Estados Unidos ha entrado en la guerra con Irán bajo el pretexto de eliminar su programa nuclear, pero Donald Trump ya juega con la idea de provocar un cambio de régimen en la República Islámica.
Las insinuaciones del presidente estadounidense contradicen la versión oficial de la Casa Blanca
Estados Unidos ha entrado en la guerra con Irán bajo el pretexto de eliminar su programa nuclear, pero Donald Trump ya juega con la idea de provocar un cambio de régimen en la República Islámica.
El domingo, horas después del histórico ataque contra las principales instalaciones atómicas iraníes, el presidente estadounidense escribió en su red social Truth Social que, si bien “no es políticamente correcto usar el término ‘cambio de régimen’, si el actual régimen iraní no puede hacer que Irán vuelva a ser grande, ¿¿¿por qué no habría un cambio de régimen???”.
Este mensaje choca frontalmente con la idea que hasta entonces se había querido transmitir desde la Casa Blanca: que la intervención estadounidense en Irán se limitaba a la destrucción de las instalaciones nucleares con potencial para fabricar una bomba atómica. Tanto el secretario de Defensa, Pete Hegseth, como el vicepresidente, J.D. Vance, se habían mostrado firmes al respecto, al asegurar que Washington no tenía como objetivo derrocar al régimen de Teherán. “No estamos en guerra con Irán”, sintetizó el domingo Vance en una entrevista en la cadena NBC. “Estamos en guerra con el programa nuclear de Irán”.
Con sus palabras, Trump se alinea todavía más con los intereses de Netanyahu
Las insinuaciones de Trump sobre un cambio de régimen en Irán pueden abrir todavía más grietas en su base electoral –parte de los republicanos se oponen frontalmente a la intervención de Estados Unidos en el extranjero–, pero son música celestial para Israel: el primer ministro hebreo, Beniamin Netanyahu, ha reconocido en los últimos días que la ofensiva israelí “podría” desembocar en un cambio de gobierno en Irán, país que considera una “amenaza existencial”. “El 80% de la gente expulsaría a estos matones teológicos”, dijo el pasado 15 de junio, refiriéndose al descontento de la población iraní con el régimen de los ayatolás.
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Las palabras del presidente estadounidense no hacen más que añadir incertidumbre a un escenario ya de por sí cargado de inseguridad. Irán ha anunciado represalias por el ataque sufrido este fin de semana contra sus instalaciones atómicas, y su objetivo podrían ser las fuerzas militares que Estados Unidos tiene desplegadas en la región. En total, hay cerca de 40.000 soldados estadounidenses en distintas bases y buques de guerra en Oriente Medio. Ahora, estos efectivos están en alerta máxima ante la posibilidad de que Teherán quiera vengarse lanzando sus misiles.
Irán también podría optar por perpetrar atentados terroristas en territorio estadounidense, activando a sus células durmientes. Un plan que, según la cadena estadounidense NBC, el régimen de Teherán hizo llegar a Trump a través de un intermediario en la cumbre del G-7 celebrada en Canadá la semana pasada. Otra posible forma de venganza sería el bloqueo del estrecho de Ormuz, que provocaría una crisis energética mundial, o el bombardeo de los yacimientos petrolíferos de los aliados de Estados Unidos en la región. Huelga decir que todos estos escenarios podrían traer graves consecuencias para el propio régimen iraní.
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