Como los misiles y bombas, el hambre puede ser un arma de guerra.
Israel sume a la franja en una crisis inédita utilizando el hambre como arma de guerra
Como los misiles y bombas, el hambre puede ser un arma de guerra.
Una prueba es Gaza, donde Israel está impidiendo deliberadamente el acceso a los alimentos a la población civil en el marco de su ofensiva militar, la cual ya suma más de 60.000 muertos según las autoridades locales. El ejército hebreo no solo restringe la entrada de ayuda humanitaria en la franja, sino que, como denunciaba el lunes la oenegé israelí B’Tselem, ha “destruido sistemáticamente gran parte de la infraestructura que permite producir alimentos locales”. Así, a finales del año pasado, el 95% del ganado había sido erradicado; y según datos de abril, más del 80% de las áreas de cultivo gazatíes están dañadas.
Las consecuencias de esta estrategia se están revelando catastróficas para los más de 2 millones de habitantes de Gaza. La Clasificación Integrada de Fases de la Seguridad Alimentaria, el sistema de referencia sobre crisis alimentarias, alertó ayer de que en la franja se está produciendo “el peor escenario de hambruna”. Según esta entidad respaldada por la ONU, el acceso a alimentos en el enclave palestino “se ha desplomado a niveles sin precedentes”. Uno de cada tres gazatíes ya pasa varios días seguidos sin comer. Más de 20.000 niños han sido ingresados por desnutrición aguda desde abril. Y las muertes causadas por inanición no paran de crecer.
La ONU lanza la alerta: en el enclave palestino ya se está desarrollando el “peor escenario de hambruna”
Gaza no es el único lugar en conflicto del mundo azotado por el hambre. En otros países como Yemen, Sudán, Sudán del Sur o Birmania también se vive una situación crítica. Pero, como revela el último informe Puntos críticos de hambre de la FAO y el Programa Mundial de Alimentos, publicado la semana pasada, el enclave palestino es el único territorio en el que el 100% de la población se encuentra en riesgo serio de hambruna.
“Lo que sucede en Gaza es un capítulo aparte”, dice el analista de conflictos Vicenç Fisas, quien ha abordado el uso del hambre como arma política en el ensayo Matar de hambre (Icaria, 2020). “La franja es un territorio pequeño, pero con una gran densidad de población. A nivel relativo, lo que está pasando ahí no está pasando en ningún otro punto del mundo”, detalla el experto, quien no duda en atribuir la actual crisis humanitaria a un plan calculado de Israel: “Es una estrategia planificada desde hace años, no es algo nuevo. Y ahora estamos en la etapa final”. Un plan que, según Fisas, obedece a una motivación política: “Impedir que la creación del Estado palestino sea posible” y “vaciar completamente Gaza para convertirlo en un territorio más de Israel” .
Para Karlos Pérez de Armiño, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad del País Vasco y especialista en acción humanitaria, el caso de Gaza también se distingue de otros por los ataques deliberados a las oenegés: “Israel ha atacado tanto los trabajadores de las organizaciones humanitarias como a sus instalaciones. Por ejemplo, los depósitos de alimentos de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados. Eso parece que se ha hecho para socavar las capacidades del sistema internacional humanitario, incluso para criminalizarlo”.
Otro rasgo distintivo, dice este experto, es la dimensión geopolítica del conflicto: “Lo que estamos viendo en Gaza revela cuál es el umbral de lo admisible en la llamada comunidad internacional. Vemos que se puede violar el derecho internacional, usar el hambre como arma de guerra con total impunidad. Y eso igual no se hubiera podido hacer en otro país”. En ese sentido, Pérez de Armiño recuerda que Occidente mantiene estrechos lazos militares y de seguridad con Israel, y que EE.UU., el principal valedor del Estado hebreo, “ha vetado hasta en seis ocasiones en el Consejo de Seguridad de la ONU propuestas de resolución que pedían el alto el fuego y la entrada de ayuda en Gaza”.
Independientemente de cómo se resuelva la actual crisis, el uso del hambre como arma de guerra –una práctica condenada tanto por la ONU como por la Corte Penal Internacional– va a dejar una cicatriz profunda en Gaza.
Como explica Fisas, más allá de las víctimas mortales, “el hambre provoca efectos negativos a nivel físico y cognitivo”, por lo que, incluso aunque haya una recuperación de los niveles nutricionales en breve, aquellos que sobrevivan sufrirán secuelas. A ello, dice Pérez de Armiño, se suma “la fragmentación de la estructura familiar y comunitaria”, consecuencia de las tensiones sociales generadas por el bloqueo israelí. Y luego, añade este investigador, están las consecuencias políticas: “Lo que está haciendo Israel en el fondo es sembrar una semilla de odio que va a durar generaciones. Esta población joven que ya estaba en una situación de desesperanza probablemente abrazará un ideal mucho más radical que el de Hamas”.
Internacional