El narcotráfico es un delito. Traficar con sustancias estupefacientes prohibidas por los daños que ocasionan tanto en la salud pública, como sobre las adicciones, o sobre todo esa maraña de inseguridad, mafias, ajustes, asesinatos, armas, blanqueo… que les envuelve no está permitido. Lleven encima hachís, cocaína, marihuana, éxtasis, heroína… etc etc… Va contra la ley. Al menos hasta el momento es así. Algo obvio, ¿no? Pues la verdad es que todo eso no parece tan evidente cuando se ven o leen según que cosas; cuando te adentras en ese mundo de delincuentes (porque lo son… actúan de manera ilícita) y se muestran como si nada, como si todo estuviera justificado, establecido . Donde además se ríen, bromean, se mofan o enorgullecen de lo que hacen. De forma repetida. Machacona. Y sobre todo, con descaro. Porque en los últimos años, este tipo de narcotráfico que se mueve por las costas andaluzas ha tomado de bandera ese descaro . No ocurría así hace décadas cuando existía más ‘respeto’ de los propios narcos. Te pillaban, te aguantabas. Y parece que ahora no es que pase más por un sentimiento de impunidad, –porque sí que saben a lo que se atienen con cientos de detenidos y aprehensiones por un trabajo policial incansable–-, sino más por lo que se desprende de sus palabras, su exposición, su chulería. Sus actos. La Voz de Cádiz ha sido testigo directo de esta forma de exhibirse. Aunque sea solo dentro de su círculo. Durante días, este periódico ha estado infiltrado en uno de esos tantos chats que existen en plataformas como Telegram en el que como si se tratara de un servicio 24 horas se avisan, se van dando consejos y cuentan por qué coordenadas andan las patrulleras marítimas de la Guardia Civil y de Aduanas que intentan acabar con ellos. O al menos, que se mantienen en esa lucha. En una batalla, como insistimos, contra el delito, contra quienes deciden por voluntad propia cometerlo. Empezamos. Hace una semana. No nos cuesta mucho entrar en este chat. No daremos más datos identificativos del grupo por cuestiones de seguridad. Las conversaciones son cortas. Hay quien se llama con nombres ‘al uso’ y a quien pone ‘nicks’ hasta de poetas. También apodos americanos, números o dibujos. Unos llevan fotos –de lanchas, de una persecución y hasta familiares, ¡de un niño pequeño!…– y otros se mantienen más ocultos. Va cambiando pero son unos 400 miembros, es decir, 400 personas interesadas en saber por dónde se pueden mover, por dónde pueden entrar a alijar o hacer cargas. Por el día están menos activos –sobre todo de mañana– pero más tarde y de madrugada las personas que están en línea aumentan. Hay más movimiento. Hay más conversación. Y empieza el baile. «¿En qué lado del Guadalete está la ‘Caimán’, alguien sabe?, pregunta uno casi a las doce de la noche por la patrullera del Servicio Marítimo de Cádiz. «¿La mediana?», «va para afuera», le responden casi de inmediato. «Pero, ¿ha dado la cara?», «No, todavía no ‘mano’». Y continúan. «¿Y qué hace la ‘Iro’? –la embarcación de la Guardia Civil más potente y nueva y por la que preguntan repetidamente–. «Aquí está correteándole a una (lancha)». Son tan solo las ocho de la mañana. «Puente la Pepa», le indican incluso con una foto.«Por el Guadalete»Los mensajes muestran la actividad permanente de esta gente. A todas horas hay preguntas y localizaciones. «¿Dónde está la ‘Caimán’?», vuelven al tema. «Por Rota estaba», tiene respuesta al minuto (literal). «Sí, pero no da la cara. Por el Guadalete estaba hace veinte minutos…». «La Iro y la Irati en el Guadalquivir». Ahora dan señal y posición con ayuda del mapa de una app de localización de aviones para mostrar el punto exacto. Son las tres de la mañana, de antes de ayer. «Hay un coche de Policía parado en el camping Aguadulce (Rota), mirando el mar», «¿de nacional o civiles?», se continúa pidiendo y dando información. «¿Y cómo están los verdes de Cádiz?, ¿alguna amarrada?… y siguen. Y justo este miércoles. Sobre las dos de la tarde. Hace unas horas. Se informa: «Aquí en Algeciras, está la Flumen y va para Palmones. Todo en casa», dicen refiriéndose a la patrullera ‘gemela’ de la Iro que navega por las aguas del Estrecho para el Grupo Marítimo.El chat continúa. No para. Siguen más o menos los mismos miembros y, sobre todo, la información es permanente. Pero además aquí se deja claro que el tráfico de drogas por la costa de Cádiz se ha expandido justamente por todo su litoral. Y esto es un solo un ejemplo, hay muchos más. El narcotráfico es un delito. Traficar con sustancias estupefacientes prohibidas por los daños que ocasionan tanto en la salud pública, como sobre las adicciones, o sobre todo esa maraña de inseguridad, mafias, ajustes, asesinatos, armas, blanqueo… que les envuelve no está permitido. Lleven encima hachís, cocaína, marihuana, éxtasis, heroína… etc etc… Va contra la ley. Al menos hasta el momento es así. Algo obvio, ¿no? Pues la verdad es que todo eso no parece tan evidente cuando se ven o leen según que cosas; cuando te adentras en ese mundo de delincuentes (porque lo son… actúan de manera ilícita) y se muestran como si nada, como si todo estuviera justificado, establecido . Donde además se ríen, bromean, se mofan o enorgullecen de lo que hacen. De forma repetida. Machacona. Y sobre todo, con descaro. Porque en los últimos años, este tipo de narcotráfico que se mueve por las costas andaluzas ha tomado de bandera ese descaro . No ocurría así hace décadas cuando existía más ‘respeto’ de los propios narcos. Te pillaban, te aguantabas. Y parece que ahora no es que pase más por un sentimiento de impunidad, –porque sí que saben a lo que se atienen con cientos de detenidos y aprehensiones por un trabajo policial incansable–-, sino más por lo que se desprende de sus palabras, su exposición, su chulería. Sus actos. La Voz de Cádiz ha sido testigo directo de esta forma de exhibirse. Aunque sea solo dentro de su círculo. Durante días, este periódico ha estado infiltrado en uno de esos tantos chats que existen en plataformas como Telegram en el que como si se tratara de un servicio 24 horas se avisan, se van dando consejos y cuentan por qué coordenadas andan las patrulleras marítimas de la Guardia Civil y de Aduanas que intentan acabar con ellos. O al menos, que se mantienen en esa lucha. En una batalla, como insistimos, contra el delito, contra quienes deciden por voluntad propia cometerlo. Empezamos. Hace una semana. No nos cuesta mucho entrar en este chat. No daremos más datos identificativos del grupo por cuestiones de seguridad. Las conversaciones son cortas. Hay quien se llama con nombres ‘al uso’ y a quien pone ‘nicks’ hasta de poetas. También apodos americanos, números o dibujos. Unos llevan fotos –de lanchas, de una persecución y hasta familiares, ¡de un niño pequeño!…– y otros se mantienen más ocultos. Va cambiando pero son unos 400 miembros, es decir, 400 personas interesadas en saber por dónde se pueden mover, por dónde pueden entrar a alijar o hacer cargas. Por el día están menos activos –sobre todo de mañana– pero más tarde y de madrugada las personas que están en línea aumentan. Hay más movimiento. Hay más conversación. Y empieza el baile. «¿En qué lado del Guadalete está la ‘Caimán’, alguien sabe?, pregunta uno casi a las doce de la noche por la patrullera del Servicio Marítimo de Cádiz. «¿La mediana?», «va para afuera», le responden casi de inmediato. «Pero, ¿ha dado la cara?», «No, todavía no ‘mano’». Y continúan. «¿Y qué hace la ‘Iro’? –la embarcación de la Guardia Civil más potente y nueva y por la que preguntan repetidamente–. «Aquí está correteándole a una (lancha)». Son tan solo las ocho de la mañana. «Puente la Pepa», le indican incluso con una foto.«Por el Guadalete»Los mensajes muestran la actividad permanente de esta gente. A todas horas hay preguntas y localizaciones. «¿Dónde está la ‘Caimán’?», vuelven al tema. «Por Rota estaba», tiene respuesta al minuto (literal). «Sí, pero no da la cara. Por el Guadalete estaba hace veinte minutos…». «La Iro y la Irati en el Guadalquivir». Ahora dan señal y posición con ayuda del mapa de una app de localización de aviones para mostrar el punto exacto. Son las tres de la mañana, de antes de ayer. «Hay un coche de Policía parado en el camping Aguadulce (Rota), mirando el mar», «¿de nacional o civiles?», se continúa pidiendo y dando información. «¿Y cómo están los verdes de Cádiz?, ¿alguna amarrada?… y siguen. Y justo este miércoles. Sobre las dos de la tarde. Hace unas horas. Se informa: «Aquí en Algeciras, está la Flumen y va para Palmones. Todo en casa», dicen refiriéndose a la patrullera ‘gemela’ de la Iro que navega por las aguas del Estrecho para el Grupo Marítimo.El chat continúa. No para. Siguen más o menos los mismos miembros y, sobre todo, la información es permanente. Pero además aquí se deja claro que el tráfico de drogas por la costa de Cádiz se ha expandido justamente por todo su litoral. Y esto es un solo un ejemplo, hay muchos más.
El narcotráfico es un delito. Traficar con sustancias estupefacientes prohibidas por los daños que ocasionan tanto en la salud pública, como sobre las adicciones, o sobre todo esa maraña de inseguridad, mafias, ajustes, asesinatos, armas, blanqueo… que les envuelve no está permitido. Lleven encima … hachís, cocaína, marihuana, éxtasis, heroína… etc etc… Va contra la ley.
Al menos hasta el momento es así. Algo obvio, ¿no? Pues la verdad es que todo eso no parece tan evidente cuando se ven o leen según que cosas; cuando te adentras en ese mundo de delincuentes (porque lo son… actúan de manera ilícita) y se muestran como si nada, como si todo estuviera justificado, establecido. Donde además se ríen, bromean, se mofan o enorgullecen de lo que hacen. De forma repetida. Machacona. Y sobre todo, con descaro.
Porque en los últimos años, este tipo de narcotráfico que se mueve por las costas andaluzas ha tomado de bandera ese descaro . No ocurría así hace décadas cuando existía más ‘respeto’ de los propios narcos. Te pillaban, te aguantabas. Y parece que ahora no es que pase más por un sentimiento de impunidad, –porque sí que saben a lo que se atienen con cientos de detenidos y aprehensiones por un trabajo policial incansable–-, sino más por lo que se desprende de sus palabras, su exposición, su chulería. Sus actos.
La Voz de Cádiz ha sido testigo directo de esta forma de exhibirse. Aunque sea solo dentro de su círculo. Durante días, este periódico ha estado infiltrado en uno de esos tantos chats que existen en plataformas como Telegram en el que como si se tratara de un servicio 24 horas se avisan, se van dando consejos y cuentan por qué coordenadas andan las patrulleras marítimas de la Guardia Civil y de Aduanas que intentan acabar con ellos. O al menos, que se mantienen en esa lucha. En una batalla, como insistimos, contra el delito, contra quienes deciden por voluntad propia cometerlo.
Empezamos. Hace una semana. No nos cuesta mucho entrar en este chat. No daremos más datos identificativos del grupo por cuestiones de seguridad. Las conversaciones son cortas. Hay quien se llama con nombres ‘al uso’ y a quien pone ‘nicks’ hasta de poetas. También apodos americanos, números o dibujos. Unos llevan fotos –de lanchas, de una persecución y hasta familiares, ¡de un niño pequeño!…– y otros se mantienen más ocultos.
Va cambiando pero son unos 400 miembros, es decir, 400 personas interesadas en saber por dónde se pueden mover, por dónde pueden entrar a alijar o hacer cargas. Por el día están menos activos –sobre todo de mañana– pero más tarde y de madrugada las personas que están en línea aumentan. Hay más movimiento. Hay más conversación. Y empieza el baile.
«¿En qué lado del Guadalete está la ‘Caimán’, alguien sabe?, pregunta uno casi a las doce de la noche por la patrullera del Servicio Marítimo de Cádiz. «¿La mediana?», «va para afuera», le responden casi de inmediato. «Pero, ¿ha dado la cara?», «No, todavía no ‘mano’».
Y continúan. «¿Y qué hace la ‘Iro’? –la embarcación de la Guardia Civil más potente y nueva y por la que preguntan repetidamente–. «Aquí está correteándole a una (lancha)». Son tan solo las ocho de la mañana. «Puente la Pepa», le indican incluso con una foto.
«Por el Guadalete»
Los mensajes muestran la actividad permanente de esta gente. A todas horas hay preguntas y localizaciones. «¿Dónde está la ‘Caimán’?», vuelven al tema. «Por Rota estaba», tiene respuesta al minuto (literal). «Sí, pero no da la cara. Por el Guadalete estaba hace veinte minutos…». «La Iro y la Irati en el Guadalquivir». Ahora dan señal y posición con ayuda del mapa de una app de localización de aviones para mostrar el punto exacto. Son las tres de la mañana, de antes de ayer. «Hay un coche de Policía parado en el camping Aguadulce (Rota), mirando el mar», «¿de nacional o civiles?», se continúa pidiendo y dando información. «¿Y cómo están los verdes de Cádiz?, ¿alguna amarrada?… y siguen.
Y justo este miércoles. Sobre las dos de la tarde. Hace unas horas. Se informa: «Aquí en Algeciras, está la Flumen y va para Palmones. Todo en casa», dicen refiriéndose a la patrullera ‘gemela’ de la Iro que navega por las aguas del Estrecho para el Grupo Marítimo.
El chat continúa. No para. Siguen más o menos los mismos miembros y, sobre todo, la información es permanente. Pero además aquí se deja claro que el tráfico de drogas por la costa de Cádiz se ha expandido justamente por todo su litoral. Y esto es un solo un ejemplo, hay muchos más.
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