Ante una crisis geopolítica como la provocada por la ofensiva israelí contra Irán y la consiguiente réplica, las voces de Francia y el Reino Unido, únicos países europeos con disuasión nuclear propia y asiento permanente (con veto incluido) en el Consejo de Seguridad de la ONU, son las que más cuentan en el continente, a pesar del Brexit. Y ambas han sido de gran alarma, como el resto de los socios y aliados, pero al mismo tiempo de calculada ambigüedad. No ha habido una condena explícita de los ataques de la aviación del Estado de Israel ni una desaprobación de su objetivo declarado, impedir que Teherán se dote del arma atómica.
Francia y Gran Bretaña, potencias nucleares y hogar de grandes comunidades judías, adoptan una posición ambigua
Ante una crisis geopolítica como la provocada por la ofensiva israelí contra Irán y la consiguiente réplica, las voces de Francia y el Reino Unido, únicos países europeos con disuasión nuclear propia y asiento permanente (con veto incluido) en el Consejo de Seguridad de la ONU, son las que más cuentan en el continente, a pesar del Brexit. Y ambas han sido de gran alarma, como el resto de los socios y aliados, pero al mismo tiempo de calculada ambigüedad. No ha habido una condena explícita de los ataques de la aviación del Estado de Israel ni una desaprobación de su objetivo declarado, impedir que Teherán se dote del arma atómica.
Aliadas históricas de Israel y con una trayectoria muy compleja, en los dos casos, de relación tanto con el Estado israelí como con Irán, Francia y el Reino Unido albergan además, y por este orden, las mayores comunidades judías en Europa. No es un factor irrelevante para comprender su actitud actual, como tampoco lo es la presencia de millones de ciudadanos árabes y musulmanes en sus territorios, también de iraníes opositores exiliados desde hace decenios.
Sombras históricas: el Reino Unido auspició un golpe colonialista en Irán en 1953, y Francia dio cobijo a Jomeini
El presidente Emmanuel Macron y el primer ministro Keir Starmer han multiplicado sus contactos en las últimas horas en un intento de controlar una situación explosiva y de evitar una deriva catastrófica. Han hablado con Trump, Netanyahu y otros líderes. Starmer se comunicó ayer con el príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salman, pieza clave en Oriente Medio, con quien coincidió en la urgencia de una “desescalada” y la vuelta a la senda diplomática. El titular del Foreign Office, David Lammy, se mostró “alarmado” por los nuevos ataques y las víctimas israelíes e instó a “evitar más daños entre la población civil”. Starmer anunció posteriormente que enviaba más aviones de combate y de reavituallamiento a la región ante la urgencia del momento.
Un ejemplo palmario de ambigüedad fue la rueda de prensa de Macron, el viernes por la tarde. El jefe de Estado francés planteó una muy delicada posición de equilibrio al asegurar que su país participaría, en función de sus capacidades, “en la protección y defensa de Israel” si es atacado, si bien no realizará acciones ofensivas contra Irán. Desde el punto de vista militar, eso es casi la cuadratura del círculo. Macron recordó que “Irán tiene una pesada responsabilidad en la inestabilidad en la región” y que se ha acercado mucho a la obtención de la bomba atómica, un escenario que no debe producirse. Pese a esa no condena de los bombardeos y de los objetivos estratégicos israelíes, el presidente abogó por volver a la negociación diplomática.
De las palabras de Macron puede deducirse que Francia, como mucho, podría participar –como ya hizo durante los anteriores ataques de misiles iraníes contra Israel– en operaciones de interceptación y destrucción de esos cohetes, utilizando para ello sus medios desplegados en la región. Es poco imaginable que el apoyo francés pueda ir más allá.
La nueva guerra ha echado por tierra la ambiciosa agenda de Macron, que debía participar el próximo día 18 en la ONU, en Nueva York, junto al saudí Bin Salman, en una conferencia para reavivar la solución de dos estados para el conflicto israelo-palestino. El presidente francés había insinuado que podría aprovechar la ocasión para el reconocimiento del Estado palestino, pese a la indignación que eso iba a provocar en el Gobierno israelí.
La historia de Francia y el Reino Unido presenta claroscuros respecto a Irán e Israel. El ayatolá Jomeini se refugió cerca de París antes de volver triunfalmente a Teherán, en 1979, al triunfar la revolución islámica. Londres ejerció el mandato sobre Palestina, muy conflictivo, después de la I Guerra Mundial y hasta que nació Israel, en 1948. Y fueron los servicios secretos británicos, junto a la CIA, quienes orquestaron un golpe de Estado colonialista en Irán, en 1953, para proteger sus intereses petroleros, algo que los persas no olvidan. En el avispero de Oriente Medio, la memoria pesa mucho y no es inocua.
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