Muchos recuerdan aún el verano de 2006 en Barcelona, un mes negro —entre el 10 de junio y el 3 de julio— en el que una mujer puso a la ciudad entera en alerta. Remedios Sánchez, de 50 años entonces, se dedicó a asaltar a ancianas en sus pisos para arrebatarles sus pertenencias y jugarse buena parte del botín en las máquinas tragaperras. A tres de ellas las mató, y a otras cinco las dejó malheridas.Su escasa conciencia forense facilitó que los Mossos d’Esquadra —que entonces comenzaban a tomar el relevo de la Policía Nacional y de la Guardia Civil en Cataluña— acabaran dando con ella. Unas cuantas huellas dactilares, las imágenes captadas por cámaras de seguridad y el testimonio de algunas de las ancianas supervivientes fueron claves no solo para detener a quien la prensa acabaría bautizando como la ‘matayayas’, sino también para una condena con escasos precedentes: un total de 144 años, que el tribunal de la Audiencia Provincial de Barcelona justificó por la «abundante y contundente prueba de cargo» y porque esta asesina en serie «realizaba sus planes con total desprecio a la vida».Con esta sentencia, dictada en 2008, el horizonte vital de Remedios Sánchez, natural de Boimorto (La Coruña) pero residente desde hacía años en la capital catalana, quedó limitado a una existencia entre rejas, solo oxigenada por eventuales permisos por buena conducta. El último de ellos lo usó, supuestamente, para volver a matar casi 20 años después.Los primeros años de condena los pasó en la prisión barcelonesa de Brians. No daba problemas a los funcionarios y llegó a ser encargada del comedor del centro penitenciario. Su buena conducta le facilitó el traslado, hace una década, a la cárcel de Teixeiro, en La Coruña, cerca de su localidad natal. Fue en este centro donde, el pasado 8 de octubre, fue detenida y acusada de un nuevo delito de asesinato. Su presunta víctima: una nonagenaria de la capital herculina, a la que habría matado aprovechándose de siete días de permiso. Las alarmas saltaron en pleno velatorio de Carmiña G. V., cuando alguien cuestionó que se tratara de una muerte natural, como había certificado el 112. A la familia le sorprendió que algunos vecinos comentaran que, pese a lo desconfiada que era, en los últimos días se la había visto acompañada de una mujer desconocida en el barrio.Un velatorio paralizadoRevisando las cámaras de seguridad del edificio comprobaron que el día de la muerte la víctima había estado con ella. El velatorio se paralizó. Las primeras indagaciones de la Policía Nacional, explican fuentes próximas al caso, dieron frutos rápidamente y los condujeron hasta una peligrosa criminal que llevaba veinte años a la sombra. La autopsia determinó que la anciana había sido asfixiada y presentaba contusiones compatibles con una muerte violenta. A partir de ahí, los agentes identificaron a Remedios Sánchez gracias a una huella recogida en un punto donde las cámaras la situaban ese día. Fue detenida en la lavandería de la cárcel, ya de regreso tras su cuarto permiso de siete días.El análisis de la escena del crimen también sirvió para apuntalar la teoría de los investigadores, que ahora indagan en los pasos de Remedios durante permisos anteriores. La víctima fue encontrada en el baño de su vivienda, que no había sido forzada, y fue asfixiada con una prenda de ropa. El mismo modus operandi que la ‘matayayas’ desplegó durante el verano de 2006 en los ocho ataques a ancianas que se le imputan en Barcelona.Carmiña, la cuarta víctima mortal Usó el mismo ‘modus operandi’ que en sus ataques en Barcelona: ganarse la confianza de las ancianas para asfixiarlas en sus pisosA la espera de avances en la investigación del último crimen, la sentencia de la Audiencia de Barcelona, dictada hace ya 17 años, subrayaba que la acusada era plenamente consciente de sus actos y que no existía en su conducta delictiva indicio alguno de alteraciones mentales: «No padecía ningún tipo de adicción ni ninguna alteración psíquica». «Los peritos ampliamente interrogados pusieron de manifiesto que la procesada presenta una inteligencia dentro de la normalidad y no presenta ni enfermedad mental ni trastorno«, detallaba el tribunal. Diagnosticada o no, lo cierto es que las máquinas tragaperras de bares y bingos de Barcelona tenían en Remedios a una clienta habitual. Aunque, según detallaron a ABC fuentes cercanas, al menos en su etapa barcelonesa ella siempre negó esa supuesta ludopatía. Jugando en una máquina tragaperras estaba también cuando los investigadores le echaron el guante en Barcelona. En los Mossos, un cuerpo aún con poca experiencia en investigación criminal, crecía el nerviosismo. Era 2006 y un asesino en serie —tardaron unos días en descubrir que era una mujer, pues la forma en que las mataba, asfixiándolas, era más propia de un hombre— andaba suelto. Que volviera a actuar era cuestión de tiempo. Por ello, decidieron convocar una rueda de prensa, aun con el riesgo de provocar pánico en la ciudad o la huida de la asesina, para avisar a las mujeres mayores de Barcelona : bajo ningún concepto abran la puerta a desconocidos.Noticias relacionadas estandar No Tres jóvenes serán juzgados por el asesinato a navajazos de Yoel Quispe en 2023 en La Coruña Jesús Hierro reportaje No Vive en Galicia tras cumplir condena Hay un asesino en serie en mi aldea Patricia AbetEl poco cuidado con el que Remedios Sánchez actuaba les ayudó. En plenas pesquisas por la cadena de crímenes, la asesina cometió un error fatal: dejar los datos de su tarjeta bancaria en un bingo. Su afición al juego comenzaba a ser una pista más que fiable. La noche de su captura —’La Reme’ solía actuar a partir de las siete de la tarde— los Mossos desplegaron 300 agentes en la ciudad, con especial atención a locales de juego. Y quiso el azar que fuese el propio responsable de la División de Investigación Criminal (DIC) de los Mossos, que patrullaba como uno más, quien diese con la mujer más buscada de Barcelona en aquel momento. Aquel policía era Josep Lluís Trapero, quien casi quince años después sería juzgado —y finalmente absuelto— por su supuesta implicación en el ‘procés’.De forma aleatoria, el jefe de la DIC y su compañero pararon el coche y entraron en un pequeño salón de juego. Allí estaba la ‘matayayas’, tan absorta metiendo monedas en la tragaperras que apenas reaccionó cuando Trapero y su compañero se acercaron y le preguntaron si era Remedios Sánchez. Dos décadas después los policías gallegos también tomaron nota de la conocida afición al juego de Remedios para investigar el crimen de Carmiña. Indagan si la ‘matayayas’ pudo haber apostado parte del dinero robado en algún local cercano a la zona de Monelos. Lo que sí parece claro es que para ganarse la confianza de Carmiña y acabar con su vida, a la asesina en serie le bastaron los siete días de permiso ordinario —no era el primero que se le concedía— autorizados por un juzgado de Vigilancia Penitenciaria tras los informes positivos de la junta de tratamiento de la cárcel coruñesa de Teixeiro.Al bingo después de matar Investigan si tras matar a Carmiña fue a jugar a las tragaperras, una adicción que, al menos en su etapa en Barcelona, ella nunca asumióEn el vecindario de Carmiña —una mujer con hijos y nietos que la visitaban a diario, y que había regentado, a pocos metros de su casa, una papelería— , muchos se preguntan cómo es posible que, con su historial delictivo, Remedios Sánchez pudiera disfrutar de permisos penitenciarios. Una decisión colegiada —la de abrirle por unos días las puertas de la prisión— sobre la que, sin duda, los responsables ya reflexionan.Una anciana en silla de ruedas pasa delante del portal de la avenida Monelos de La Coruña donde vivía la víctima Miguel MuñizEn el barrio se sorprenden también de que Remedios Sánchez pudiera entrar en casa de una nonagenaria como Carmiña, «que no le abría la puerta ni al cartero». Pero lo cierto es que a la ‘matayayas’ no le costaba ganarse la confianza de sus víctimas y aprovecharse «de la bondad e ingenuidad» de «ancianas que no podían defenderse», tal y como señaló la Audiencia Provincial de Barcelona en un fallo que detalla sus tropelías.Se desconoce aún cuál fue la treta que usó para persuadir a su última víctima, pero en sus crímenes en Barcelona las excusas eran tan simples como efectivas: pedir una tirita, hacerse pasar por vecina afectada por un escape de gas, o llevar una botella para rellenar.Fría y manipuladoraEse trato superficialmente dulce y afable facilitaba sin duda sus macabros objetivos. Una cordialidad de la que también daban cuenta los clientes del bar del Ensanche de Barcelona donde trabajaba y era conocida como ‘la gallega’. Pero esa afabilidad de Remedios Sánchez escondía una marcada «dureza emocional» y una gran dificultad para asumir responsabilidades. «Era una persona difícil, fría y calculadora, manipuladora, de difícil conversación, malpensada, con apariencia de persona tranquila, pero con un fondo violento evidente», describen agentes jurídicos que la conocieron bien en su etapa barcelonesa. Este perfil coincide con el que los funcionarios de prisiones consultados por este diario trazan ahora de la reclusa. De ella destacan su exquisito comportamiento con el personal: «No ha tenido ningún incidente y tiene cero expedientes disciplinarios», resaltan. Sin embargo, no goza de buena fama entre las demás internas. «No por sus delitos, sino por su personalidad autoritaria, con fama de malmeter y de enredar entre ellas». Tras su última detención, permanece apartada en el módulo de enfermería por seguridad.Quedan otras preguntas en el aire que ni los operadores jurídicos que mejor la conocen logran responder del todo: ¿seleccionaba a sus víctimas sólo por su vulnerabilidad? Si el móvil era jugarse el botín en las tragaperras, ¿por qué las mataba? Muchas de las mujeres eran humildes, el dinero robado apenas unos billetes, y las joyas, de escaso valor. Con una nueva investigación en marcha, y a la espera de que preste declaración ante la juez instructora, Remedios enfila los 70 años, la misma edad que algunas de las mujeres que asesinó. Muchos recuerdan aún el verano de 2006 en Barcelona, un mes negro —entre el 10 de junio y el 3 de julio— en el que una mujer puso a la ciudad entera en alerta. Remedios Sánchez, de 50 años entonces, se dedicó a asaltar a ancianas en sus pisos para arrebatarles sus pertenencias y jugarse buena parte del botín en las máquinas tragaperras. A tres de ellas las mató, y a otras cinco las dejó malheridas.Su escasa conciencia forense facilitó que los Mossos d’Esquadra —que entonces comenzaban a tomar el relevo de la Policía Nacional y de la Guardia Civil en Cataluña— acabaran dando con ella. Unas cuantas huellas dactilares, las imágenes captadas por cámaras de seguridad y el testimonio de algunas de las ancianas supervivientes fueron claves no solo para detener a quien la prensa acabaría bautizando como la ‘matayayas’, sino también para una condena con escasos precedentes: un total de 144 años, que el tribunal de la Audiencia Provincial de Barcelona justificó por la «abundante y contundente prueba de cargo» y porque esta asesina en serie «realizaba sus planes con total desprecio a la vida».Con esta sentencia, dictada en 2008, el horizonte vital de Remedios Sánchez, natural de Boimorto (La Coruña) pero residente desde hacía años en la capital catalana, quedó limitado a una existencia entre rejas, solo oxigenada por eventuales permisos por buena conducta. El último de ellos lo usó, supuestamente, para volver a matar casi 20 años después.Los primeros años de condena los pasó en la prisión barcelonesa de Brians. No daba problemas a los funcionarios y llegó a ser encargada del comedor del centro penitenciario. Su buena conducta le facilitó el traslado, hace una década, a la cárcel de Teixeiro, en La Coruña, cerca de su localidad natal. Fue en este centro donde, el pasado 8 de octubre, fue detenida y acusada de un nuevo delito de asesinato. Su presunta víctima: una nonagenaria de la capital herculina, a la que habría matado aprovechándose de siete días de permiso. Las alarmas saltaron en pleno velatorio de Carmiña G. V., cuando alguien cuestionó que se tratara de una muerte natural, como había certificado el 112. A la familia le sorprendió que algunos vecinos comentaran que, pese a lo desconfiada que era, en los últimos días se la había visto acompañada de una mujer desconocida en el barrio.Un velatorio paralizadoRevisando las cámaras de seguridad del edificio comprobaron que el día de la muerte la víctima había estado con ella. El velatorio se paralizó. Las primeras indagaciones de la Policía Nacional, explican fuentes próximas al caso, dieron frutos rápidamente y los condujeron hasta una peligrosa criminal que llevaba veinte años a la sombra. La autopsia determinó que la anciana había sido asfixiada y presentaba contusiones compatibles con una muerte violenta. A partir de ahí, los agentes identificaron a Remedios Sánchez gracias a una huella recogida en un punto donde las cámaras la situaban ese día. Fue detenida en la lavandería de la cárcel, ya de regreso tras su cuarto permiso de siete días.El análisis de la escena del crimen también sirvió para apuntalar la teoría de los investigadores, que ahora indagan en los pasos de Remedios durante permisos anteriores. La víctima fue encontrada en el baño de su vivienda, que no había sido forzada, y fue asfixiada con una prenda de ropa. El mismo modus operandi que la ‘matayayas’ desplegó durante el verano de 2006 en los ocho ataques a ancianas que se le imputan en Barcelona.Carmiña, la cuarta víctima mortal Usó el mismo ‘modus operandi’ que en sus ataques en Barcelona: ganarse la confianza de las ancianas para asfixiarlas en sus pisosA la espera de avances en la investigación del último crimen, la sentencia de la Audiencia de Barcelona, dictada hace ya 17 años, subrayaba que la acusada era plenamente consciente de sus actos y que no existía en su conducta delictiva indicio alguno de alteraciones mentales: «No padecía ningún tipo de adicción ni ninguna alteración psíquica». «Los peritos ampliamente interrogados pusieron de manifiesto que la procesada presenta una inteligencia dentro de la normalidad y no presenta ni enfermedad mental ni trastorno«, detallaba el tribunal. Diagnosticada o no, lo cierto es que las máquinas tragaperras de bares y bingos de Barcelona tenían en Remedios a una clienta habitual. Aunque, según detallaron a ABC fuentes cercanas, al menos en su etapa barcelonesa ella siempre negó esa supuesta ludopatía. Jugando en una máquina tragaperras estaba también cuando los investigadores le echaron el guante en Barcelona. En los Mossos, un cuerpo aún con poca experiencia en investigación criminal, crecía el nerviosismo. Era 2006 y un asesino en serie —tardaron unos días en descubrir que era una mujer, pues la forma en que las mataba, asfixiándolas, era más propia de un hombre— andaba suelto. Que volviera a actuar era cuestión de tiempo. Por ello, decidieron convocar una rueda de prensa, aun con el riesgo de provocar pánico en la ciudad o la huida de la asesina, para avisar a las mujeres mayores de Barcelona : bajo ningún concepto abran la puerta a desconocidos.Noticias relacionadas estandar No Tres jóvenes serán juzgados por el asesinato a navajazos de Yoel Quispe en 2023 en La Coruña Jesús Hierro reportaje No Vive en Galicia tras cumplir condena Hay un asesino en serie en mi aldea Patricia AbetEl poco cuidado con el que Remedios Sánchez actuaba les ayudó. En plenas pesquisas por la cadena de crímenes, la asesina cometió un error fatal: dejar los datos de su tarjeta bancaria en un bingo. Su afición al juego comenzaba a ser una pista más que fiable. La noche de su captura —’La Reme’ solía actuar a partir de las siete de la tarde— los Mossos desplegaron 300 agentes en la ciudad, con especial atención a locales de juego. Y quiso el azar que fuese el propio responsable de la División de Investigación Criminal (DIC) de los Mossos, que patrullaba como uno más, quien diese con la mujer más buscada de Barcelona en aquel momento. Aquel policía era Josep Lluís Trapero, quien casi quince años después sería juzgado —y finalmente absuelto— por su supuesta implicación en el ‘procés’.De forma aleatoria, el jefe de la DIC y su compañero pararon el coche y entraron en un pequeño salón de juego. Allí estaba la ‘matayayas’, tan absorta metiendo monedas en la tragaperras que apenas reaccionó cuando Trapero y su compañero se acercaron y le preguntaron si era Remedios Sánchez. Dos décadas después los policías gallegos también tomaron nota de la conocida afición al juego de Remedios para investigar el crimen de Carmiña. Indagan si la ‘matayayas’ pudo haber apostado parte del dinero robado en algún local cercano a la zona de Monelos. Lo que sí parece claro es que para ganarse la confianza de Carmiña y acabar con su vida, a la asesina en serie le bastaron los siete días de permiso ordinario —no era el primero que se le concedía— autorizados por un juzgado de Vigilancia Penitenciaria tras los informes positivos de la junta de tratamiento de la cárcel coruñesa de Teixeiro.Al bingo después de matar Investigan si tras matar a Carmiña fue a jugar a las tragaperras, una adicción que, al menos en su etapa en Barcelona, ella nunca asumióEn el vecindario de Carmiña —una mujer con hijos y nietos que la visitaban a diario, y que había regentado, a pocos metros de su casa, una papelería— , muchos se preguntan cómo es posible que, con su historial delictivo, Remedios Sánchez pudiera disfrutar de permisos penitenciarios. Una decisión colegiada —la de abrirle por unos días las puertas de la prisión— sobre la que, sin duda, los responsables ya reflexionan.Una anciana en silla de ruedas pasa delante del portal de la avenida Monelos de La Coruña donde vivía la víctima Miguel MuñizEn el barrio se sorprenden también de que Remedios Sánchez pudiera entrar en casa de una nonagenaria como Carmiña, «que no le abría la puerta ni al cartero». Pero lo cierto es que a la ‘matayayas’ no le costaba ganarse la confianza de sus víctimas y aprovecharse «de la bondad e ingenuidad» de «ancianas que no podían defenderse», tal y como señaló la Audiencia Provincial de Barcelona en un fallo que detalla sus tropelías.Se desconoce aún cuál fue la treta que usó para persuadir a su última víctima, pero en sus crímenes en Barcelona las excusas eran tan simples como efectivas: pedir una tirita, hacerse pasar por vecina afectada por un escape de gas, o llevar una botella para rellenar.Fría y manipuladoraEse trato superficialmente dulce y afable facilitaba sin duda sus macabros objetivos. Una cordialidad de la que también daban cuenta los clientes del bar del Ensanche de Barcelona donde trabajaba y era conocida como ‘la gallega’. Pero esa afabilidad de Remedios Sánchez escondía una marcada «dureza emocional» y una gran dificultad para asumir responsabilidades. «Era una persona difícil, fría y calculadora, manipuladora, de difícil conversación, malpensada, con apariencia de persona tranquila, pero con un fondo violento evidente», describen agentes jurídicos que la conocieron bien en su etapa barcelonesa. Este perfil coincide con el que los funcionarios de prisiones consultados por este diario trazan ahora de la reclusa. De ella destacan su exquisito comportamiento con el personal: «No ha tenido ningún incidente y tiene cero expedientes disciplinarios», resaltan. Sin embargo, no goza de buena fama entre las demás internas. «No por sus delitos, sino por su personalidad autoritaria, con fama de malmeter y de enredar entre ellas». Tras su última detención, permanece apartada en el módulo de enfermería por seguridad.Quedan otras preguntas en el aire que ni los operadores jurídicos que mejor la conocen logran responder del todo: ¿seleccionaba a sus víctimas sólo por su vulnerabilidad? Si el móvil era jugarse el botín en las tragaperras, ¿por qué las mataba? Muchas de las mujeres eran humildes, el dinero robado apenas unos billetes, y las joyas, de escaso valor. Con una nueva investigación en marcha, y a la espera de que preste declaración ante la juez instructora, Remedios enfila los 70 años, la misma edad que algunas de las mujeres que asesinó.
Muchos recuerdan aún el verano de 2006 en Barcelona, un mes negro —entre el 10 de junio y el 3 de julio— en el que una mujer puso a la ciudad entera en alerta. Remedios Sánchez, de 50 años entonces, se dedicó a asaltar a … ancianas en sus pisos para arrebatarles sus pertenencias y jugarse buena parte del botín en las máquinas tragaperras. A tres de ellas las mató, y a otras cinco las dejó malheridas.
Su escasa conciencia forense facilitó que los Mossos d’Esquadra —que entonces comenzaban a tomar el relevo de la Policía Nacional y de la Guardia Civil en Cataluña— acabaran dando con ella. Unas cuantas huellas dactilares, las imágenes captadas por cámaras de seguridad y el testimonio de algunas de las ancianas supervivientes fueron claves no solo para detener a quien la prensa acabaría bautizando como la ‘matayayas’, sino también para una condena con escasos precedentes: un total de 144 años, que el tribunal de la Audiencia Provincial de Barcelona justificó por la «abundante y contundente prueba de cargo» y porque esta asesina en serie «realizaba sus planes con total desprecio a la vida».
Con esta sentencia, dictada en 2008, el horizonte vital de Remedios Sánchez, natural de Boimorto (La Coruña) pero residente desde hacía años en la capital catalana, quedó limitado a una existencia entre rejas, solo oxigenada por eventuales permisos por buena conducta. El último de ellos lo usó, supuestamente, para volver a matar casi 20 años después.
Los primeros años de condena los pasó en la prisión barcelonesa de Brians. No daba problemas a los funcionarios y llegó a ser encargada del comedor del centro penitenciario. Su buena conducta le facilitó el traslado, hace una década, a la cárcel de Teixeiro, en La Coruña, cerca de su localidad natal. Fue en este centro donde, el pasado 8 de octubre, fue detenida y acusada de un nuevo delito de asesinato. Su presunta víctima: una nonagenaria de la capital herculina, a la que habría matado aprovechándose de siete días de permiso. Las alarmas saltaron en pleno velatorio de Carmiña G. V., cuando alguien cuestionó que se tratara de una muerte natural, como había certificado el 112. A la familia le sorprendió que algunos vecinos comentaran que, pese a lo desconfiada que era, en los últimos días se la había visto acompañada de una mujer desconocida en el barrio.
Un velatorio paralizado
Revisando las cámaras de seguridad del edificio comprobaron que el día de la muerte la víctima había estado con ella. El velatorio se paralizó. Las primeras indagaciones de la Policía Nacional, explican fuentes próximas al caso, dieron frutos rápidamente y los condujeron hasta una peligrosa criminal que llevaba veinte años a la sombra. La autopsia determinó que la anciana había sido asfixiada y presentaba contusiones compatibles con una muerte violenta. A partir de ahí, los agentes identificaron a Remedios Sánchez gracias a una huella recogida en un punto donde las cámaras la situaban ese día. Fue detenida en la lavandería de la cárcel, ya de regreso tras su cuarto permiso de siete días.
El análisis de la escena del crimen también sirvió para apuntalar la teoría de los investigadores, que ahora indagan en los pasos de Remedios durante permisos anteriores. La víctima fue encontrada en el baño de su vivienda, que no había sido forzada, y fue asfixiada con una prenda de ropa. El mismo modus operandi que la ‘matayayas’ desplegó durante el verano de 2006 en los ocho ataques a ancianas que se le imputan en Barcelona.
Carmiña, la cuarta víctima mortal
Usó el mismo ‘modus operandi’ que en sus ataques en Barcelona: ganarse la confianza de las ancianas para asfixiarlas en sus pisos
A la espera de avances en la investigación del último crimen, la sentencia de la Audiencia de Barcelona, dictada hace ya 17 años, subrayaba que la acusada era plenamente consciente de sus actos y que no existía en su conducta delictiva indicio alguno de alteraciones mentales: «No padecía ningún tipo de adicción ni ninguna alteración psíquica». «Los peritos ampliamente interrogados pusieron de manifiesto que la procesada presenta una inteligencia dentro de la normalidad y no presenta ni enfermedad mental ni trastorno«, detallaba el tribunal. Diagnosticada o no, lo cierto es que las máquinas tragaperras de bares y bingos de Barcelona tenían en Remedios a una clienta habitual. Aunque, según detallaron a ABC fuentes cercanas, al menos en su etapa barcelonesa ella siempre negó esa supuesta ludopatía.
Jugando en una máquina tragaperras estaba también cuando los investigadores le echaron el guante en Barcelona. En los Mossos, un cuerpo aún con poca experiencia en investigación criminal, crecía el nerviosismo. Era 2006 y un asesino en serie —tardaron unos días en descubrir que era una mujer, pues la forma en que las mataba, asfixiándolas, era más propia de un hombre— andaba suelto. Que volviera a actuar era cuestión de tiempo. Por ello, decidieron convocar una rueda de prensa, aun con el riesgo de provocar pánico en la ciudad o la huida de la asesina, para avisar a las mujeres mayores de Barcelona: bajo ningún concepto abran la puerta a desconocidos.
El poco cuidado con el que Remedios Sánchez actuaba les ayudó. En plenas pesquisas por la cadena de crímenes, la asesina cometió un error fatal: dejar los datos de su tarjeta bancaria en un bingo. Su afición al juego comenzaba a ser una pista más que fiable. La noche de su captura —’La Reme’ solía actuar a partir de las siete de la tarde— los Mossos desplegaron 300 agentes en la ciudad, con especial atención a locales de juego. Y quiso el azar que fuese el propio responsable de la División de Investigación Criminal (DIC) de los Mossos, que patrullaba como uno más, quien diese con la mujer más buscada de Barcelona en aquel momento. Aquel policía era Josep Lluís Trapero, quien casi quince años después sería juzgado —y finalmente absuelto— por su supuesta implicación en el ‘procés’.
De forma aleatoria, el jefe de la DIC y su compañero pararon el coche y entraron en un pequeño salón de juego. Allí estaba la ‘matayayas’, tan absorta metiendo monedas en la tragaperras que apenas reaccionó cuando Trapero y su compañero se acercaron y le preguntaron si era Remedios Sánchez.
Dos décadas después los policías gallegos también tomaron nota de la conocida afición al juego de Remedios para investigar el crimen de Carmiña. Indagan si la ‘matayayas’ pudo haber apostado parte del dinero robado en algún local cercano a la zona de Monelos. Lo que sí parece claro es que para ganarse la confianza de Carmiña y acabar con su vida, a la asesina en serie le bastaron los siete días de permiso ordinario —no era el primero que se le concedía— autorizados por un juzgado de Vigilancia Penitenciaria tras los informes positivos de la junta de tratamiento de la cárcel coruñesa de Teixeiro.
Al bingo después de matar
Investigan si tras matar a Carmiña fue a jugar a las tragaperras, una adicción que, al menos en su etapa en Barcelona, ella nunca asumió
En el vecindario de Carmiña —una mujer con hijos y nietos que la visitaban a diario, y que había regentado, a pocos metros de su casa, una papelería—, muchos se preguntan cómo es posible que, con su historial delictivo, Remedios Sánchez pudiera disfrutar de permisos penitenciarios. Una decisión colegiada —la de abrirle por unos días las puertas de la prisión— sobre la que, sin duda, los responsables ya reflexionan.
Miguel Muñiz
En el barrio se sorprenden también de que Remedios Sánchez pudiera entrar en casa de una nonagenaria como Carmiña, «que no le abría la puerta ni al cartero». Pero lo cierto es que a la ‘matayayas’ no le costaba ganarse la confianza de sus víctimas y aprovecharse «de la bondad e ingenuidad» de «ancianas que no podían defenderse», tal y como señaló la Audiencia Provincial de Barcelona en un fallo que detalla sus tropelías.
Se desconoce aún cuál fue la treta que usó para persuadir a su última víctima, pero en sus crímenes en Barcelona las excusas eran tan simples como efectivas: pedir una tirita, hacerse pasar por vecina afectada por un escape de gas, o llevar una botella para rellenar.
Fría y manipuladora
Ese trato superficialmente dulce y afable facilitaba sin duda sus macabros objetivos. Una cordialidad de la que también daban cuenta los clientes del bar del Ensanche de Barcelona donde trabajaba y era conocida como ‘la gallega’. Pero esa afabilidad de Remedios Sánchez escondía una marcada «dureza emocional» y una gran dificultad para asumir responsabilidades. «Era una persona difícil, fría y calculadora, manipuladora, de difícil conversación, malpensada, con apariencia de persona tranquila, pero con un fondo violento evidente», describen agentes jurídicos que la conocieron bien en su etapa barcelonesa.
Este perfil coincide con el que los funcionarios de prisiones consultados por este diario trazan ahora de la reclusa. De ella destacan su exquisito comportamiento con el personal: «No ha tenido ningún incidente y tiene cero expedientes disciplinarios», resaltan. Sin embargo, no goza de buena fama entre las demás internas. «No por sus delitos, sino por su personalidad autoritaria, con fama de malmeter y de enredar entre ellas». Tras su última detención, permanece apartada en el módulo de enfermería por seguridad.
Quedan otras preguntas en el aire que ni los operadores jurídicos que mejor la conocen logran responder del todo: ¿seleccionaba a sus víctimas sólo por su vulnerabilidad? Si el móvil era jugarse el botín en las tragaperras, ¿por qué las mataba? Muchas de las mujeres eran humildes, el dinero robado apenas unos billetes, y las joyas, de escaso valor. Con una nueva investigación en marcha, y a la espera de que preste declaración ante la juez instructora, Remedios enfila los 70 años, la misma edad que algunas de las mujeres que asesinó.
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