Animal, en teoría, es una serie pequeñita. Tiene episodios de media hora de duración y, al echarle un vistazo, se puede entender automáticamente qué clase de comedia quiere ser: una de sencilla, tierna, simpática, llena de buenas intenciones. Presenta cómo un veterinario acostumbrado a tratar con ganado, debido a la precariedad del sector en Galicia, tiene que atender a clientes estúpidos de un centro de mascotas para pijos. Y, con su rendimiento en el catálogo de Netflix, prueba hasta qué punto la ficción española vive un buen momento en la plataforma.
‘Animal’, ‘El refugio atómico’ y ‘Ángela’ coinciden entre las más vistas de la plataforma
Animal, en teoría, es una serie pequeñita. Tiene episodios de media hora de duración y, al echarle un vistazo, se puede entender automáticamente qué clase de comedia quiere ser: una de sencilla, tierna, simpática, llena de buenas intenciones. Presenta cómo un veterinario acostumbrado a tratar con ganado, debido a la precariedad del sector en Galicia, tiene que atender a clientes estúpidos de un centro de mascotas para pijos. Y, con su rendimiento en el catálogo de Netflix, prueba hasta qué punto la ficción española vive un buen momento en la plataforma.
Animal es una de las tres producciones españolas que, durante la semana pasada, se colaron entre las más vistas de Netflix. Si en su primer fin de semana se conformó con una séptima posición a partir de 2,9 millones de visionados, en su segunda semana se ha colocado en segunda posición gracias a 5,2 millones más. Es la clase de rendimiento que se espera para una comedia amable, sin un alto presupuesto, que encima cuenta con talento reconocible.

El creador es Víctor García León, director y guionista de la trilogía televisiva Vota Juan; detrás de las cámaras cuenta con Aitor Gabilondo, un productor omnipresente con títulos que van desde El Príncipe y Allí Abajo a Patria o Yo, adicto; y delante está Luis Zahera, ganador de dos premios Goya por As Bestas y El Reino, con Lucía Caraballo, con una de las actrices jóvenes más sólidas de la industria, que se dio a conocer con No me gusta conducir. Juntos han logrado ser la serie más vista en España, Argentina y Uruguay, además de entrar en el top 10 de 44 países.
En una lista encabezada por la coreana El genio y los deseos, todavía se mantiene El refugio atómico de Álex Pina y Esther Martínez Lobato, una propuesta tan high-concept como cínica sobre multimillonarios en un búnker durante un supuesto apocalipsis. Está en séptima posición y ya acumula 20,7 millones de visionados entre los suscriptores de la plataforma tras sumar otros 2,4 millones en su cuarta semana.

Quizá es inevitable que viva a la sombra de La casa de papel, la ficción que definió el potencial comercial de Pina (y que a su vez recontextualizó las series españolas en el panorama internacional) pero, con esta cifra de visionados, El refugio atómico con Natalia Verbeke, Miren Ibarguren, Pau Simón o Alícia Falcó ha conseguido despertar expectación más allá de su mercado original, el que ya debía ser el plan inicial de Netflix.
Y, un paso por detrás del búnker, una adquisición a Atresmedia: el thriller psicológico Ángela sobre una mujer aparentemente feliz que, en realidad, vive un infierno de malos tratos en manos de su marido. El rendimiento de esta obra encabezada por Verónica Sánchez y Daniel Grao es especialmente interesante: en junio irrumpió en el catálogo y, en cuatro semanas, consiguió 15,7 millones de visionados.

Entonces, desapareció temporalmente hasta que, a finales de septiembre, volvió entre las más vistas: lleva tres semanas más entre las más vistas de Netflix, sumando otros 10,6 millones, subiendo hasta los 26,3 millones. Hay que tener en cuenta que, al no entrar entre las más vistas, se desconocen las audiencias durante su ausencia (y, por lo tanto, la cifra acumulada no es representativa de su funcionamiento hasta ahora).
La coincidencia de estos tres títulos entre las más vistas de Netflix sirve para indicar hasta qué punto el público autóctono y global se interesa por las creaciones españolas, independientemente de su género. Al fin y al cabo, Animal es una comedia feel-good, El refugio atómico es una propuesta más costosa y high-concept, y finalmente Ángela tiene un molde dramático reconocible que le ha permitido ser una imprevista reina del boca-oreja (o, bueno, del algoritmo recomendador).

Quizá no es una anomalía que una serie española funcione bien en el catálogo de Netflix. En septiembre arrasó la miniserie Dos tumbas de Agustín Martínez con 22,2 millones de visionados, posiblemente ayudada por el atractivo de Álvaro Morte y Hovik Keuchkerian entre el público internacional. En verano, intentando seguir los pasos de Élite, Olympo consiguió unos dignos 17,7 millones de visionados en las primeras cinco semanas, mientras Superestar pasaba desapercibida.
Pero la coincidencia de Animal, El refugio atómico y Ángela es simbólica, tanto por la diversidad de género y temática como por el cuadro que representan de forma conjunta. Esas cifras astronómicas de La casa de papel o las temporadas iniciales de Élite pueden parecer inalcanzables. No son fenómenos culturales. Pero la ficción española es una constante fiable y popular en el catálogo de Netflix.
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