Se cerró por falta de “pruebas suficientes”.
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