Uruguay, el país con más vacas que personas, enfrenta uno de los fraudes financieros más grandes de su historia reciente. Bajo la fachada de una inversión segura y productiva, miles de personas apostaron sus ahorros a un modelo que parecía infalible: poner dinero en ganado que se criaría y vendería con ganancia asegurada. Pero las vacas, en muchos casos, nunca existieron. Y el negocio terminó siendo un engaño. Otra estafa piramidal.
Promesas de rentabilidad y ganado que nunca existió generan millones de dólares en pérdidas para las víctimas
Uruguay, el país con más vacas que personas, enfrenta uno de los fraudes financieros más grandes de su historia reciente. Bajo la fachada de una inversión segura y productiva, miles de personas apostaron sus ahorros a un modelo que parecía infalible: poner dinero en ganado que se criaría y vendería con ganancia asegurada. Pero las vacas, en muchos casos, nunca existieron. Y el negocio terminó siendo un engaño. Otra estafa piramidal.
La empresa Conexión Ganadera, fundada en 1999, ofrecía sobre el papel una fórmula tentadora: captaba fondos de inversores –principalmente locales y argentinos–, compraban el equivalente en vacas, un productor las engordaba y luego se vendían a un precio mayor. A cambio, el inversor recibía un porcentaje fijo de rentabilidad, que en los inicios rondaba el 20% anual en dólares, que el inversor recibía satisfecho. Sin embargo, avanzado el tiempo las tasas empezaron a oscilar entre el 7% y el 11% también anual, según explicó la BBC. Durante años, el modelo parecía funcionar. Pagaban puntualmente a los inversores y mantenían una imagen de empresa seria, respaldada incluso por figuras públicas y medios de comunicación.

Txus Sartorio
A comienzos de este año, la burbuja estalló: la firma anunció que no podía cumplir con sus compromisos. Tenía pasivos por unos 400 millones de dólares, pero activos por apenas 150. Según declaró la investigación judicial en curso a la BBC, la empresa fue dejando de comprar ganado y usaba el dinero de los nuevos inversores para pagar a los más antiguos.
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Uno de los aspectos más criticados del caso es que este tipo de inversiones no estaban reguladas por el Banco Central del Uruguay. Cuando el organismo lanzó advertencias, las empresas modificaron los contratos para que no se consideraran productos financieros, sino productivos. De esta manera, evitaron el control estatal.
Los investigadores del caso señalaron que el dinero de los inversores no se usaba para comprar ganado, sino que financiaba la compra de frigoríficos, terrenos, autos de alta gama, desarrollos inmobiliarios y cuentas en el extranjero, incluso en paraísos fiscales como Andorra. Se ha calculado que hasta el 75% de los inversores no tenía ni una sola vaca registrada a su nombre.
Se ha calculado que hasta el 75% de los inversores no tenía ni una sola vaca registrada a su nombre
Uno de los episodios más oscuros del caso fue el suicidio de Gustavo Basso, uno de los fundadores de Conexión Ganadera, que estrelló su auto deliberadamente a 211 kilómetros. Su socio, Pablo Carrasco, negó estar al corriente de los manejos ilegales: dijo que desconocía lo que pasaba y que solo se ocupaba del área ganadera. Con Basso muerto, nadie puede confirmar ni desmentir su versión.
Las pérdidas se estiman en 350 millones de dólares. Decenas de personas han visto esfumarse los ahorros de toda su vida. Uruguay, uno de los países con mayor tradición ganadera del mundo, enfrenta ahora el desafío de reconstruir la confianza en un sector clave de su economía.
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