Nada más aterrizar en Asia este domingo, el presidente de EE.UU., Donald Trump, se ha anotado una victoria propagandística al apadrinar la firma de un “acuerdo histórico” de alto el fuego entre Tailandia y Camboya. Los primeros ministros de ambos países, Anutin Charnvirakul y Hun Manet, respectivamente, le esperaban en Kuala Lumpur, para la firma del documento de pacificación de la frontera común, no completamente delimitada.
El presidente de Estados Unidos apadrina la tregua suscrita entre Tailandia y Camboya sobre su frontera
Nada más aterrizar en Asia este domingo, el presidente de EE.UU., Donald Trump, se ha anotado una victoria propagandística al apadrinar la firma de un “acuerdo histórico” de alto el fuego entre Tailandia y Camboya. Los primeros ministros de ambos países, Anutin Charnvirakul y Hun Manet, respectivamente, le esperaban en Kuala Lumpur, para la firma del documento de pacificación de la frontera común, no completamente delimitada.
En el arranque de su gira asiática, el presidente estadounidense se ha dignado a acudir a esta cumbre de ASEAN tras cerciorarse de que podría adjudicarse el mérito de la paz. Una de las “ocho treguas en ocho meses” de que presume en su currículum para el Nobel, aunque en algunos casos todavía no hay paz, en otros nunca hubo guerra y, por último, algunos beligerantes, como India, le niegan cualquier papel en el fin de las hostilidades.
En el sudeste asiático, donde los bombardeos estadounidenses sobre Vietnam, Laos y la misma Camboya, están grabados a fuego, nadie se lo discute. Menos que nadie el padre de Hun Manet -el viejo dictador camboyano Hun Sen- que ha cepillado el ego de Trump hasta provocar casi tanta vergüenza ajena como el primer ministro pakistaní, Shehbaz Sharif, recientemente en Sharm el Sheij. Algo que obligó también al más fuerte, Tailandia -aun con gobierno interino- a contemporizar con el impredecible Donald Trump, una vez conseguido el objeto secundario de expulsar del gobierno al clan de Thaksin Shinawatra, víctima colateral -cuando no principal- de la escaramuza fronteriza que a lo largo de cinco días de julio causó más de cuarenta muertos en intercambios artilleros.
El acuerdo contempla la retirada de la artillería pesada y el desminaje de las zonas en disputa, entre otras cosas. Desde la tregua de verano se han continuado registrando víctimas- sobre todo soldados talandeses- por la explosión de minas, con la consiguiente indignación. Trump asegura que su amenaza de asfixiar a ambos países con aranceles fue la causa de que estallara la paz. Desde luego, Camboya y Tailandia celebran que la amenaza de gravámenes, que llegó a ser del 49% y el 36%, respectivamente, en abril, se haya quedado en el 19%. Nadie quería, en cualquier caso, una guerra en toda regla, del mismo modo que nadie cree que este sea el final del litigio fronterizo, con los alrededores del templo jemer (hindú) de Preah Vihear como mayor punto de fricción. París bien valía una misa y un rebaja arancelaria de hasta el 30%, bien vale una foto.
Una medalla en el pecho con la que el candidato a Nobel de la Paz volará mañana lunes a Japón para negociar nuevos encargos para la industria armamentista estadounidense. Ocasión que servirá también para visitar una base naval de EE.UU. y entrevistarse con la nueva primera ministra revisionistan de Japón, Sanae Takaichi, que se ha apresurado a asegurar que su país adelantará dos años su objetivo de dedicar el 2% de su PIB a defensa.
El plato fuerte de la gira asiática, en cualquier caso, será el primer cara entre el presidente de China, Xi Jinping, y su homólogo Donald Trump, en el segundo mandato de este. Será en Corea del Sur en la cumbre de cooperación económica de países de Asia-Pacífico (APEC), con el nuevo primer ministro surcoreano, Lee Jae Myung, como anfitrión.
El Tío Sam, que durante décadas fue tenido como un generoso potentado, pasa el sombrero en Asia, como antes en Europa. Con aranceles para naciones ricas y pobres, sin distinción, y con la exigencia de inversiones astronómicas para las primeras, además de un aumento de los presupuestos militares a niveles de la guerra fría.
- “Estoy orgulloso de acabar con este conflicto”, dijo Trump en Kuala Lumpur, en el papel de mediador. “Me gusta hacerlo”. Antes de su llegada, su secretario del Tesoro, Scott Bessent, se entrevistó con el vicepresidente y negociador chino, He Lifeng, con resultados “muy positivos”. La presión estadounidense para que China reduzca sus compras de petróleo ruso o vuelva a comprar soja estadounidense (en vez de brasileña o argentina) no ha obtenido hasta ahora la respuesta esperada. China, al contrario, ha replicado con permisos obligatorios para la exportación de tierras raras, por ínfima que sea, auténtica espada de Damocles para la industria aeronáutica, energética y de defensa estadounidense.
Un auténtico pulso para Trump, muy dado a elogiar “la belleza” de su arsenal de guerra y la perfección del “mejor armamento del mundo”. Alfred Nobel, al fin y al cabo, también encontró tiempo para inventar la dinamita.
Abundando en la declaración conjunta de hoy entre Tailandia y Camboya, que ha sido divulgada por la Casa Blanca, ambos países acuerdan cesar las hostilidades y se comprometen a permitir el despliegue de observadores regionales en la zona en conflicto, así como a la liberación de 18 prisioneros de guerra camboyano.
El primer ministro tailandés, en cualquier caso ha tenido que recortar su visita, tras la muerte -anteanoche aunque anunciada ayer- de la reina madre Sirikit de Tailandia. La nota de luto en esta cumbre de ASEAN, compensada por la puesta de largo de Timor Oriental como nuevo miembro de pleno derecho de la asociación. Todo ello con el apoyo de Indonesia, su antiguo ocupante, y el visto bueno final de Birmania, que se resistía a dar luz verde por los contactos de 2023 entre los grupos de oposición al régimen mlitar y el país de José Ramos-Horta -este sí, indiscutido Premio Nobel de la Paz- y Xanana Gusmao.
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