Estados Unidos es un país de inmigrantes. Así nació, así prosperó y así sigue siendo. Y Los Ángeles es la ciudad inmigrante por excelencia. Lo es en torno a la mitad de la población de sus más de siete millones de habitantes, tal vez más. En la mitad de los hogares, el idioma predominante no es el inglés, porque los hijos hablan con sus padres y abuelos en su lengua nativa. No solo español. La mayoría son mexicanos y de toda América Latina, pero también hay coreanos (600.000), filipinos, chinos, vietnamitas, persas, árabes, africanos, caribeños, rusos, otros europeos…, hasta más de un centenar de orígenes étnicos y nacionales. Sin ellos y sus descendientes no existiría Los Ángeles.
Estados Unidos es un país de inmigrantes. Así nació, así prosperó y así sigue siendo. Y Los Ángeles es la ciudad inmigrante por excelencia. Lo es en torno a la mitad de la población de sus más de siete millones de habitantes, tal vez más. En la mitad de los hogares, el idioma predominante no es el inglés, porque los hijos hablan con sus padres y abuelos en su lengua nativa. No solo español. La mayoría son mexicanos y de toda América Latina, pero también hay coreanos (600.000), filipinos, chinos, vietnamitas, persas, árabes, africanos, caribeños, rusos, otros europeos…, hasta más de un centenar de orígenes étnicos y nacionales. Sin ellos y sus descendientes no existiría Los Ángeles.Seguir leyendo…
Estados Unidos es un país de inmigrantes. Así nació, así prosperó y así sigue siendo. Y Los Ángeles es la ciudad inmigrante por excelencia. Lo es en torno a la mitad de la población de sus más de siete millones de habitantes, tal vez más. En la mitad de los hogares, el idioma predominante no es el inglés, porque los hijos hablan con sus padres y abuelos en su lengua nativa. No solo español. La mayoría son mexicanos y de toda América Latina, pero también hay coreanos (600.000), filipinos, chinos, vietnamitas, persas, árabes, africanos, caribeños, rusos, otros europeos…, hasta más de un centenar de orígenes étnicos y nacionales. Sin ellos y sus descendientes no existiría Los Ángeles.
Son masivamente los trabajadores al servicio de la clase media angloparlante (jardineros, trabajadoras domésticas, cuidadoras, enfermeras, guardas de seguridad y lo que pida el mercado).
Al llegar, la mayoría lo hicieron sin documentos legales, entrando por aeropuertos y pasos fronterizos y quedándose más allá de su visado. Era un mercado abierto en un país abierto. Después, muchos a pie, explotados por coyotes y jugándose la vida. Sometidos a discriminación, pero esperando que sus hijos tuvieran una mejor vida que en su país de origen. Y aunque hoy la mayoría están legalizados, existe una fuerte solidaridad, a veces familiar, con los que no lo están, porque todos saben de dónde vienen. Y todos saben que son trabajadores, dedicados a sus familias, buena gente, muchos de ellos religiosos y organizados en su comunidad.
El Gobierno ha elegido la ciudad inmigrante por excelencia y el estado más antitrumpista
Los que llegaron al país de niños, los dreamers , sienten con fuerza sus nuevas raíces, porque han hecho todo lo necesario para ser tan estadounidenses como los demás. Y de repente, la política de Trump, anclada en el racismo y la xenofobia, con apoyo popular entre los trabajadores blancos y la América profunda del Sur y el Medio Oeste, pone en práctica la limpieza étnica prometida a sus vociferantes hordas, con una cuota cuantificada de detenciones y subsiguientes deportaciones de 3.000 al día.

Manuel Orbegozo / Reuters
Con la economía tambaleándose por la errática política arancelaria y las universidades de élite enfrentadas a la arbitrariedad presidencial, el Gobierno ha visto el momento idóneo para lanzar su ofensiva y, obviamente, ha elegido la ciudad inmigrante por excelencia, en el mayor estado y el más sólidamente demócrata y antitrumpista. Las protestas espontáneas de indignación de miles de angelinos contra las redadas masivas en cualquier lugar donde pudieran estar trabajando inmigrantes –que lo mueven todo en Los Ángeles–, así como en sus barrios, sus escuelas, sus iglesias, los restaurantes, fueron reprimidas violentamente por la migra , los agentes del control de fronteras.
Con los ánimos exacerbados, muchos jóvenes respondieron a pedradas e incendiando coches (curiosamente, el nuevo coche robot, el Waymo). Y entonces intervino con fuerza, con gases, botes de humo, munición (“menos letal”) y porrazos, la policía municipal de Los Ángeles (los héroes de las películas de Hollywood), pese a que la alcaldesa, negra y demócrata, había declarado que ellos no intervendrían.
Un contexto de ánimos exacerbados era el que esperaba Trump para sacar al ejército a la calle
Ese era el contexto que esperaba Donald Trump para sacar al ejército a la calle, creando una situación sin precedente. Dos mil soldados de una brigada de combate de la Guardia Nacional y 700 marines. El gobernador de California, Gavin Newsom, uno de los pocos presidenciables demócratas, ha declarado ilegal la requisición de la Guardia de California sin el trámite de consultarle, aunque el presidente lo puede hacer en ciertos supuestos.
Trump se la juega. Si consigue aislar a los de origen inmigrante de sus empleadores blancos (que no podrían vivir sin ellos) y criminalizarlos, subirá en los sondeos. Pero, si aún quedase gente decente en Estados Unidos, lo pagará en las legislativas del 2026.
Internacional