Contar con una ayuda de los Proder (Programas para el Desarrollo Rural) supuso el empuje definitivo para una idea que rondaba a Pady Miranda desde años atrás: montar una granja escuela en parte de los terrenos de la finca de su abuelo. Tanto ella como sus cuatro hermanos fueron scouts y «la educación en el tiempo libre y las experiencias en el medio rural siempre habían sido muy importantes para nosotros». Era el año 2005. Hasta entonces había trabajado en la Escuela de Ingeniería Agrícola «y sabía cómo funcionaban este tipo de programas». Pensaron «ahora o nunca». Así nació la granja escuela ‘Las Cortas de Blas’ en el municipio vallisoletano de Villalba de los Alcores. Este 2025 cumplen 20 años, un tiempo en el que se han volcado en educar en el cuidado de la naturaleza, los animales «y al otro». «En la sociedad que vivimos no nos damos tiempo para cuidar, mirar, estar con el otro y escuchar. Aquí, en cambio, no hay prisas ni relojes. Que los niños puedan desarrollar esas cualidades de cariño y respeto hacia los demás es la esencia de esta granja escuela y de nuestro trabajo», destaca Pady Miranda al ser preguntada por el espíritu que considera ha mantenido el proyecto. Cuenta que, como ocurre con otras iniciativas, también ha tenido su evolución, y si al principio su objetivo único era que «los niños conocieran el medio rural y permanecieran aquí un tiempo de calidad relacionándose con la naturaleza», con el tiempo -y siempre «manteniendo ese trasfondo»- se dieron cuenta de la influencia que también ejercían en los monitores, jóvenes que suelen tener su primera oportunidad laboral en este espacio de Villalba de los Alcores «pillándoles en un momento importante de su vida», algunos comenzando a entrar en el mercado laboral y otros, a punto de decidir qué carrera quieren estudiar. Durante sus dos décadas de vida también han trabajado por ser un proyecto inclusivo -el año pasado fue nombrado el recurso turístico más accesible de la provincia-. Recuerda esta ingeniera agrícola que el trabajo con niños de distintas capacidades surgió «a raíz de que una madre viniera con su hijo paralítico que no acogían en ningún campamento ». Con el tiempo se han dado cuenta de que fomentar la inclusión, «que al principio no nos planteábamos», es «importante» para todos los niños que llegan a sus instalaciones «Aquí se habla de todo con situaciones reales y todos aprendemos de todos».Más de 8.000 personas pasan cada año por esta granja escuela, gran parte procedentes de colegios. A ellos se suman los que acuden a los campamentos de verano. A partir de febrero comienza a incrementarse el número de usuarios, aunque es en la presente época del año, durante junio, julio y agosto, cuando tienen el mayor pico. En la granja escuela trabajan diez ‘fijos’, a los que pueden sumarse hasta 40 monitores en los meses con más afluencia. El cuidado de los animales -disponen de diez corrales y más de 30 especies- y las actividades de tiempo libre -montar a caballo, tiro con arco, etc.- son las tareas que ocupan principalmente una jornada: «Cuando vienen aquí los niños ya tienen mucha conexión con la naturaleza. Es muy bonita la relación que mantienen con los animales y en afectados por trastornos del espectro autista se ve mucho cuando conectan y sacan lo mejor que tienen».Noticia Relacionada ESCUELAS DE ARTE reportaje Si Cuidar del pasado también es profesión con futuro Henar Díaz Manipular «obra real» desde el minuto cero y grupos reducidos, entre las ventajas de las Enseñanzas Artísticas Superiores de Diseño y de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, cuyos profesores destacan los «resultados excepcionales»Pady disfruta «mucho» de las estancias que se prolongan más de un día «porque te da tiempo a mantener otra relación con los niños» y las noches: «Son mágicas. Hago una relajación con ellos en la que intento que sean conscientes de la suerte que tienen por estar aquí, que sus profes les acompañen y sus padres puedan pagarlo… Ellos participan y sacan lo más bonito que tienen en el alma».Esta granja escuela no es pionera en la provincia. Recuerda que cuando ellos abrieron hacía poco que había cerrado ‘El viejo chopo’, «que todos los profesores recuerdan con gran cariño». Pady mira al futuro «con muchas ganas e ilusión» porque «participar en el crecimiento de tantos niños y adolescentes es muy bonito». Aún así, tienen una batalla pendiente: que la macroplanta solar proyectada en la parcela colindante a sus instalaciones, la mayor proyectada en Castilla y León, cumpla la normativa. Si no lo hace dice que acudirán a la justicia. «Nos parece un ataque muy gordo a esta zona. Se me encoge el alma». Contar con una ayuda de los Proder (Programas para el Desarrollo Rural) supuso el empuje definitivo para una idea que rondaba a Pady Miranda desde años atrás: montar una granja escuela en parte de los terrenos de la finca de su abuelo. Tanto ella como sus cuatro hermanos fueron scouts y «la educación en el tiempo libre y las experiencias en el medio rural siempre habían sido muy importantes para nosotros». Era el año 2005. Hasta entonces había trabajado en la Escuela de Ingeniería Agrícola «y sabía cómo funcionaban este tipo de programas». Pensaron «ahora o nunca». Así nació la granja escuela ‘Las Cortas de Blas’ en el municipio vallisoletano de Villalba de los Alcores. Este 2025 cumplen 20 años, un tiempo en el que se han volcado en educar en el cuidado de la naturaleza, los animales «y al otro». «En la sociedad que vivimos no nos damos tiempo para cuidar, mirar, estar con el otro y escuchar. Aquí, en cambio, no hay prisas ni relojes. Que los niños puedan desarrollar esas cualidades de cariño y respeto hacia los demás es la esencia de esta granja escuela y de nuestro trabajo», destaca Pady Miranda al ser preguntada por el espíritu que considera ha mantenido el proyecto. Cuenta que, como ocurre con otras iniciativas, también ha tenido su evolución, y si al principio su objetivo único era que «los niños conocieran el medio rural y permanecieran aquí un tiempo de calidad relacionándose con la naturaleza», con el tiempo -y siempre «manteniendo ese trasfondo»- se dieron cuenta de la influencia que también ejercían en los monitores, jóvenes que suelen tener su primera oportunidad laboral en este espacio de Villalba de los Alcores «pillándoles en un momento importante de su vida», algunos comenzando a entrar en el mercado laboral y otros, a punto de decidir qué carrera quieren estudiar. Durante sus dos décadas de vida también han trabajado por ser un proyecto inclusivo -el año pasado fue nombrado el recurso turístico más accesible de la provincia-. Recuerda esta ingeniera agrícola que el trabajo con niños de distintas capacidades surgió «a raíz de que una madre viniera con su hijo paralítico que no acogían en ningún campamento ». Con el tiempo se han dado cuenta de que fomentar la inclusión, «que al principio no nos planteábamos», es «importante» para todos los niños que llegan a sus instalaciones «Aquí se habla de todo con situaciones reales y todos aprendemos de todos».Más de 8.000 personas pasan cada año por esta granja escuela, gran parte procedentes de colegios. A ellos se suman los que acuden a los campamentos de verano. A partir de febrero comienza a incrementarse el número de usuarios, aunque es en la presente época del año, durante junio, julio y agosto, cuando tienen el mayor pico. En la granja escuela trabajan diez ‘fijos’, a los que pueden sumarse hasta 40 monitores en los meses con más afluencia. El cuidado de los animales -disponen de diez corrales y más de 30 especies- y las actividades de tiempo libre -montar a caballo, tiro con arco, etc.- son las tareas que ocupan principalmente una jornada: «Cuando vienen aquí los niños ya tienen mucha conexión con la naturaleza. Es muy bonita la relación que mantienen con los animales y en afectados por trastornos del espectro autista se ve mucho cuando conectan y sacan lo mejor que tienen».Noticia Relacionada ESCUELAS DE ARTE reportaje Si Cuidar del pasado también es profesión con futuro Henar Díaz Manipular «obra real» desde el minuto cero y grupos reducidos, entre las ventajas de las Enseñanzas Artísticas Superiores de Diseño y de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, cuyos profesores destacan los «resultados excepcionales»Pady disfruta «mucho» de las estancias que se prolongan más de un día «porque te da tiempo a mantener otra relación con los niños» y las noches: «Son mágicas. Hago una relajación con ellos en la que intento que sean conscientes de la suerte que tienen por estar aquí, que sus profes les acompañen y sus padres puedan pagarlo… Ellos participan y sacan lo más bonito que tienen en el alma».Esta granja escuela no es pionera en la provincia. Recuerda que cuando ellos abrieron hacía poco que había cerrado ‘El viejo chopo’, «que todos los profesores recuerdan con gran cariño». Pady mira al futuro «con muchas ganas e ilusión» porque «participar en el crecimiento de tantos niños y adolescentes es muy bonito». Aún así, tienen una batalla pendiente: que la macroplanta solar proyectada en la parcela colindante a sus instalaciones, la mayor proyectada en Castilla y León, cumpla la normativa. Si no lo hace dice que acudirán a la justicia. «Nos parece un ataque muy gordo a esta zona. Se me encoge el alma».
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Los impulsores de la granja escuela del municipio vallisoletano de Villalba de los Alcores defienden que mantienen la esencia de sus orígenes y destacan su apuesta por la inclusión
Contar con una ayuda de los Proder (Programas para el Desarrollo Rural) supuso el empuje definitivo para una idea que rondaba a Pady Miranda desde años atrás: montar una granja escuela en parte de los terrenos de la finca de su abuelo. Tanto ella como sus cuatro hermanos fueron scouts y «la educación en el tiempo libre y las experiencias en el medio rural siempre habían sido muy importantes para nosotros». Era el año 2005. Hasta entonces había trabajado en la Escuela de Ingeniería Agrícola «y sabía cómo funcionaban este tipo de programas». Pensaron «ahora o nunca». Así nació la granja escuela ‘Las Cortas de Blas’ en el municipio vallisoletano de Villalba de los Alcores. Este 2025 cumplen 20 años, un tiempo en el que se han volcado en educar en el cuidado de la naturaleza, los animales «y al otro».
«En la sociedad que vivimos no nos damos tiempo para cuidar, mirar, estar con el otro y escuchar. Aquí, en cambio, no hay prisas ni relojes. Que los niños puedan desarrollar esas cualidades de cariño y respeto hacia los demás es la esencia de esta granja escuela y de nuestro trabajo», destaca Pady Miranda al ser preguntada por el espíritu que considera ha mantenido el proyecto. Cuenta que, como ocurre con otras iniciativas, también ha tenido su evolución, y si al principio su objetivo único era que «los niños conocieran el medio rural y permanecieran aquí un tiempo de calidad relacionándose con la naturaleza», con el tiempo -y siempre «manteniendo ese trasfondo»- se dieron cuenta de la influencia que también ejercían en los monitores, jóvenes que suelen tener su primera oportunidad laboral en este espacio de Villalba de los Alcores «pillándoles en un momento importante de su vida», algunos comenzando a entrar en el mercado laboral y otros, a punto de decidir qué carrera quieren estudiar. Durante sus dos décadas de vida también han trabajado por ser un proyecto inclusivo -el año pasado fue nombrado el recurso turístico más accesible de la provincia-. Recuerda esta ingeniera agrícola que el trabajo con niños de distintas capacidades surgió «a raíz de que una madre viniera con su hijo paralítico que no acogían en ningún campamento ». Con el tiempo se han dado cuenta de que fomentar la inclusión, «que al principio no nos planteábamos», es «importante» para todos los niños que llegan a sus instalaciones «Aquí se habla de todo con situaciones reales y todos aprendemos de todos».
Más de 8.000 personas pasan cada año por esta granja escuela, gran parte procedentes de colegios. A ellos se suman los que acuden a los campamentos de verano. A partir de febrero comienza a incrementarse el número de usuarios, aunque es en la presente época del año, durante junio, julio y agosto, cuando tienen el mayor pico. En la granja escuela trabajan diez ‘fijos’, a los que pueden sumarse hasta 40 monitores en los meses con más afluencia. El cuidado de los animales -disponen de diez corrales y más de 30 especies- y las actividades de tiempo libre -montar a caballo, tiro con arco, etc.- son las tareas que ocupan principalmente una jornada: «Cuando vienen aquí los niños ya tienen mucha conexión con la naturaleza. Es muy bonita la relación que mantienen con los animales y en afectados por trastornos del espectro autista se ve mucho cuando conectan y sacan lo mejor que tienen».
Pady disfruta «mucho» de las estancias que se prolongan más de un día «porque te da tiempo a mantener otra relación con los niños» y las noches: «Son mágicas. Hago una relajación con ellos en la que intento que sean conscientes de la suerte que tienen por estar aquí, que sus profes les acompañen y sus padres puedan pagarlo… Ellos participan y sacan lo más bonito que tienen en el alma».
Esta granja escuela no es pionera en la provincia. Recuerda que cuando ellos abrieron hacía poco que había cerrado ‘El viejo chopo’, «que todos los profesores recuerdan con gran cariño». Pady mira al futuro «con muchas ganas e ilusión» porque «participar en el crecimiento de tantos niños y adolescentes es muy bonito». Aún así, tienen una batalla pendiente: que la macroplanta solar proyectada en la parcela colindante a sus instalaciones, la mayor proyectada en Castilla y León, cumpla la normativa. Si no lo hace dice que acudirán a la justicia. «Nos parece un ataque muy gordo a esta zona. Se me encoge el alma».
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