En plenas vacaciones, y después de la sacudida que causó el duro plan de ajuste financiero anunciado la semana pasada por el Gobierno Bayrou, el combate político y social vuelve a exacerbarse en Francia por culpa de un insecticida, el acetamiprid. A media tarde de ayer, en la web de la Asamblea Nacional había ya más de 1,6 millones de firmas de apoyo a una petición popular para que se derogue una ley aprobada el pasado 8 de julio que, entre otras medidas de relajación del rigor ecologista, ponía fin a la prohibición del uso del polémico producto en los campos franceses.
Apuros para el Elíseo y el Gobierno por las 1,6 millones de firmas contra una ley
En plenas vacaciones, y después de la sacudida que causó el duro plan de ajuste financiero anunciado la semana pasada por el Gobierno Bayrou, el combate político y social vuelve a exacerbarse en Francia por culpa de un insecticida, el acetamiprid. A media tarde de ayer, en la web de la Asamblea Nacional había ya más de 1,6 millones de firmas de apoyo a una petición popular para que se derogue una ley aprobada el pasado 8 de julio que, entre otras medidas de relajación del rigor ecologista, ponía fin a la prohibición del uso del polémico producto en los campos franceses.
El éxito espectacular de la revuelta verde contra una norma del Parlamento, la llamada ley Duplomb (por el senador que la impulsó, Laurent Duplomb, propietario de una granja de vacas en el Alto Loira), no tiene precedentes. Muestra la potencia de las redes sociales para generar complicidades en un tiempo récord. Es una situación embarazosa y peligrosa para el Gobierno y para el propio presidente Emmanuel Macron, al tiempo que da alas a la oposición de izquierdas.
El acetamiprid, de la familia de los neonicotinoides, estaba vetado en Francia desde el 2018, pero no en el resto de países de la Unión Europea. De ahí que los agricultores franceses exigieran volverlo a autorizar para no sentirse en desventaja.
Los ecologistas sostienen que el insecticida en cuestión, que ataca al sistema nervioso de los insectos, es muy nocivo, que no solo mata a los insectos indeseables sino a las benefactoras abejas, y que tiene consecuencias para la salud de las personas. Se lo relaciona con determinados tipos de cánceres, aunque no hay estudios concluyentes, y existe la sospecha de que podría aumentar el riesgo de diabetes del tipo 2, deficiencias cognitivas y dolencias renales, además de plantear riesgos para las embarazadas.
Los ecologistas alertan de que el acetamiprid es muy nocivo para las abejas y para la salud humana
La petición popular contra la ley fue presentada por una estudiante de máster sobre calidad y seguridad medioambiental, Eléonore Pattery, de 23 años, cuyo nombre se ha hecho famoso y que lucha por zafarse del acoso mediático. Según el texto de su demanda, “la ley Duplomb es una aberración científica, ética, medioambiental y sanitaria”. Además, “representa un ataque frontal contra la salud pública, la biodiversidad, la coherencia de las políticas climáticas, la seguridad alimentaria y el sentido común”. “Somos lo que comemos, ¿y ustedes nos hacen comer qué? Veneno”, se lee en su alegato.
Cuando una iniciativa de esta naturaleza supera el medio millón de adhesiones, el Parlamento está obligado a celebrar un debate, aunque no a volver a votar la ley. Ese debate tendrá lugar en septiembre, cuando se reanude el trabajo parlamentario.
La ley no ha sido promulgada aún por Macron porque el Consejo Constitucional estudia las alegaciones presentadas. Su veredicto debe llegar en agosto. Si se declara constitucional, a Macron se le planteará un dilema de si firma o si, haciendo uso de sus prerrogativas, en atención de la movilización ciudadana, devuelve el texto al Parlamento para que vuelva a discutirlo y a votarlo. Si hace esto, mostrará su sensibilidad ecologista, pero a costa de enemistarse con los agricultores, que ya se han mostrado a menudo capaces de paralizar el país con sus tractores.
La controversia sobre el acetamiprid permite a la izquierda asumir protagonismo en un escenario político muy inestable que, si triunfa una moción de censura en el debate de los presupuestos, podría abocar a una nueva disolución de la Asamblea Nacional y otras elecciones anticipadas, que serían las segundas de esta agitada legislatura.
El presidente podría devolver la norma al Parlamento, pero se arriesga a la ira del mundo agrícola
La aplicación del ideario ecologista no es nada fácil en Francia debido a las sensibilidades e intereses contrapuestos. El jefe del poderoso sindicato agrícola y ganadero FNSEA, Arnaud Rousseau, habitualmente moderado en sus planteamientos, advirtió ayer del riesgo de perder de vista, al poner tanto el foco en el acetamiprid, el problema más grave que supondría la ratificación del tratado de libre comercio con el Mercosur, el gran caballo de batalla del lobby agrícola francés desde hace años. París se ha negado hasta ahora a bendecir el acuerdo, pero la presión de Bruselas y de muchos de sus socios es alta. Rousseau recordó que, si se firma, entrará en Francia mucha carne que no cumplirá los estándares europeos de seguridad alimentaria porque la UE carece de suficiente capacidad de control.
La furia del campo, por tanto, podría añadirse a las protestas en la calle contra el plan de ajuste financiero y a una eventual caída del Gobierno, una tormenta perfecta para un otoño francés de mucho peligro.
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