Francia lleva casi un año y medio atrapada en una situación política muy incierta y de alta inestabilidad que la nueva designación de Sébastien Lecornu como primer ministro no ha hecho más que exacerbar. A la espera de conocerse la lista del gabinete, bautizado como Lecornu II, la posición de la derecha gaullista, contraria a participar, y las amenazas de la izquierda y de la extrema derecha de votar una censura inmediata subrayan la fragilidad de la nueva etapa.
La derecha no entrará en el nuevo gabinete francés y le dará apoyo puntual
Francia lleva casi un año y medio atrapada en una situación política muy incierta y de alta inestabilidad que la nueva designación de Sébastien Lecornu como primer ministro no ha hecho más que exacerbar. A la espera de conocerse la lista del gabinete, bautizado como Lecornu II, la posición de la derecha gaullista, contraria a participar, y las amenazas de la izquierda y de la extrema derecha de votar una censura inmediata subrayan la fragilidad de la nueva etapa.
Pese a la urgencia de formar un equipo y de presentar ya el lunes el proyecto de ley de presupuestos, Lecornu sorprendió ayer con una visita matinal a una comisaría en un suburbio del sur de París. El primer ministro, de 39 años, uno de los más leales colaboradores de Macron, dimitió el lunes pasado por falta de respaldo. Hacía solo 14 horas que se había anunciado la lista de ministros. Ese fiasco no impidió que recibiera de nuevo el encargo del presidente, una decisión muy criticada por la oposición y por parte del bloque macronista debido al mensaje continuista y de obstinación presidencial que se transmite.
“Macron se precipita un poco más cada día hacia el aislamiento y la impotencia”, constata ‘Libération’
Lecornu animó a los partidos a trabajar juntos y a dejar atrás “el ridículo espectáculo” de los últimos días. No quiere, por ejemplo, que haya ministros con ambiciones presidenciales en los comicios del 2027 porque eso perturbaría el funcionamiento. Aspira a un gobierno “libre” y “que no sea prisionero de los partidos”. Macron le ha dado en principio “carta blanca”, pero habrá que ver si podrá evitar la injerencia del Elíseo. A su inquilino le gusta supervisar al detalle todos los temas.
No es imaginable que Los Republicanos (LR, derecha tradicional) se sumen al acoso y derribo del Gobierno. Aunque dejen de ocupar ministerios, como el de Interior, y se opongan a suspender la reforma de las pensiones o a crear más impuestos, necesitan dar una imagen de responsabilidad, de sentido de Estado. Lo reiteraron ayer varios de sus portavoces. No contribuirán al caos. Además, saben que unas nuevas elecciones los podrían debilitar.
Los socialistas, que cuentan con 69 diputados entre el PS y aliados, son esenciales para la supervivencia de Lecornu II. No respaldarán una moción de censura siempre que haya una suspensión inmediata y completa de la reforma de las pensiones del 2023 (que elevó de 62 a 64 años la edad legal de jubilación) y que el Gobierno renuncie al arma constitucional del decreto para aprobar sin votación en la Asamblea asuntos relevantes.
Lecornu ha aceptado reabrir el dossier de las pensiones, la reforma más emblemática de la presidencia de Macron desde el 2017. Eso es doloroso y un golpe a la credibilidad del presidente, que quiso imponerla contra viento y marea.
El frente de la censura inmediata es amplio. En él están La Francia Insumisa (LFI, izquierda radical), los comunistas, el Reagrupamiento Nacional (RN, extrema derecha) y la Unión de Derechas (aliado del RN). Los ecologistas se inclinan también con fuerza por tumbar con rapidez al futuro gobierno, salvo sorpresas improbables. En total, los partidarios a la censura sumarían ya 264 diputados, a solo 25 de la cifra mágica de 289 necesarios. Bastaría con una parte de socialistas o del grupo de independientes y autonomistas (Liot) para sellar el destino de Lecornu II. El peligro, pues, es manifiesto.
Los últimos acontecimientos, y sobre todo la actitud del presidente, han dejado a Francia bastante perpleja. Las críticas arrecian tanto desde la derecha como desde la izquierda. El rotativo progresista Libération tituló en portada “El desmoronamiento”. “Macron se precipita un poco más cada día en el aislamiento y la impotencia”, constató en su editorial. “¡Todo esto para esto!”, lamentó Le Parisien/Aujourd’hui en France , el diario más leído, propiedad del grupo LVMH (Louis Vuitton). Para el conservador Le Figaro , cuyo dueño es el grupo industrial aeroáutico Dassault , “el presidente de la República maltrata sin escrúpulos las instituciones, una historia, un poder que debería obligarle”. El periódico lo acusó de “servirse de la República como si fuera un room service abierto día y noche” para solicitar primeros ministros y altos funcionarios dispuestos a formar gobiernos efímeros. Partidario de elecciones anticipadas, Le Figaro estima que cuanto más retrase Macron la inevitable disolución de la Asamblea Nacional, más tomará cuerpo el arriesgado escenario de la propia dimisión de Macron.
Macron
La conducta política de Emmanuel Macron, a quien todos reconocen su inteligencia, desconcierta a aliados y rivales. Incluso Gabriel Attal, colaborador de primera hora, ex primer ministro y líder del partido macronista, admite que ya no comprende las decisiones del presidente. El veterano analista Alain Duhamel, en activo desde los tiempos de De Gaulle, cree que Macron puede ser muy brillante en economía y asuntos internacionales, pero suspende en la gestión política. Un reciente libro, El presidente tóxico, de Étienne Campion, analiza la compleja psicología de Macron, un gran seductor desde la adolescencia, que puede ser muy insensible e implacable con sus cercanos. Muchos le cuelgan también la etiqueta de narcisista.
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