El partido se jugaba en el Hard Rock Stadium de Miami y, sin embargo, parecía la Bombonera de Buenos Aires. Boca Juniors, arropado por su siempre acalorada hinchada en el debut en el Mundial de Clubs, estuvo muy cerca de la victoria ante el Benfica, pero finalmente, en un duelo de alto voltaje, con dos expulsados, el argentino Nicolás Otamendi, declarado aficionado de River Plate, aguó la fiesta xeneize a sus compatriotas con el definitivo gol portugués del empate (2-2).
El defensa argentino logra el empate definitivo de los portugueses en un duelo donde ambos equipos, en su debut en el Mundial de Clubs, acabaron con un jugador expulsado
El partido se jugaba en el Hard Rock Stadium de Miami y, sin embargo, parecía la Bombonera de Buenos Aires. Boca Juniors, arropado por su siempre acalorada hinchada en el debut en el Mundial de Clubs, estuvo muy cerca de la victoria ante el Benfica, pero finalmente, en un duelo de alto voltaje, con dos expulsados, el argentino Nicolás Otamendi, declarado aficionado de River Plate, aguó la fiesta xeneize a sus compatriotas con el definitivo gol portugués del empate (2-2).
El combinado bonaerense, en pleno ritmo de temporada en su país, saltó al césped con más ganas y más exhuberancia física que un conjunto luso pesado de piernas y espeso mentalmente. La téorica superioridad europea se desdibujó en un tramo inicial donde los de Miguel Ángel Russo se impusieron con una idea simple, abusando de balones largos y segundas jugadas.
El ímpetu de Boca se tradujo pronto en el primer gol del partido. Peinó de cabeza Palacios un envío del portero Marchesin, Lauti Blanco se deshizo de Florentino con un gran caño y el centro lo remató de primeras a la red Merentiel, con pasado en el Lorca de Murcia y en el filial del Valencia. Éxtasis en las gradas de Miami que se duplicó cinco minutos después a la salida de un córner: tras una prolongación del segundo al primer palo, Battaglia se impuso de cabeza a Aursnes para firmar el segundo tanto.

Marco Bello / Reuters
El arreón porteño se tradujo en un preciado botín que Boca trató de conservar el resto del partido con intensidad, a veces traducida en dureza, y con un malentendido oficio al aprovechar cada pausa para ganar unos segundos, en ocasiones minutos, al tiempo reglamentario.
Le costó digerir el escenario a un Benfica sin oportunidades de gol que solo halló la luz debido a una torpeza al filo del descanso de Palacios, que en un córner cometió un claro penalti sobre Otamendi al tratar de despejar el balón. El árbitro César Ramos se fue al monitor del VAR, donde expulsó al lesionado anteriormente Ander Herrerra por sus agresivas protestas, y certificó una pena máxima que transformó con mucha clase Ángel Di María, otro argentino ilustre.
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Tras la reanudación, Boca, que llegaba entre críticas por los últimos malos resultados en su país, multiplicó las pérdidas de tiempo, sobre todo cuando Belotti, recién ingresado, se ganó una merecida expulsión con una patada voladora en la cabeza de Costa en su intento de tocar la pelota. Pero con todo en contra, en inferiordidad los últimos 20 minutos, el Benfica firmó sus mejores minutos, ya sin nada que perder, y halló el premio del empate en otro saque de esquina. Libre de marca, Otamendi marcó de cabeza y lo celebró con rabia frente a la parroquia xeneize, quizá pensando en ‘los millonarios’.
El triste epílogo de un partido con poco fútbol y mucha emoción lo puso Figal con una peligrosa patada a media altura, totalmente innecesaria, a Florentino que le costó la roja. Con el Bayern como ogro del grupo, todo apunta que el billete a octavos de Boca Juniors y Benfica dependerá en gran parte de los goles que ambos equipos logren marcar al modesto Auckland City.
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