La retórica tiene un precio, y más cuando en el punto de mira se pone a trabajadores que hacen aquello que no quieren hacer los votantes de Trump.
Las operaciones de caza de indocumentados desarrolladas en lugares como explotaciones agrícolas demuestran lo esenciales que son los sin papeles para la economía de EE.UU.
La retórica tiene un precio, y más cuando en el punto de mira se pone a trabajadores que hacen aquello que no quieren hacer los votantes de Trump.
El presidente de Estados Unidos introdujo un cambio significativo en su política antiinmigración. Después de una semana de atacar centros de trabajo en Los Ángeles, con las consiguientes protestas en la ciudad californiana, extendidas a muchas otras en todo el país, Trump ha visto que desaparecían los trabajadores agrícolas, los de los restaurantes y que se vaciaban las estanterías de los supermercados. Así que la Casa Blanca comunicó a los agentes aduaneros (ICE) que pausaran sus operaciones contra indocumentados en la industria agrícola, hoteles y restaurantes, según un correo electrónico interno al que accedió The New York Times .
Esta decisión deja bien claro que la escala de las deportaciones masivas que persigue el presidente, uno de los elementos populistas y claves de su campaña, es una cuestión que afecta severamente a sectores y votantes que no quiere perder.
Trump ya hizo el jueves una concesión extraña viniendo de él, cuando reconoció que las redadas estaban provocando graves problemas en las explotaciones agrarias y en la industria de la hospitalidad. Entonces ya apuntó a la posibilidad de bajar el tono. La Casa Blanca presionó a los agentes del ICE para que cazaran a 3.000 indocumentados al día, una cifra absolutamente de récord. La semana pasada llegaron a jornadas de 2.000. Pero alcanzar esa meta significó ampliar el punto de mira. Ya no se trataba de ir a buscar a indocumentados que hubieran cometido delitos, sino que había que acudir a lugares de trabajo para conseguir esos números.
Además de las detenciones, el miedo por estas redadas ha hecho que muchos simpapeles, base para la economía de a pie, se escondieran y no acudieran a sus tareas laborales. La alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass, ya avisó de que los supermercados se quedaban sin provisiones.
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