La Casa Blanca se encuentra en una encrucijada. Igual apuesta por cerrar conflictos bélicos como por abrirlos.
El presidente ordena al mediador con el chavismo cancelar relaciones diplomáticas
La Casa Blanca se encuentra en una encrucijada. Igual apuesta por cerrar conflictos bélicos como por abrirlos.
El presidente Donald Trump tiene un ojo en el plan de paz para Gaza y en el premio Nobel, y otro en el Departamento de Guerra, donde, como bien dice su nombre recién recuperado por el presidente “pacificador”, Venezuela se halla en el punto de mira, en el centro del mapa.
El esfuerzo de Washington para derrocar el gobierno de Nicolás Maduro gana terreno después de que Trump cancelara este lunes la iniciativa para llegar a un acuerdo diplomático con el régimen chavista.
Esa decisión sería la evidencia más clara de que todo el discurso sobre los ataques a las narcolanchas venezolanas en aguas internacionales del Caribe no es más que una tapadera para el fin último de acabar con el presidente venezolano.
Muchos analistas observan que este despliegue solo es en realidad una demostración de fuerza para comunicar a Maduro y sus colaboradores que tienen los días contados.
La líder opositora, María Corina Machado, apoya la estrategia militarista de Washington
“Un cambio rápido de régimen en Venezuela ha sido siempre el plan del presidente Trump. Simplemente no funcionó la última vez”, sostiene Christopher Sabatini, experto en América Latina del laboratorio de ideas Chatham House.
En un artículo de opinión en The New York Times, Sabatini aludió al apoyo que el líder estadounidense dio durante su primer mandato a Juan Guaidó, al reconocerlo sin éxito como presidente de Venezuela. Sin embargo, esa campaña de presión careció entonces de la amenaza militar exhibida ahora.
Desde agosto, cuando Trump firmó una orden secreta autorizando acciones militares contra los cárteles de la droga, el presidente de EE.UU. ha calificado a Maduro de fugitivo narcoterrorista y ofrecido 50 millones de dólares de recompensa por su detención, además de ordenar la destrucción de los supuestos buques del narcotráfico, que han llevado al hundimiento de cuatro embarcaciones con al menos 21 muertos. Ante la difícil cobertura legal, Trump declaró que el país está envuelto en un conflicto armado no internacional contra los cárteles de la droga. A sus miembros los consideró “combatientes ilegales”.
El lunes trascendió el cambio de estrategia cuando Trump, en una reunión con jefes militares celebrada el pasado jueves, ordenó a Richard Grenell, el negociador con Maduro, la suspensión de todo contacto con los dirigentes venezolanos. Según esas fuentes, Trump se siente más que frustrado por su fracaso en convencer a Maduro a que acceda a las demandas de Washington de renunciar al poder voluntariamente y la insistencia a sus dirigentes para que no formen parte del tráfico de drogas.
El ejército de EE.UU. dispone de varios planes militares para incrementar su ofensiva. No solo supondría lanzar ataques directos en suelo venezolano, sino que también incluiría un plan para forzar la renuncia del presidente del régimen.
Marco Rubio, secretario de Estado y halcón principal en este caso, repite sin cesar que Maduro es un presidente ilegítimo y que está procesado en Estados Unidos por narcotráfico. Lo describe como “un fugitivo de la justicia estadounidense”.
Phil Gunson, analista del Crisis Group, expresó en The Guardian la idea de que los bombardeos el pasado junio sobre las instalaciones nucleares iraníes despertaron gran alarma entre los mandos chavistas. “Lo que Trump le hizo a Irán fue una llamada de atención a la gente en el Gobierno” de Caracas, dijo.
Si bien Maduro está llamando a la movilización, lo que incrementa el temor a la represión contra los desafectos a su gobierno, la posibilidad de una intervención de Estados Unidos suena a música celestial para sus enemigos. Están desesperados por finiquitar doce años de gobierno en los que la democracia y la economía de Venezuela se han desmoronado y millones de compatriotas han tenido que escapar de sus hogares y buscar refugió en otros países.
La política conservadora Maria Corina Machado, líder de facto de la oposición y a cuyo aliado Edmundo González se le dio por ganador en las elecciones del 2024, no ha dicho ni una palabra crítica respecto a la muerte sumarísima de los tripulantes de los barcos hundidos por los misiles estadounidenses. Todo lo contrario. Elogió la postura “visionaria” de Trump. “Doy todo mi apoyo a esta estrategia y estoy totalmente a favor de que Estados Unidos desmantele esa estructura criminal”, señaló Machado, oculta en algún lugar de su país, en una entrevista con el Sunday Times.
En cambio, Sabatini apostilló que es “una lección equivocada”, extraída de los errores del primer mandato de Trump, pensar que “Maduro solo puede ser reemplazado por la amenaza de la fuerza”.
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