Vivimos en un momento repleto de emergencias sociales: la climática, la migratoria, de vivienda, la educativa, incluso la democrática o la de la integridad de la política, entre otras. Los discursos de la justicia social, que suelen estar patrimonializados por las fuerzas y pensamientos calificados de izquierdas, se imponen en un imaginario de capitalismo informacional, democracias delegadas, mutaciones antropológicas y viejas y nuevas formas de violencia. Resulta que hoy, jornada en la que litúrgicamente se celebra el ‘Corpus Christi’ en España, el discurso público de la Iglesia se centra en la caridad. Y no precisamente en esa caridad por la que entra la peste. Hablar de caridad implica asentar las bases de la justicia. La caridad exige la justicia, el legítimo derecho de las personas y los pueblos. La caridad también supera a la justicia y la completa, siguiendo la lógica de la entrega y el perdón. Discúlpenme si ahora retomo algunas ideas de Benedicto XVI en su ‘Caritas in veritate’, sin hacer de menos a nadie. La caridad no es algo accesorio ni secundario en la vida de la Iglesia y de los cristianos. Forma parte de la sustancia de su propuesta, junto con el anuncio y la celebración de la fe. Incluso es una forma de anuncio y de celebración de lo humano con evidencias testimoniales. La caridad, también los agentes de caridad de la Iglesia, puede caer en la trampa de la ideologización si su concepción y su práctica se desarraiga y se convierte en una narrativa moral más dentro del supermercado de ofertas éticas. También si se es asumida y anulada por el discurso de una justicia permeable a una reducción en sus exigencias. La pretensión de determinadas formaciones e ideas políticas de convertir a la Iglesia en una ONG, una manera de ejercer una insultante condescendencia, no es más que un síntoma de una sociedad que no entiende lo que es la Iglesia y que a la larga necesita más libertad. El ejercicio personal de la caridad es una efectiva instancia crítica. Cuando damos dinero a Cáritas no solo somos solidarios, estamos ejerciendo la denuncia. Vivimos en un momento repleto de emergencias sociales: la climática, la migratoria, de vivienda, la educativa, incluso la democrática o la de la integridad de la política, entre otras. Los discursos de la justicia social, que suelen estar patrimonializados por las fuerzas y pensamientos calificados de izquierdas, se imponen en un imaginario de capitalismo informacional, democracias delegadas, mutaciones antropológicas y viejas y nuevas formas de violencia. Resulta que hoy, jornada en la que litúrgicamente se celebra el ‘Corpus Christi’ en España, el discurso público de la Iglesia se centra en la caridad. Y no precisamente en esa caridad por la que entra la peste. Hablar de caridad implica asentar las bases de la justicia. La caridad exige la justicia, el legítimo derecho de las personas y los pueblos. La caridad también supera a la justicia y la completa, siguiendo la lógica de la entrega y el perdón. Discúlpenme si ahora retomo algunas ideas de Benedicto XVI en su ‘Caritas in veritate’, sin hacer de menos a nadie. La caridad no es algo accesorio ni secundario en la vida de la Iglesia y de los cristianos. Forma parte de la sustancia de su propuesta, junto con el anuncio y la celebración de la fe. Incluso es una forma de anuncio y de celebración de lo humano con evidencias testimoniales. La caridad, también los agentes de caridad de la Iglesia, puede caer en la trampa de la ideologización si su concepción y su práctica se desarraiga y se convierte en una narrativa moral más dentro del supermercado de ofertas éticas. También si se es asumida y anulada por el discurso de una justicia permeable a una reducción en sus exigencias. La pretensión de determinadas formaciones e ideas políticas de convertir a la Iglesia en una ONG, una manera de ejercer una insultante condescendencia, no es más que un síntoma de una sociedad que no entiende lo que es la Iglesia y que a la larga necesita más libertad. El ejercicio personal de la caridad es una efectiva instancia crítica. Cuando damos dinero a Cáritas no solo somos solidarios, estamos ejerciendo la denuncia.
Es una forma de anuncio y de celebración de lo humano
Vivimos en un momento repleto de emergencias sociales: la climática, la migratoria, de vivienda, la educativa, incluso la democrática o la de la integridad de la política, entre otras. Los discursos de la justicia social, que suelen estar patrimonializados por las fuerzas y pensamientos calificados … de izquierdas, se imponen en un imaginario de capitalismo informacional, democracias delegadas, mutaciones antropológicas y viejas y nuevas formas de violencia. Resulta que hoy, jornada en la que litúrgicamente se celebra el ‘Corpus Christi’ en España, el discurso público de la Iglesia se centra en la caridad. Y no precisamente en esa caridad por la que entra la peste. Hablar de caridad implica asentar las bases de la justicia.
La caridad exige la justicia, el legítimo derecho de las personas y los pueblos. La caridad también supera a la justicia y la completa, siguiendo la lógica de la entrega y el perdón. Discúlpenme si ahora retomo algunas ideas de Benedicto XVI en su ‘Caritas in veritate’, sin hacer de menos a nadie. La caridad no es algo accesorio ni secundario en la vida de la Iglesia y de los cristianos. Forma parte de la sustancia de su propuesta, junto con el anuncio y la celebración de la fe. Incluso es una forma de anuncio y de celebración de lo humano con evidencias testimoniales. La caridad, también los agentes de caridad de la Iglesia, puede caer en la trampa de la ideologización si su concepción y su práctica se desarraiga y se convierte en una narrativa moral más dentro del supermercado de ofertas éticas. También si se es asumida y anulada por el discurso de una justicia permeable a una reducción en sus exigencias. La pretensión de determinadas formaciones e ideas políticas de convertir a la Iglesia en una ONG, una manera de ejercer una insultante condescendencia, no es más que un síntoma de una sociedad que no entiende lo que es la Iglesia y que a la larga necesita más libertad. El ejercicio personal de la caridad es una efectiva instancia crítica. Cuando damos dinero a Cáritas no solo somos solidarios, estamos ejerciendo la denuncia.
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