Un mar de banderas estadounidenses, gritos de “libertad” y carteles pidiendo “democracia” ha inundado esta mañana la Avenida Pensilvania de Washington, que une la Casa Blanca y el Capitolio de Estados Unidos. La simbólica imagen de la marcha, a la que han acudido 200.000 personas según los organizadores (y cinco millones en las calles de los 50 estados del país), ha contrastado con la caracterización que han hecho de ella los republicanos: “Una manifestación de odio hacia América”, de “marxistas del ala pro-Hamas del Partido Demócrata”, de “inmigrantes ilegales”, “criminales violentos” y “terroristas”.
La Casa Blanca ha caracterizado a los manifestantes como “antiamericanos” y “terroristas”, pero las marchas, bajo el lema “Sin Reyes”, han sido pacíficas y pedían “democracia” y “libertad”
Un mar de banderas estadounidenses, gritos de “libertad” y carteles pidiendo “democracia” ha inundado esta mañana la Avenida Pensilvania de Washington, que une la Casa Blanca y el Capitolio de Estados Unidos. La simbólica imagen de la marcha, a la que han acudido decenas de miles de personas (y cientos de miles en las calles de los 50 estados del país), ha contrastado con la caracterización que han hecho de ella los republicanos: “Una manifestación de odio hacia América”, de “marxistas del ala pro-Hamas del Partido Demócrata”, de “inmigrantes ilegales”, “criminales violentos” y “terroristas”.
En realidad, todo lo que ha tenido de terrorismo la manifestación ha sido la designación oficial que hizo Donald Trump, por medio de orden ejecutiva, del movimiento antifascista como una “organización terrorista doméstica” e “internacional”. Los carteles de Antifa abundaban, así como los que exigían “estado de derecho” y “separación de poderes” al presidente. Su Administración ya está usando ese calificativo para enjuiciar a los arrestados en las protestas de las últimas semanas en Chicago, Los Ángeles, Portland, Nueva York y otras ciudades más reivindicativas que la habitualmente calmada Washington.
Eric, residente de Maryland de 56 años
“Llevo con orgullo una bandera americana. Lo soy más que este gobierno autoritario y contrario a la libertad de expresión”
Este sábado, se calcula que más de un millón de personas han salido a las calles en 2.700 protestas en los 50 estados del país, aunque las cifras no son todavía oficiales. Las multitudinarias manifestaciones han sido organizadas por una coalición de 300 grupos unida bajo el lema “No Kings” (sin reyes) para protestar contra un líder autoritario, Trump, que “no respeta las leyes de este país, el equilibrio de poderes, los derechos de las minorías y aquellos con los que todos contábamos como la libertad de expresión”, resumió Joel Payne, portavoz de MoveOn, una de las asociaciones organizadoras. “Es necesario reafirmar que en EE.UU. no tenemos reyes. Ni ahora, ni nunca”, ha asegurado, remarcando los valores fundacionales de un país que, a pesar de sus contradicciones, nació guiado por la idea de libertad frente al régimen monárquico de Reino Unido.
El movimiento No Kings nació el pasado 14 de junio, en el cumpleaños de Trump, con el objetivo de mostrar el rechazo hacia el desfile militar que el presidente se regaló en Washington por su fecha señalada. Cuatro meses después, la sensación de los manifestantes es que la toma absoluta del poder federal y el desprecio por la ley, los derechos y las minorías tan solo se ha recrudecido.
En la capital, decenas de agentes armados de la Guardia Nacional, así como una presencia policial reforzada, han acompañado a los manifestantes pacíficos, que se encaraban a ellos con consignas tan radicales como “gracias por su servicio, pero no les necesitamos”. En Texas, el gobernador Greg Abbott, ha desplegado a los soldados de la reserva estatal solo para las manifestaciones de este sábado, argumentando que estaban “vinculadas a Antifa”.

AMID FARAHI / AFP
La mayoría de los asistentes consultados por La Vanguardia se han autodefinido como antifascistas. “Muchos de los movimientos de nuestro actual presidente están dirigidos a consolidar el poder y crear una autarquía, algo que no quiero ver en EE.UU. Quiero ver más poder del pueblo, y creo que esta marcha representa ese deseo”, explicaba Eric, un hombre de 56 años de Maryland. “Llevo una bandera americana. Estoy muy orgulloso de ser estadounidense y de nuestro país. La acusación de que odiamos a América es absurda, suena desesperada. Si ves el número de personas aquí y la proporción de gente que siente lo mismo que yo, creo que eso es, si acaso, lo más estadounidense que uno podría pedir, definitivamente más que este gobierno contrario a la libertad de expresión”.
Frente al Capitolio de EE.UU., controlado en su totalidad por los republicanos, Jacqueline Johnson, de 44 años, repartía carteles con el lema Free DC (liberemos DC). Lleva todo el año manifestándose, con más fuerza desde de que Trump tomó el control de la ciudad con el despliegue de la Guardia Nacional. Pero esta mañana estaba asombrada por la movilización de sus compatriotas. “Estoy aquí para convencer a la gente sobre su poder como consumidores, como miembros de jurados, como miembros de la comunidad y como sindicalistas. Tenemos que unirnos trabajar juntos, mediante una cooperación masiva, para lograr cambios en nuestro país y oponernos a la consolidación del poder autoritario”, ha afirmado.
“Como nativa y residente de Washington, me preocupan los ataques contra la ciudad. Siempre que los autoritarios llegan al poder, les gusta controlar la capital. Me preocupa lo que está pasando con mis vecinos, los miembros de mi comunidad, lo que ocurre en mi propio barrio, con mis amigos, con los padres de los amigos de mis hijos, con los trabajadores, con los feligreses de nuestras iglesias, con la gente de los restaurantes… Esto está afectando a todo el mundo. Así que no puedo quedarme de brazos cruzados mientras esta administración destruye nuestra democracia”, ha sentenciado Johnson.
Jacqueline Johnson, activista del movimiento Free DC
“Me preocupan los ataques contra la ciudad. Siempre que los autoritarios llegan al poder, les gusta controlar la capital”
El intento de Trump de militarizar las calles de las principales ciudades demócratas del país es uno de los argumentos que han llevado a los vecinos a protestar. Pero también lo son los despidos masivos e ilegales de miles de funcionarios durante el cierre de Gobierno; el ritmo récord de firma de 200 órdenes ejecutivas en nueve meses, más que en cualquier mandato –de cuatro años– de todos sus predecesores; la invasión de las competencias del Congreso sobre los presupuestos y la política comercial; el secuestro, a manos de agentes federales con la cara tapada, de personas que van a trabajar, por su piel morena o su idioma español; el borrado de las personas trans en los libros, el ejército y el servicio público; el ataque frontal contra la libertad de prensa, de expresión y académica, con denuncias millonarias a periódicos y recortes de fondos a las universidades; o el enjuiciamiento a los adversarios políticos de Trump, como el exdirector del FBI, James Comey, la fiscal general de Nueva York, Letitia James, o el ex consejero de Seguridad Nacional, John Bolton.
Mientras ordena perseguir a sus críticos, el presidente indultó en su primer día de mandato a 1.500 personas, incluidos cientos de miembros de milicias y grupos de extrema derecha, como los Proud Boys o los Oath Keepers, que se manifiestan armados con frecuencia por vecindarios de todo el país, pero la Administración Trump no ve necesario el despliegue de la Guardia Nacional para intimidarlos. El viernes, volvió a hacer explícita su doble vara de medir al conmutar la pena del excongresista republicano George Santos, que había sido condenado a siete años de prisión por fraude.
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