Ni lo acepto ni consigo entenderlo: ¿por qué un futbolista de primer nivel no está en condiciones de mojarse?
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Ni lo acepto ni consigo entenderlo: ¿por qué un futbolista de primer nivel no está en condiciones de mojarse?
¿Por qué no puede entrar el trapo en determinados asuntos?
Aplaudo su honestidad y su compromiso social, el discurso que le distingue de la tribu de futbolistas
Si le preguntamos por Gaza, Donald Trump, la homosexualidad en el fútbol o el procès, lo normal es que el futbolista pase palabra. O no sabe o no contesta. O directamente, interpreta que todo lo que diga puede ser usado en su contra.
(De hecho, ruedan por ahí entrevistas pactadas de antemano; el agente reclama las preguntas y lanza un preaviso: “De esto, mi futbolista no hablará, y de esto, tampoco”).
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Me repito: ni lo acepto ni lo entiendo, por mucho que las palabras de los futbolistas vayan a misa, y por eso me ofende aquello que califico de tópico del radiocasete:
–El vestuario debe estar unido.
–Tres puntos siempre vienen bien, pero hay que seguir trabajando.
–Yo estoy para ayudar al equipo y satisfacer a nuestros aficionados, a los que tanto les debemos.
La mayoría de futbolistas son así. “El fútbol es así”.
Y luego está Borja Iglesias.
Aplaudo su honestidad y su compromiso social, el discurso que le distingue de la tribu de futbolistas
Hace unos días, pasé un buen rato saboreando la entrevista que le había concedido a Juan I. Irigoyen y David Álvarez en El País. Salió publicada el 10 de octubre.
La charla es deliciosa.
Lejos de limitar sus pensamientos al tópico del radiocasete, Borja Iglesias aceptaba abrirse en canal (quizá, para desespero de su representante). Cuando le preguntaban por sus cargas contra el genocidio en Gaza, contestaba: “Intervengo cuando creo que lo tengo que hacer”. Y cuando le recordaban que Unai Simón se niega a hablar de política porque él no está para hablar de eso, contestaba: “(Unai Simón) tendrá su opinión y la guarda para él y está fantástico. Y posiblemente sea hasta mucho más inteligente que lo que yo hago a veces. Pero a mí me sale así. Cuando he tenido alguna opción de hacerlo (hablar de política) y no lo he hecho, me he sentido peor. Siento que no estoy siendo honesto conmigo mismo”.

Octavio Passos / GETTY
Y si le preguntaban por la homofobia en el fútbol, se mojaba: “A día de hoy este es un ambiente un poco hostil para los homosexuales”. Y cuando le preguntaban por el Villarreal–Barça que se jugará en Miami, replicaba: “Me gusta que la Liga se juegue en España”.
Y aceptaba el reto y se metía en todos los jardines posibles, y lo hacía mostrándose sincero y consciente del papel que interpreta: se sabe personaje público. Sabe que, como tal, su discurso va a misa, y miles de criaturas le contemplan y le escuchan y le siguen en las redes sociales, y aquí no pasa nada.
Pues al fin y al cabo, ¿qué puede pasar?
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