A Donald Trump apadrinar un acuerdo de paz le sabe a poco y ya está pensando en el próximo, después de Gaza. Será dentro de dos domingos, en Kuala Lumpur, según han confirmado las autoridades malayas, anfitrionas de la cumbre anual de naciones del sudeste asiático (ASEAN). Esta vez el presidente estadounidense se atribuye el alto el fuego del pasado 29 de julio entre Tailandia y Camboya. Ambos países llevaban cinco días enzarzados en una escalada bélica en la frontera que dejó 48 muertos y cientos de miles de desplazados.
El mandatario de EE.UU. presidirá la firma del acuerdo en la cumbre regional de ASEAN
A Donald Trump apadrinar un acuerdo de paz le sabe a poco y ya está pensando en el próximo, después de Gaza. Será dentro de dos domingos, en Kuala Lumpur, según han confirmado las autoridades malayas, anfitrionas de la cumbre anual de naciones del sudeste asiático (ASEAN). Esta vez el presidente estadounidense se atribuye el alto el fuego del pasado 29 de julio entre Tailandia y Camboya. Ambos países llevaban cinco días enzarzados en una escalada bélica en la frontera que dejó 48 muertos y cientos de miles de desplazados.
Aunque la Casa Blanca todavía no ha confirmado la presencia de Trump en Kuala Lumpur, esta se da por descontado, de camino a la cumbre de APEC, en Gyeongju, Corea del Sur, y de su visita a Japón. Esta última ha aumentado la presión para que la Dieta japonesa convoque para dentro de una semana de la votación de un nuevo primer ministro, en la que todavía parte como favorita la nueva presidenta del Partido Liberal Democrático, Sanae Takaichi, pese a la ruptura de la coalición por parte de los pacificistas de Komeito.
El ministro de Exteriores malasio, Mohamad Hasan, dijo este martes que su país y EE.UU. mediarán para que Tailandia y Camboya firmen un acuerdo de alto el fuego durante la próxima visita a Kuala Lumpur de Donald Trump. Aunque el 28 de julio, en la misma ciudad, hubo una declaración conjunta de alto el fuego incondicional e inmediato, por parte del primer ministro camboyano, Hun Manet, y de su homólogo tailandés de entonces (interino), nada se firmó. Diez días más tarde, oficiales de ambos ejércitos desplazados a la capital malasia afinaron su significado en las zonas en disputa de la frontera.
Parte del acuerdo pendiente de concretar y firmar consistiría retirar de estas la artillería pesada y también desminar. El alto el fuego arrancado por Donald Trump con sendas llamadas a Bangkok y Phnom Penh debería transformarse así en algo más parecido a un armisticio. Cuánto durará este una vez se haya secado la tinta es objeto de dudas. Entre las víctimas colaterales de la refriega está el patriarca político tailandés Thaksin Shinawatra y su hija, la entonces primera ministra Paetongtran Shinawatra.
El caso es que el sucesor de este, el magnate conservador Anutin Charnvirakul, tiene un interés objetivo en mantener encendida la llama del litigio, como su principal banderín de enganche nacionalista para las elecciones que debería convocar en tres meses. Sin embargo, el propio Anutin reconoce haber recibido una carta de Trump alentando a Tailandia y Camboya a sellar la paz. Asimismo funcionarios del departamento de Estado de EE.UU. se han desplazado a ambos países y a Malasia, en los últimos días, para atar cabos.
Donald Trump asegura haber pacificado ocho guerras en menos de nueve meses. Cifras de récord que, sin embargo, no son aceptadas por todos los beligerantes. Tal es el caso del primer ministro indio, Narendra Modi, que ha negado repetidamente que Trump estuviera detrás de su alto el fuego con Pakistán.
El primer ministro pakistaní, Shehbaz Sharif, en cambio, le dio todo el crédito al presidente estadounidense, al que este lunes en Sharm el Sheij volvió a elogiar hasta la extenuación. También en el caso del conflicto que nos ocupa ha sido la parte más débil, Camboya, la que ha puesto mayor énfasis en el papel de Trump. Tanto es así que, al igual que hiciera Pakistán, lo nominaron al premio Nobel de la Paz para satisfacer su ego.
Fue el viejo dictador Hun Sen -exjemer rojo que cambió de camisa- quien lo hizo, en calidad, ahora, de presidente del Senado y tercera autoridad de Camboya. La primera, sobre el papel, es su hijo Hun Manet.
Pero el conflicto está lejos de estar resuelto. El propio Hun Sen llamó a sus compatriotas en Tailandia a regresar a Camboya, bajo amenaza de perder la nacionalidad o sus títulos de propiedad. Unos 900.000 lo hicieron -el 5% de la población camboyana- empujados además por la hostilidad nacionalista en Tailandia. A día de hoy, solo un tercio de estos trabajadores inmigrantes habría regresado a Tailandia.
La frontera, de hecho, permanece cerrada, después de que ambas partas se hayan acusado de violar la tregua. En la próxima cumbre de ASEAN habrá, eso sí, una buena noticia para la paz que Donald Trump no se podrá adjudicar. Timor Oriental, que tanto sufrió durante la ocupación indonesia, se unirá a la asociación regional con el apoyo de Yakarta y, de forma todavía más simbólica, con uno de los comandos de aquella represión, Prabowo Subianto, al frente de la antigua potencia ocupante.
Camboya y Tailandia comparten 820 kilómetros de frontera, que en 1907, cuando fue cartografiada por Francia, separaba a la Indochina francesa del antiguo Siam. Durante la segunda Guerra Mundial, cuando tanto la Francia de Vichy como la Tailandia fascista tenían como aliado al Imperio Japónes, este último permitió a Bangkok “recuperar” zonas de Indochina (pese a su población jemer) hasta las mismas puertas de Angkor Wat, cuya silueta figura en la bandera camboyana.
Cuando Japón perdió la guerra, Tailandia tuvo que renunciar a sus territorios irredentos en Camboya, Laos y también Birmania. Pero sectores nacionalistas tailandeses siguen reclamando determinadas zonas, negando incluso las sentencias del Tribunal Internacional de Justicial. El irredentismo tailandés llega ahora a la costa, pese a que el litoral camboyano es ya muy exiguo, tras siglos de mermas territoriales a favor de vietnamitas y siameses. Un litigio ahora reactivado por sus reservas potenciales de hidrocarburos, preservados hasta ahora por las reivindicaciones cruzadas.
Cabe señalar, por último, que al margen de la cita de ASEAN se celebrará, como en otras ocasiones, un encuentro entre los líderes de estos diez países (once, con Timor Oriental) y representantes de China, Rusia, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur, India y EE.UU. En los tres últimos casos, por lo menos, con la presencia de sus respectivos jefes de gobierno.
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