Pocas series han tenido la presión de La casa nostra de 3Cat. Como cuenta con Dani de la Orden y Eduard Sola tras haber colaborado en La casa en flames, el último gran fenómeno del cine catalán, se le atribuye la necesidad de ser un éxito masivo e instantáneo. Ellos no son los únicos creadores: también están Dani Amor, autor de la fantástica Drama, y Oriol Pérez, que escribió en la misma serie. Además, al recuperar el formato de la sitcom tradicional con público en directo y encima ambientada en el Eixample de Barcelona, el paralelismo es obvio: tiene que ser la nueva Plats Bruts, posiblemente la serie más popular de Catalunya, nuestra Friends.
Intentar ser la nueva ‘Plats bruts’ es una misión imposible pero la nueva sitcom de 3Cat prueba que puede ser simpática desde su lanzamiento
Pocas series han tenido la presión de La casa nostra de 3Cat. Como cuenta con Dani de la Orden y Eduard Sola tras haber colaborado en La casa en flames, el último gran fenómeno del cine catalán, se le atribuye la necesidad de ser un éxito masivo e instantáneo. Ellos no son los únicos creadores: también están Dani Amor, autor de la fantástica Drama, y Oriol Pérez, que escribió en la misma serie. Además, al recuperar el formato de la sitcom tradicional con público en directo y encima ambientada en el Eixample de Barcelona, el paralelismo es obvio: tiene que ser la nueva Plats Bruts, posiblemente la serie más popular de Catalunya, nuestra Friends.
En esta nueva comedia, Miqui (Marc Rius) y Eric (Adrian Grösser) son buenos compañeros de piso a pesar de tener caracteres opuestos. Pero su tranquilidad se altera cuando se instalan en el piso tanto el padre de Miqui (Albert Ribalta) como su madre (Llum Barrera), que llevan años separados, no se soportan pero necesitan un techo por distintas razones. En paralelo, además, se instala Berta (Paula Malia) en el mismo rellano, una mujer tan extremadamente inteligente como inepta en las relaciones sociales, a quien Candela (Betsy Túrnez), la dueña del bar de abajo, convence para que sean compañeras de piso.
En la presentación, como suele ocurrir en el formato, se notan los mecanismos del guion para introducir los caracteres de los personajes y qué clase de relaciones se explorarán. El elemento más estridente posiblemente sea la introducción de la vecina, que no sabe cocinar una tortilla mientras menciona leyes de la física: es tan versión femenina de Sheldon Cooper que se ve forzada. Pero la sitcom clásica, por lo general, requiere tiempo para afilar las dinámicas, para ver cómo reacciona el público y para intuir cómo construir cómicamente los personajes a base de prueba y error.
Los creadores mencionan problemáticas del día a día en Barcelona (desde las alusiones a los turistas a los problemas con la vivienda) pero entendiendo que su código es el de la sitcom, que aquí no tenemos un tratado social. Su acierto, en realidad, es cómo la obra se relaciona desde la cercanía, como si hablase de tú a tú al espectador (posiblemente porque los catalanes tenemos poca ficción que nos interpele directamente).
Se ve el potencial de las dinámicas de personajes: quizá algunas de forma más mecánica, como el triángulo amoroso que podría haber esperado a más adelante, y otras con curiosidad, como el enfrentamiento constante pero con matices entre los personajes de Ribalta y Barrera. Es simpática, lo que ya es mucho para una primera temporada, con Betsy Túrnez como alumna aventajada (este es su gran año, si tenemos en cuenta lo versátil y emotiva que está en Pubertat de Leticia Dolera).
La casa nostra, sin que sea necesariamente su propósito, muestra hasta qué punto a veces infravaloramos lo reconocible, la familiaridad, por lo menos para un sector del público. No parece querer ser la mejor pero sí una especie de ficción-amiga. Y, de momento, tiene el potencial para convertirse exactamente en esto.
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