La entrada de Bertha Russell en un Metropolitan hasta la bandera, con la asistencia del duque de Buckingham en su palco, fue el clímax de la segunda temporada: había derrotado a Lina Astor, su principal detractora, y se había legitimado como abeja reina de Nueva York a pesar de ser una nueva rica.
El divorcio de un personaje secundario obliga a diseccionar la situación de vulnerabilidad de las mujeres ante el matrimonio
La entrada de Bertha Russell en un Metropolitan hasta la bandera, con la asistencia del duque de Buckingham en su palco, fue el clímax de la segunda temporada: había derrotado a Lina Astor, su principal detractora, y se había legitimado como abeja reina de Nueva York a pesar de ser una nueva rica.
La escena sirvió como declaración de intenciones definitiva para los espectadores despistados: el creador de La edad dorada puede ser Julian Fellowes, el mismo que firmó Downton Abbey, pero en este drama de época las maquinaciones sociales están por encima de las tramas románticas.

HBO Max
En la tercera temporada, que llega este lunes en HBO Max, la señora Russell tiene su atención centrada en las perspectivas matrimoniales de Gladys, a quien proyecta como futura mujer del noble inglés. Esto causa tensión con George, que había jurado a su hija que se podría casar por amor y que se encuentra más obstáculos de los previstos en su empresa: conectar Nueva York, Chicago y California con su línea ferroviaria.
Al otro lado de la calle, en casa de los Van Rhijn, Agnes no lleva bien su ruina financiera y que su hermana Ada ahora sea la señora de la casa, y Marian, en secreto, disfruta de su relación con Larry.

HBO Max
Sin embargo, un personaje satélite es el que ayuda a empaquetar una temporada sólida en lo conceptual. Aurora Fane, interpretada por Kelli O’Hara, recibe una petición de divorcio. Las normas sociales indican que, a pesar de no haber hecho nada moralmente reprobable y ser una buena amiga, tiene que ser desterrada de cualquier evento.
Este conflicto, junto al posible matrimonio concertado de Gladys, permite a La edad dorada reflexionar sobre la institución del matrimonio en el siglo XIX. Para las mujeres, se trata de un contrato donde ellas tienen que obrar desde una posición vulnerable. De no salir bien la unión, son las principales perjudicadas. Fellowes, que mira el pasado desde el presente, intenta no dejarse llevar por una pulsión moralista.

HBO Max
Otros aciertos de la temporada son la profundización de la situación de Oscar (Blake Ritson), que se debe construir un futuro en sociedad a pesar de ser homosexual, o un tratamiento más cohesionado de las tramas de Peggy. Si hasta ahora las tramas raciales no gozaban de naturalidad, como si fueran un trámite para evitar las críticas por tener un elenco totalmente caucásico, el personaje por fin cobra vida, ya sea a través de su activismo por el sufragio femenino, la aparición de un nuevo pretendiente o que tiene más minutos (y cariño).
El servicio de ambas casas continúa desdibujado por falta de tiempo y exceso de personajes. Los entresijos empresariales de George no tienen apenas interés y las artimañas de Bertha, si bien disfrutables, no tienen el impacto dramático de Downton Abbey en los viejos tiempos. Y, por tardar más de un año y medio en volver, se tiene que lamentar que la dirección sea convencional y previsible, sin ideas más allá de los vestidos y mansiones.

HBO Max
Pero, si alguien busca un drama de época correcto, La edad dorada es accesible, cuidada, agradable y con un reparto sin eslabones débiles con colosos interpretativos como Christine Baranski, Carrie Coon, Cynthia Nixon o Audrey McDonald.
Series