«Si acaba la cosa mal, quiero que me recordéis como alguien que lo dio todo por ABC». Así era Ayala, un tío peculiar con un sentido del humor extraño. Ese mensaje me llegó hace apenas una semana, por WhatsApp, sabiendo ya que lo suyo era muy grave. Y aun así, se ha ido demasiado pronto. Inesperadamente. Tenía solo 50 años y no hacía ni dos meses que le habían detectado el cáncer…Él nunca quiso ser noticia, ni mucho menos protagonista de nada. Pero hoy lo es. Y estoy seguro de que ni siquiera le agradaría el reconocimiento tan bonito y sincero que está recibiendo de un sinfín de amigos, compañeros y políticos. Porque él era así: discreto, reservado, enemigo de los focos, pero con un compromiso y una entrega por esta profesión que ya muy pocos tienen. Un ‘chico ABC’ hasta el final.Era tal su dedicación al periódico que trabajó hasta el último día: anteayer por la mañana estaba en la redacción, y la noche anterior había hecho la guardia. ABC era su pasión. Las páginas de Castilla y León, su criatura; ese hijo al que había que cuidar, peinar y mimar hasta el último momento.Ayala era un periodista de los de antes: de redacción, de cigarro encendido y cierre apurado, de titular preciso y palabra justa. No soportaba las redes sociales, discutía con la web y renegaba de los nuevos formatos. Se negaba a ir a tertulias, a platós o a cualquier sitio donde todas las miradas se centraran en él. Y no será porque no insistí en que viniera conmigo a algún debate en Castilla y León Televisión. Pero no: él solo se sentía cómodo frente al ordenador, con las páginas abiertas y el reloj corriendo hacia el cierre de la edición.Durante doce años fue mi mano derecha en la Delegación de Valladolid. Cada vez que yo tenía que ausentarme por cualquier compromiso laboral, sabía que el periódico, al día siguiente, iba a salir mejor que si hubiera estado yo. Nadie titulaba como él. Tenía una brillantez única para las ‘comillas’, los dobles sentidos, el guiño sutil, sin perder jamás el rigor, el criterio ni el alma del periodismo.Gruñón, cabezota (vasco, al fin y al cabo), esquivo en lo social, solitario… pero con un corazón enorme, que latía entre Montehermoso (Cáceres) e Irún (Guipúzcoa), sus dos pueblos. Se marcha justo cuando arranca su otra gran pasión, la Seminci. Ya tenía las entradas compradas para esas películas imposibles, de países que casi nadie sabe situar en el mapa. El cine era su refugio, su respiro fuera de la redacción.Hoy después de casi seis años vuelvo a las páginas de mi periódico, de mi casa, en la que trabajé 23 años, siempre a su lado. Juntos aprendimos de qué va esto del periodismo y crecimos también en lo personal. Y se me hace muy extraño escribir este texto sin enseñárselo antes, sin que me mande su versión corregida, sin sus matices, sin su exigencia, sin su mirada. Hoy estoy solo ante este papel y eso me hace sentir inseguro. Así nos dejas a muchos, Ayala, un poco huérfanos. Y a Silvia, tu chica, y a tu madre, muy solas.Allá arriba te encontrarás con otro de los grandes, nuestro maestro Manuel Erice (exdelegado de ABC Castilla y León). Seguro que ya estáis escribiendo grandes titulares y que, desde el cielo, refunfuñáis por las cosas que hacemos aquí abajo en esta profesión sin rumbo.Ayala, dejas un vacío inmenso en el periodismo de nuestra Comunidad, en este mundo que se ha ido quedando sin referentes y en mí un hueco doloroso. ABC Castilla y León seguirá adelante, claro que sí. Pero sin ti, nada volverá a ser igual. «Si acaba la cosa mal, quiero que me recordéis como alguien que lo dio todo por ABC». Así era Ayala, un tío peculiar con un sentido del humor extraño. Ese mensaje me llegó hace apenas una semana, por WhatsApp, sabiendo ya que lo suyo era muy grave. Y aun así, se ha ido demasiado pronto. Inesperadamente. Tenía solo 50 años y no hacía ni dos meses que le habían detectado el cáncer…Él nunca quiso ser noticia, ni mucho menos protagonista de nada. Pero hoy lo es. Y estoy seguro de que ni siquiera le agradaría el reconocimiento tan bonito y sincero que está recibiendo de un sinfín de amigos, compañeros y políticos. Porque él era así: discreto, reservado, enemigo de los focos, pero con un compromiso y una entrega por esta profesión que ya muy pocos tienen. Un ‘chico ABC’ hasta el final.Era tal su dedicación al periódico que trabajó hasta el último día: anteayer por la mañana estaba en la redacción, y la noche anterior había hecho la guardia. ABC era su pasión. Las páginas de Castilla y León, su criatura; ese hijo al que había que cuidar, peinar y mimar hasta el último momento.Ayala era un periodista de los de antes: de redacción, de cigarro encendido y cierre apurado, de titular preciso y palabra justa. No soportaba las redes sociales, discutía con la web y renegaba de los nuevos formatos. Se negaba a ir a tertulias, a platós o a cualquier sitio donde todas las miradas se centraran en él. Y no será porque no insistí en que viniera conmigo a algún debate en Castilla y León Televisión. Pero no: él solo se sentía cómodo frente al ordenador, con las páginas abiertas y el reloj corriendo hacia el cierre de la edición.Durante doce años fue mi mano derecha en la Delegación de Valladolid. Cada vez que yo tenía que ausentarme por cualquier compromiso laboral, sabía que el periódico, al día siguiente, iba a salir mejor que si hubiera estado yo. Nadie titulaba como él. Tenía una brillantez única para las ‘comillas’, los dobles sentidos, el guiño sutil, sin perder jamás el rigor, el criterio ni el alma del periodismo.Gruñón, cabezota (vasco, al fin y al cabo), esquivo en lo social, solitario… pero con un corazón enorme, que latía entre Montehermoso (Cáceres) e Irún (Guipúzcoa), sus dos pueblos. Se marcha justo cuando arranca su otra gran pasión, la Seminci. Ya tenía las entradas compradas para esas películas imposibles, de países que casi nadie sabe situar en el mapa. El cine era su refugio, su respiro fuera de la redacción.Hoy después de casi seis años vuelvo a las páginas de mi periódico, de mi casa, en la que trabajé 23 años, siempre a su lado. Juntos aprendimos de qué va esto del periodismo y crecimos también en lo personal. Y se me hace muy extraño escribir este texto sin enseñárselo antes, sin que me mande su versión corregida, sin sus matices, sin su exigencia, sin su mirada. Hoy estoy solo ante este papel y eso me hace sentir inseguro. Así nos dejas a muchos, Ayala, un poco huérfanos. Y a Silvia, tu chica, y a tu madre, muy solas.Allá arriba te encontrarás con otro de los grandes, nuestro maestro Manuel Erice (exdelegado de ABC Castilla y León). Seguro que ya estáis escribiendo grandes titulares y que, desde el cielo, refunfuñáis por las cosas que hacemos aquí abajo en esta profesión sin rumbo.Ayala, dejas un vacío inmenso en el periodismo de nuestra Comunidad, en este mundo que se ha ido quedando sin referentes y en mí un hueco doloroso. ABC Castilla y León seguirá adelante, claro que sí. Pero sin ti, nada volverá a ser igual.
«Si acaba la cosa mal, quiero que me recordéis como alguien que lo dio todo por ABC». Así era Ayala, un tío peculiar con un sentido del humor extraño. Ese mensaje me llegó hace apenas una semana, por WhatsApp, sabiendo ya que lo suyo … era muy grave. Y aun así, se ha ido demasiado pronto. Inesperadamente. Tenía solo 50 años y no hacía ni dos meses que le habían detectado el cáncer…
Él nunca quiso ser noticia, ni mucho menos protagonista de nada. Pero hoy lo es. Y estoy seguro de que ni siquiera le agradaría el reconocimiento tan bonito y sincero que está recibiendo de un sinfín de amigos, compañeros y políticos. Porque él era así: discreto, reservado, enemigo de los focos, pero con un compromiso y una entrega por esta profesión que ya muy pocos tienen. Un ‘chico ABC’ hasta el final.
Era tal su dedicación al periódico que trabajó hasta el último día: anteayer por la mañana estaba en la redacción, y la noche anterior había hecho la guardia. ABC era su pasión. Las páginas de Castilla y León, su criatura; ese hijo al que había que cuidar, peinar y mimar hasta el último momento.
Ayala era un periodista de los de antes: de redacción, de cigarro encendido y cierre apurado, de titular preciso y palabra justa. No soportaba las redes sociales, discutía con la web y renegaba de los nuevos formatos. Se negaba a ir a tertulias, a platós o a cualquier sitio donde todas las miradas se centraran en él. Y no será porque no insistí en que viniera conmigo a algún debate en Castilla y León Televisión. Pero no: él solo se sentía cómodo frente al ordenador, con las páginas abiertas y el reloj corriendo hacia el cierre de la edición.
Durante doce años fue mi mano derecha en la Delegación de Valladolid. Cada vez que yo tenía que ausentarme por cualquier compromiso laboral, sabía que el periódico, al día siguiente, iba a salir mejor que si hubiera estado yo. Nadie titulaba como él. Tenía una brillantez única para las ‘comillas’, los dobles sentidos, el guiño sutil, sin perder jamás el rigor, el criterio ni el alma del periodismo.
Gruñón, cabezota (vasco, al fin y al cabo), esquivo en lo social, solitario… pero con un corazón enorme, que latía entre Montehermoso (Cáceres) e Irún (Guipúzcoa), sus dos pueblos. Se marcha justo cuando arranca su otra gran pasión, la Seminci. Ya tenía las entradas compradas para esas películas imposibles, de países que casi nadie sabe situar en el mapa. El cine era su refugio, su respiro fuera de la redacción.
Hoy después de casi seis años vuelvo a las páginas de mi periódico, de mi casa, en la que trabajé 23 años, siempre a su lado. Juntos aprendimos de qué va esto del periodismo y crecimos también en lo personal. Y se me hace muy extraño escribir este texto sin enseñárselo antes, sin que me mande su versión corregida, sin sus matices, sin su exigencia, sin su mirada. Hoy estoy solo ante este papel y eso me hace sentir inseguro. Así nos dejas a muchos, Ayala, un poco huérfanos. Y a Silvia, tu chica, y a tu madre, muy solas.
Allá arriba te encontrarás con otro de los grandes, nuestro maestro Manuel Erice (exdelegado de ABC Castilla y León). Seguro que ya estáis escribiendo grandes titulares y que, desde el cielo, refunfuñáis por las cosas que hacemos aquí abajo en esta profesión sin rumbo.
Ayala, dejas un vacío inmenso en el periodismo de nuestra Comunidad, en este mundo que se ha ido quedando sin referentes y en mí un hueco doloroso. ABC Castilla y León seguirá adelante, claro que sí. Pero sin ti, nada volverá a ser igual.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Volver a intentar
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Sigue navegando
Artículo solo para suscriptores
RSS de noticias de espana
