Posiblemente Donald Trump tendrá un día el Nobel de la paz que tanto anhela (y que este año se le ha escapado con un gol de María Corina Machado en el último suspiro) por haber acabado con siete guerras, o setenta, y haber parado los pies a Netanyahu después de venderle las armas y darle la luz verde necesarias para reducir Gaza a un montón de escombros que recuerdan al Berlín de después de la II Guerra Mundial. Pero en deporte lo único que ha hecho es fomentar la inquina entre los Estados Unidos y Canadá, los países que comparten la frontera no defendida militarmente más grande del mundo (casi nueve mil kilómetros).
Los hinchas canadienses tienen miedo de cruzar la frontera de EE.UU.
Posiblemente Donald Trump tendrá un día el Nobel de la paz que tanto anhela (y que este año se le ha escapado con un gol de María Corina Machado en el último suspiro) por haber acabado con siete guerras, o setenta, y haber parado los pies a Netanyahu después de venderle las armas y darle la luz verde necesarias para reducir Gaza a un montón de escombros que recuerdan al Berlín de después de la II Guerra Mundial. Pero en deporte lo único que ha hecho es fomentar la inquina entre los Estados Unidos y Canadá, los países que comparten la frontera no defendida militarmente más grande del mundo (casi nueve mil kilómetros).
Los Buffalo Bills, Detroit Lions y Seattle Seahawks de la NFL, y los Mariners y Tigers de béisbol, tienen muchísimos seguidores canadienses que hacen el pequeño viaje desde Toronto, Windsor o Vancouver para ver los partidos del equipo, gastan dinero en hoteles, restaurantes, gorras y camisetas, y ayudan a que les cuadren los números. O al menos así era hasta que Trump declaró la guerra comercial a su vecino del norte y amenazó con anexionarlo y convertirlo en el estado 51.
Búfalo es un mercado pequeño y los Bills de la NFL necesitan a sus ocho mil abonados canadienses
Ahora los turistas canadienses (como muchos europeos) no saben qué se van a encontrar en la frontera y tienen miedo a que los agentes de aduanas les pidan el móvil, vean bromas o comentarios hostiles sobre Trump y no les dejen entrar (después de haberse gastado una pasta en la excursión), o incluso les regalen tres semanas de vacaciones en un campo de internamiento de Tejas antes de que su gobierno consiga que regresen a casa. El Puente de la paz sobre el río Niágara se ha convertido en el puente de la discordia, y lo mismo los cruces entre Michigan y Ontario, y la Columbia Británica y el estado de Washington. Nada es lo que era. Bajarse del autobús para que te sellen el pasaporte del lado estadounidense era una simple rutina, no una aventura.
Para los Bills y la ciudad de Búfalo es una grave complicación, porque el equipo tiene ocho mil abonados canadienses (un 11% de las localidades del Highmark Stadium), y los residentes de Ontario constituyen el 18% de quienes han adelantado un depósito para disponer de asientos en el nuevo campo que se inaugurará la temporada que viene. Una empresa llamada Niágara Sports Trips llenaba cuatro autobuses para ir a ver los partidos, y actualmente le sobran los asientos vacíos. La gente, por mucho que le guste su equipo, no quiere arriesgarse.
Un mercado pequeño como es Búfalo (menos de 300.000 habitantes), con una audiencia televisiva en consonancia, necesita de la vecina Toronto (siete millones de habitantes) para poder competir en términos económicos con Nueva York, Los Ángeles o Chicago, y más en el clima de expansión global de la NFL, que este año celebra partidos en Londres (tres), Dublín, Madrid, Berlín y Sao Paulo, siempre en busca de generar más fans y más dinero. Trump lo ha complicado todo, los números no engañan. El tráfico en el Puente de la paz sobre el río Niágara ha caído un 22%, entre Vancouver y Seattle un 33%, y entre Detroit y Ontario un 10%.
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Los respectivos himnos nacionales son silbados en el otro país, y los Yankees restringieron la venta de entradas para el reciente playoff de béisbol contra los Toronto Blue Jays a quienes demostraran tener residencia en los estados de Nueva York, Pensylvania, New Jersey y Connecticut. ¡Canadienses fuera! Lo cual hizo más dulce si cabe el triunfo para los “extranjeros”. En el mundo impera cada vez más el nacionalismo de tipo étnico. Trump fomenta además el nacionalismo deportivo, y ha conseguido enemistar a los que solían ser los mejores amigos del mundo. ¿Se merece el Nobel de la paz?.
AMPLIACIÓN DE MERCADO
El triunfo de los Blue Jays sobre los Yankees en el playoff de la Liga Americana de béisbol ha atizado la creciente hostilidad entre los aficionados al deporte de EE.UU. y Canadá, y más aún después de que la gran estrella de los ganadores, Vladimir Guerrero Jr. (nacido en Montreal), celebrara el éxito en plan provocador cantando el “New York, New York” de Frank Sinatra, que es el himno de los bombarderos del Bronx, y dijera que no jugaría “ni muerto” para el equipo neoyorquino. Los Blue Jays ganaron dos Series Mundiales en 1992 y 93, se comercializan como “el equipo de Canadá” y presumen de tener más fans que cualquier rival.
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