Pese a la rapidez de los acontecimientos geopolíticos y la vertiginosa evolución de la tecnología, la Armada trabaja en un detenido plan a medio y largo plazo para definir hacia dónde quiere orientar su crecimiento, las capacidades que necesita y sus objetivos dentro de la política y seguridad españolas; intentando alejar el foco de lo inmediato.No en vano, el Jefe de Estado Mayor de la Armada (Ajema), almirante general Antonio Piñeiro, presentó en noviembre del pasado año el documento Armada 2050 que definía el camino que quería seguir la Fuerza Naval española para las próximas décadas. Un documento que el Ajema tuvo un interés personal en que fuera público -y no reservado, como acostumbran a ser documentos militares de este calibre- para coordinar su acción con la industria, la universidad y los medios de comunicación.El plan Armada 2050 no concreta los medios que la Marina española necesita para cumplir con el plan previsto, aunque sí hay trabajos internos que definen las capacidades deseadas para su incorporación a la flota. Esos estudios definían la aspiración de España de adquirir dos nuevos portaaeronaves LHD similares al Juan Carlos I actualmente en servicio.Sin embargo, fuentes del sector han revelado que la Armada trabaja ya con la idea de sumar un tercer buque de este tipo a su flota: un portaaviones convencional que permitiera el aterrizaje y despegue de aviones en su cubierta. Sería el primer barco de estas características en servicio en las Fuerzas Armadas españolas y permitiría a España dar un paso al frente en capacidades.El actual Juan Carlos I solo permite el despegue y aterrizaje en vertical, que se realiza con los aviones de combate Harrier que llevan más de 40 años en servicio y tendrán que ser dados de baja en los próximos años. Su sustitución es uno de los asuntos más apremiantes para la Armada, aunque también uno de los más polémicos para Defensa y en el que se trabaja con mayor discreción. Actualmente en el mercado solo hay un modelo con la capacidad de aterrizaje y despegue vertical, y por tanto de operar en el Juan Carlos I, el F-35 norteamericano fabricado por Loocked Martin. El Gobierno sin embargo es muy reacio a su compra en su apuesta por la industria nacional y europea y eso deja en el aire que España pueda mantener la capacidad aérea embarcada.La construcción de un portaaviones convencional permitiría superar esta barrera, ya que abriría el abanico de aviones de combate que podrían estar operativos en la Armada española con capacidad de ser embarcados. Se trataría de un buque que podría llegar a las 40.000 toneladas y con capacidad para entre veinte y treinta aeronaves entre aviones y helicópteros. Navantia se encuentra ya inmerso en la elaboración de un estudio de viabilidad y, si sale adelante, el buque podría estar disponible en la próxima década. Pese a su tamaño, su coste y complejidad son menores que los de otros buques como las fragatas. Las actuales F-110 en construcción en el astillero de Ferrol han supuesto todo un desafío para la industria española y para la propia Armada que no se espera que volviera a suceder en el caso de nuevos portaaeronaves. Pese a la rapidez de los acontecimientos geopolíticos y la vertiginosa evolución de la tecnología, la Armada trabaja en un detenido plan a medio y largo plazo para definir hacia dónde quiere orientar su crecimiento, las capacidades que necesita y sus objetivos dentro de la política y seguridad españolas; intentando alejar el foco de lo inmediato.No en vano, el Jefe de Estado Mayor de la Armada (Ajema), almirante general Antonio Piñeiro, presentó en noviembre del pasado año el documento Armada 2050 que definía el camino que quería seguir la Fuerza Naval española para las próximas décadas. Un documento que el Ajema tuvo un interés personal en que fuera público -y no reservado, como acostumbran a ser documentos militares de este calibre- para coordinar su acción con la industria, la universidad y los medios de comunicación.El plan Armada 2050 no concreta los medios que la Marina española necesita para cumplir con el plan previsto, aunque sí hay trabajos internos que definen las capacidades deseadas para su incorporación a la flota. Esos estudios definían la aspiración de España de adquirir dos nuevos portaaeronaves LHD similares al Juan Carlos I actualmente en servicio.Sin embargo, fuentes del sector han revelado que la Armada trabaja ya con la idea de sumar un tercer buque de este tipo a su flota: un portaaviones convencional que permitiera el aterrizaje y despegue de aviones en su cubierta. Sería el primer barco de estas características en servicio en las Fuerzas Armadas españolas y permitiría a España dar un paso al frente en capacidades.El actual Juan Carlos I solo permite el despegue y aterrizaje en vertical, que se realiza con los aviones de combate Harrier que llevan más de 40 años en servicio y tendrán que ser dados de baja en los próximos años. Su sustitución es uno de los asuntos más apremiantes para la Armada, aunque también uno de los más polémicos para Defensa y en el que se trabaja con mayor discreción. Actualmente en el mercado solo hay un modelo con la capacidad de aterrizaje y despegue vertical, y por tanto de operar en el Juan Carlos I, el F-35 norteamericano fabricado por Loocked Martin. El Gobierno sin embargo es muy reacio a su compra en su apuesta por la industria nacional y europea y eso deja en el aire que España pueda mantener la capacidad aérea embarcada.La construcción de un portaaviones convencional permitiría superar esta barrera, ya que abriría el abanico de aviones de combate que podrían estar operativos en la Armada española con capacidad de ser embarcados. Se trataría de un buque que podría llegar a las 40.000 toneladas y con capacidad para entre veinte y treinta aeronaves entre aviones y helicópteros. Navantia se encuentra ya inmerso en la elaboración de un estudio de viabilidad y, si sale adelante, el buque podría estar disponible en la próxima década. Pese a su tamaño, su coste y complejidad son menores que los de otros buques como las fragatas. Las actuales F-110 en construcción en el astillero de Ferrol han supuesto todo un desafío para la industria española y para la propia Armada que no se espera que volviera a suceder en el caso de nuevos portaaeronaves.
Superaría la limitación del Juan Carlos I, que solo permite operar a los cazas con despegue y aterrizaje vertical
Pese a la rapidez de los acontecimientos geopolíticos y la vertiginosa evolución de la tecnología, la Armada trabaja en un detenido plan a medio y largo plazo para definir hacia dónde quiere orientar su crecimiento, las capacidades que necesita y sus objetivos dentro de … la política y seguridad españolas; intentando alejar el foco de lo inmediato.
No en vano, el Jefe de Estado Mayor de la Armada (Ajema), almirante general Antonio Piñeiro, presentó en noviembre del pasado año el documento Armada 2050 que definía el camino que quería seguir la Fuerza Naval española para las próximas décadas. Un documento que el Ajema tuvo un interés personal en que fuera público -y no reservado, como acostumbran a ser documentos militares de este calibre- para coordinar su acción con la industria, la universidad y los medios de comunicación.
El plan Armada 2050 no concreta los medios que la Marina española necesita para cumplir con el plan previsto, aunque sí hay trabajos internos que definen las capacidades deseadas para su incorporación a la flota. Esos estudios definían la aspiración de España de adquirir dos nuevos portaaeronaves LHD similares al Juan Carlos I actualmente en servicio.
Sin embargo, fuentes del sector han revelado que la Armada trabaja ya con la idea de sumar un tercer buque de este tipo a su flota: un portaaviones convencional que permitiera el aterrizaje y despegue de aviones en su cubierta. Sería el primer barco de estas características en servicio en las Fuerzas Armadas españolas y permitiría a España dar un paso al frente en capacidades.
El actual Juan Carlos I solo permite el despegue y aterrizaje en vertical, que se realiza con los aviones de combate Harrier que llevan más de 40 años en servicio y tendrán que ser dados de baja en los próximos años. Su sustitución es uno de los asuntos más apremiantes para la Armada, aunque también uno de los más polémicos para Defensa y en el que se trabaja con mayor discreción. Actualmente en el mercado solo hay un modelo con la capacidad de aterrizaje y despegue vertical, y por tanto de operar en el Juan Carlos I, el F-35 norteamericano fabricado por Lockheed Martin. El Gobierno sin embargo es muy reacio a su compra en su apuesta por la industria nacional y europea y eso deja en el aire que España pueda mantener la capacidad aérea embarcada.
La construcción de un portaaviones convencional permitiría superar esta barrera, ya que abriría el abanico de aviones de combate que podrían estar operativos en la Armada española con capacidad de ser embarcados. Se trataría de un buque que podría llegar a las 40.000 toneladas y con capacidad para entre veinte y treinta aeronaves entre aviones y helicópteros. Navantia se encuentra ya inmerso en la elaboración de un estudio de viabilidad y, si sale adelante, el buque podría estar disponible en la próxima década. Pese a su tamaño, su coste y complejidad son menores que los de otros buques como las fragatas. Las actuales F-110 en construcción en el astillero de Ferrol han supuesto todo un desafío para la industria española y para la propia Armada que no se espera que volviera a suceder en el caso de nuevos portaaeronaves.
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