Ni Hitchcock, ni Nolan ni Lynch. No hay director que pueda imaginar un partido como el España-Grecia de semifinales de los Mundiales de Singapur, que acabó con la selección masculina en la final después de ganar la tanda de penaltis (11-9). A falta de cuatro segundos, España estaba en la lona. Hundida. Había desperdiciado una ventaja de 6-2 y se había pasado casi 20 minutos sin marcar. Había visto como Grecia se ponía por delante 6-7 y cada ataque era un martirio. Felipe Perrone lanzaba al palo a falta de 32 segundos, y quedaban 28 de posesión para los helenos. Todo perdido.
El equipo español, qie iba ganando 6-3, llegó 6-7 a falta de cuatro segundos y Munarriz forzó los penaltis. En ellos, España convirtió todos y el meta español detuvo dos (11-9)
Ni Hitchcock, ni Nolan ni Lynch. No hay director que pueda imaginar un partido como el España-Grecia de semifinales de los Mundiales de Singapur, que acabó con la selección masculina en la final después de ganar la tanda de penaltis (11-9). A falta de cuatro segundos, España estaba en la lona. Hundida. Había desperdiciado una ventaja de 6-2 y se había pasado casi 20 minutos sin marcar. Había visto como Grecia se ponía por delante 6-7 y cada ataque era un martirio. Felipe Perrone lanzaba al palo a falta de 32 segundos, y quedaban 28 de posesión para los helenos. Todo perdido.
El balón le cayó a Munarriz en la zona central, a unos siete metros de la portería. Quedaban menos de tres segundos. Le hicieron una falta y lo cogió con 1.1 segundos por delante. Grecia apenas defendió. Y lanzó con esa fuerza que lleva dentro, en uno de sus tiros favoritos, saliendo del agua como un tiburón a por su presa. El violento remate tocó la red y sonó la bocina. Fue a los 0.1 segundos cuando se detuvo el cronómetro. Era gol. España forzó los penaltis y Grecia, que lo tenía ya en la mano, se sumió en el desconsuelo.
Perrone, que vive su última competición, no falló el primero. Tampoco Grecia por dos veces, ni Sanahuja. Pero entonces apareció la mano salvadora de Unai Aguirre para detenerle un penalti a Skoumpakis. Marcó Munarriz. Y Larumbe. Y el último lanzamiento del boya griego -especialistas que pocas veces tiran penaltis- lo estampó en la cabeza de Aguirre. Que ni suspiró. España entró en la final en un milagro que todavía pone más en valor su resiliencia y podrá dedicarle un homenaje final a su capitán vestido de oro o plata. El rival saldrá del Hungría-Serbia de esta tarde a las 15.30h.
España se puso 6-2 y tenía el partido en la mano, pero se pasó 20 minutos sin marcar
Porque jugar contra Grecia es como masticar arena. No hay selección más táctica, pegajosa; que juega con el tiempo, que nunca desfallece. Eso le llevó a la final olímpica de los Juegos de Tokio sin ser favorita, aunque en los dos últimos años ha caído de los podios. España sabía que debía ser paciente y superar los momentos de ofuscación, que los iba a haber.
Tras un paradón de Unai Aguirre, los de David Martín se pusieron por delante con un gol en superioridad de Álex Bustos, que recibió un pase en el segundo poste de Marc Larumbe. España cerró la boya y Aguirre estuvo inspirado, con otra parada que fue la antesala del 2-0 de Sanahuja.
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La selección española defendía bien, agotaba las posesiones griegas y les dejaba sin tiros sencillos. Genidounias, de penalti, rompió la racha, pero de nuevo Sanahuja, junto a Álvaro Granados el máximo goleador español, reventó la red con un tiro en superioridad. Solo Genidounias parecía entonado para hacer el 3-2 antes del comienzo del segundo parcial.
El segundo cuarto fue cuesta abajo a España. Con 3-2 a favor, Chalyvopoulos fue expulsado cuatro minutos por agresión a Álvaro Granados. España jugaría todo ese periodo con un jugador más. Y lo aprovechó. El propio jugador del Pro Recco anotó el 4-2 de penalti y el 5-2 en un lanzamiento que desvió un defensor. España aceleraba el ritmo para aprovechar cada segundo, quizás algo precipitada en algún ataque, pero Sanahuja llevó la máxima diferencia al marcador (6-2). Gvioveuts recortó distancias cuando se recuperó la igualada y Agyropoulos, ya en el tercer parcial, devolvió la incertidumbre al marcador.
Y entonces llegó ese mal momento que siempre te depara jugar contra Grecia. Los helenos supieron cómo desactivar a España, fallona en las superioridades (dos de 13), sin encontrar a sus lanzadores ni a los boyas. Y es que estuvieron casi 20 minutos sin anotar. Se quedaron a seis hasta ese milagro que obró Munarriz.
Entre medio, Granados fue expulsado por una falta considerada antideportiva, y cada ataque era una guerra de guerrillas en el agua. Grecia estaba enchufada, se veía ganadora, especialmente con los dos últimos tantos de Pouros que pusieron el 6-7. Unai Aguirre y sus 65% de paradas la mantenía a flote. Pero quedaba vivir uno de aquellos momentos que de vez en cuando brinda el deporte. Que son inenarrables. Y que premió a la España del profeta David Martín.
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