A Lamine Yamal (Esplugues de Llobregat, 2007) y a Kylian Mbappé (París, 1998) les toca ahora protagonizar la eterna disputa Barça-Madrid en esta época espasmódica de mensajes cortos y al pie, ya ni tan siquiera resultadista: hay tantos partidos y torneos que algunos los ganas y otros los pierdes y nada -ni la gloria o la tragedia- dura mucho.
A Lamine Yamal (Esplugues de Llobregat, 2007) y a Kylian Mbappé (París, 1998) les toca ahora protagonizar la eterna disputa Barça-Madrid en esta época espasmódica de mensajes cortos y al pie, ya ni tan siquiera resultadista: hay tantos partidos y torneos que algunos los ganas y otros los pierdes y nada -ni la gloria o la tragedia- dura mucho.Seguir leyendo…
A Lamine Yamal (Esplugues de Llobregat, 2007) y a Kylian Mbappé (París, 1998) les toca ahora protagonizar la eterna disputa Barça-Madrid en esta época espasmódica de mensajes cortos y al pie, ya ni tan siquiera resultadista: hay tantos partidos y torneos que algunos los ganas y otros los pierdes y nada -ni la gloria o la tragedia- dura mucho.
Lamine y Kylian no encajan del todo en la disputa homérica que protagonizaron Messi y Cristiano, Héctor y Aquiles, de tal modo que hasta parecen no competir por el mismo cetro, quizás por la diferencia de edad y por el carácter de ambos, envasados al vacío a temperaturas tan bajas que solo el mítico calamar gigante puede sobrevivir. Su disputa no es airada porque tampoco podemos detestarlos. Los del Barça porque Mbappé -su juego, su deportividad, su posicionamiento ético- lo hace impecable y los del Real por saber gestionar lo mejor que pueden el sentido de la medida (el chaval acaba de cumplir 18 años) y la esquizofrenia (Lamine es la joya de su selección).
Mbappé y Lamine Yamal representan una nueva sociedad a la que se está intentando demoler
Hay consenso sobre la calidad de los dos futbolistas porque en una época donde la verdad no importa, estos dos jugadores son verdad en todo. Exhiben una actitud y un juego absolutamente honesto. Dan lo que ofrecen e incluso más. Sus jugadas son limpias, parecen dibujadas previamente y que siguieran esa línea de puntos que solo ven ellos porque la mayor parte de las veces esas jugadas no están: se las inventan. Y a esa verdad se suma la que ofrecen a los defensores. Cuando lo hace Mbappé, cuando le llega el balón, es como si sonara a toda hostia la Electric Light Orquestra, corriendo y empujándolos, tirando todas las líneas y cables: los de la luz, los del fuera del juego, los de la defensa posicional y, si fuera menester, los de colgar la ropa.
Lamine actúa a los sones de Boogie Shoes y es como esos amores con los que sabes qué te pasará, cómo te pasará y cuándo te pasará y, efectivamente, te pasa pero no puedes dejar de intentarlo. Si las referencias musicales de los 70 no les dicen nada convengamos en que Mbappé es Bad Bunny tanto como el de Rocafonda es C. Tangana. Uno no duda ni de sí mismo, ni de sus tropocientos estadios seguidos y tres goles en una final para acabar perdiéndola, mientras que el vértigo de Lamine es el del músico madrileño. A ambos, de ambición desmedida, los ves y temes que, a la próxima, no podrán, se caerán, se desnortarán, que acabará por no salirles lo que siempre les sale. Y les sigue saliendo.
Mbappé también suena a Thierry Henry y Lamine a Neymar Jr. y quizás eso nos quite el sueño a los de por aquí. Sin embargo, ambos parecen tener la cabeza bien amueblada, acostumbrados a recibir una presión que los convierte en coraza o erizo y les lanza, a ratos, fuera de peligro, convirtiéndolos en estrellas distantes. Se protegen o se las trae al pairo una realidad de la que les hemos sustraído.
Tenemos presente que son jóvenes y millonarios pero no tanto el peso que sobrellevan y lo que se han esforzado hasta llegar hasta donde están. Y muy inteligentes al callar o decir lo justo, en no querer convertirse en símbolos de nada, siendo expresiones manifiestas de lo mejor de una sociedad, en un ámbito -el futbolero- y época -nacionalismos excluyentes, supremacismo, extremas derechas- nada predispuestos a reconocer lo que ellos representan: una nueva sociedad, un nuevo mundo al que se está intentando demoler. Ninguno de ellos -Kylian y Lamine- estarían aquí si los defensores de las esencias patrias hubieran gobernado. Ellos lo saben, nosotros lo sabemos y los otros hacen que no lo saben. Todo bien.
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