La vida de los padres es el libro que leen los hijos
“Cada día he repetido el ritual al acostar a mis hijos: les digo que estén orgullosos de quiénes son”, dice Fernando Belasteguín
La vida de los padres es el libro que leen los hijos
San Agustín
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Pregunta algo retorcida para Fernando Belasteguín (46):
–Gabriel García Márquez temía canibalizar a sus hijos: habiendo sido él el escritor que había sido, le aterrorizaba la posibilidad de anularles como escritores. Usted pasó 16 años como número 1 mundial del pádel. ¿Se identifica con Gabo ?
–Bueno, si usted visitase mi casa sin conocerme, no sabría si fui jugador de pádel o recepcionista de La Vanguardia: no hay trofeos en las estanterías, ¿sabe por qué?
–¿…?
–Cristina, mi mujer, es odontóloga, y ella no va por la casa luciendo sus títulos… Hasta que no tuvieron cierta edad, mis hijos no supieron que su padre era número 1. Y se enteraron en el colegio.
–¿Y le vieron triunfar como jugador?
–Cuando tomaron conciencia, disfrutaron un poco de mi éxito, pero luego empecé a lesionarme y perdía. Como educador, eso me vino de maravilla, ¿sabe?
–¿…?
–Me veían perder pero yo mantenía la ilusión de siempre. Así, pude demostrarles que esto sigue y que siempre hay que entrenarse como si fuera el último día.
–¿Alguno de ellos juega a pádel?
–Fede, el mayor (17), jugó al tenis hasta los doce años; ahora ya está en el pádel. Sofía (15) y Beatriz (12) siguen en el tenis.
–¿Por qué empezaron en el tenis?
–Si los metía en el pádel, quizá los tratarían de forma especial…
(De vez en cuando, Belasteguín le echa un vistazo al reloj. En un rato tiene un partido de pádel aquí fuera, en el Bela Padel Center, el club que abrió hace un par de meses en el parque logístico de Zona Franca. Y si se despista, llegará tarde a recoger a los chicos del colegio).

LV
Me dice:
–Desde que mis hijos nacieron, cada noche he repetido el ritual con ellos. Les he dicho: ‘Un Belasteguín nunca se rinde’. Por eso era tan importante que me vieran perder. Se lo repetía tras una victoria y, sobre todo, tras una derrota. Cuando Sofía tenía ocho años, hizo un trabajo para la escuela. Diseñó un cartel de Argentina y le incorporó la frase: ‘Un Belasteguín nunca se rinde’. Trajo el cartel a casa, me lo regaló y venga, me fui a llorar al cuarto.
De niño fui defensa central en Pehuajó; no podía avanzar: a Buenos Aires solo llegan los futbolistas habilidosos”
Fernando BelasteguínFue número 1 de pádel durante quince años
El día en el que se retiraba del pádel, en diciembre del año pasado en Milán, Bela sacó el cartel de Sofía para mostrárselo al público y Wilson, al firmarle un contrato de patrocinio textil, le pidió que la niña reescribiese la frase a mano.
–Mire… –me dice Bela.
Y me muestra la inscripción de su hija en el agarre de la pala: ‘Un Belasteguín nunca se rinde’.
La frase es un lema de Wilson.

LV
Bela me cuenta de viva voz estas historias, pero usted también puede leerlas en su libro de memorias. Bela, la historia continúa (editado por Emprenbooks y escrito por Valen Bailón), es la segunda parte del relato de un niño argentino, crío de familia humilde en ciudad de tamaño medio, Pehuajó (45.000 habitantes), que jugaba de defensa central en el equipo del pueblo.
–Lo que pasa es que los defensas rústicos no llegan a Buenos Aires. A la capital solo van los futbolistas habilidosos. Y por eso me fui al pádel a mis diez años –me dice.
El pequeño Bela tenía doce años cuando el circuito nacional de pádel fue a pasar a 200 kilómetros de su casa. Alguien le había entregado una invitación para jugar allí y el crío se fue: se midió a los mejores del país en su categoría.
–Les tumbé. Y un entrenador de Buenos Aires habló con mis padres, les dijo: ‘Me llevo al niño’.
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Y a sus trece años, cada viernes Bela tomaba el autobús, nueve horas hasta Buenos Aires y el domingo de noche, nueve horas de vuelta a Pehuajó.
–Con quince años, llegué a hacer 23 horas de ida para jugar un torneo en Trelew, a 1.400 kilómetros de Buenos Aires, para perder en primera ronda y, de inmediato, viajar otras 23 horas de vuelta… Y ahora, pienso que mandar a mis hijos a Baqueira, a tres horas de camino, es demasiado camino.
–Y con esa pasión en el alma, ¿qué le retiró a usted?
–En septiembre del 2023, tras mi enésima lesión, Toni Martínez, mi preparador físico, me dijo: ‘Ya no puede entrenarte para mejorar, sino para que la caída no sea muy dura’. Buffff, esa realidad me dolió. Hasta entonces, cuando me decían que subiera diez veces una montaña, la subía doce. Y ahora ya no solo no llegaba a las diez ascensiones; debía detenerme en la octava.
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