El intento de ver el partido Vissel Kobe-Barça colapsa los accesos a la retransmisión televisiva. En coherencia con la incertidumbre y la improvisación que definen al Barça actual, los culés debemos asumir la fatalidad de nuestra condición y cargarnos de una paciencia que también forma parte del dichoso ADN. La indignación se expande por los caminos habituales, perfectamente inútiles. Atrapados por un laberinto prémium de falsos atajos digitales, los boomers o analfabetos informáticos volvemos a sufrir una brecha tecnológica que se extiende a otros ámbitos de nuestra militancia.
El intento de ver el partido Vissel Kobe-Barça colapsa los accesos a la retransmisión televisiva. En coherencia con la incertidumbre y la improvisación que definen al Barça actual, los culés debemos asumir la fatalidad de nuestra condición y cargarnos de una paciencia que también forma parte del dichoso ADN. La indignación se expande por los caminos habituales, perfectamente inútiles. Atrapados por un laberinto prémium de falsos atajos digitales, los boomers o analfabetos informáticos volvemos a sufrir una brecha tecnológica que se extiende a otros ámbitos de nuestra militancia.Seguir leyendo…
El intento de ver el partido Vissel Kobe-Barça colapsa los accesos a la retransmisión televisiva. En coherencia con la incertidumbre y la improvisación que definen al Barça actual, los culés debemos asumir la fatalidad de nuestra condición y cargarnos de una paciencia que también forma parte del dichoso ADN. La indignación se expande por los caminos habituales, perfectamente inútiles. Atrapados por un laberinto prémium de falsos atajos digitales, los boomers o analfabetos informáticos volvemos a sufrir una brecha tecnológica que se extiende a otros ámbitos de nuestra militancia.
Al final, un pirata menor de edad vagamente madridista me acaba ofreciendo un link japonés que me pide si soy o no soy un robot. Le digo que no soy un robot, aunque no descarto estar robotizándome. De hecho, me siento como cuando, de adolescente, iba a la plaza Real sin intenciones delictivas y los camellos me interpelaban con un cordial “chocolate, heroína, psss, pssss” pronunciado entre dientes. Entonces las posibilidades de ver el fútbol eran más limitadas y analógicas. O ibas al campo, o lo veías por la tele o te metías en un bar y te apuntabas a la fiesta. Ahora, en cambio, debes dominar todos los caminos de una tela de araña que, como ayer, no siempre funciona (¡siempre nos quedará la radio!).
En la segunda parte, el Barça corrigió el colapso y liberó el acceso a YouTube
¿El partido? 1-3. De la primera parte no puedo comentar gran cosa porque no la vi. Sé, por la retransmisión que hizo RAC1 ( El Barça en xancletes , esa fórmula que inventó Eduard Pujol), que la alineación tiene buena pinta, que ha vuelto Marc Casadó y que cometemos errores en defensa que hay que asumir con la comprensión de pretemporada que no tendremos cuando empiece la competición. Al fin y al cabo, lo importante no es tanto el fútbol como el dinero que el club recaudará en esta gira de emociones intermitentes e intrigas surrealistas.
Que el dinero sea el gran aliciente no excluye que podamos tener expectativas y curiosidades fundadas. La primera es Joan Garcia, que cumple con acierto la misión de hacernos olvidar qué está pasando con Ter Stegen (la facilidad con la que nos adherimos a los pronósticos de recuperación de la operación del jugador es un ejemplo de permeabilidad a la propaganda y de hasta qué punto es impune comentar una intervención sobre la cual no tenemos información fiable y que aún no se ha producido). O Marcus Rashford, antídoto contra las venenosas expectativas de fichajes que no nos podíamos permitir. Con independencia de que acabe siendo un buen fichaje (y de que pueda ser inscrito), Rashford nos devuelve a la realidad de un club, si no arruinado, sí en fase de grave convalecencia financiera.

Paul Miller / Getty
En la segunda parte, el Barça tiene la cintura de corregir el colapso y de liberar el acceso a YouTube, que sufre una inmediata retención digna de la AP-7 un viernes por la tarde. Así descubrimos qué cara tienen Roony y Dro, dos de los goleadores de esta matinal recaudatoria. Fingimos que no nos entusiasman porque recordamos las alegrías prometedoras de debutantes de otras pretemporadas (como una revelación retrospectiva, me vienen a la memoria los debuts veraniegos de Bojan y Vitor Baia) que, después, acabaron, más o menos, como Ter Stegen.
Deportes