El Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo acogió este jueves el XXXIII Concierto Premios Princesa de Asturias, una cita que marca el inicio de los actos oficiales de la Familia Real en Oviedo. Los Reyes, acompañados por la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía, presidieron el recital titulado ‘Brahms y Dvořák’. Grandes maestros del siglo XIX, organizado por la Fundación Princesa de Asturias en colaboración con la Fundación Cajastur.Pocos minutos antes de las siete de la tarde, la Familia Real ocupó su lugar en el palco principal del auditorio, entre aplausos del público que llenaba la sala. El concierto, ya convertido en tradición, reunió a numerosas autoridades y representantes del mundo cultural y académico, en un ambiente marcado por la expectación y la sobriedad que siempre acompaña a esta cita.Bajo la batuta de Lucas Macías, la Orquesta Oviedo Filarmonía y el Coro de la Fundación Princesa de Asturias interpretaron un programa centrado en dos compositores que tendieron un puente entre el Clasicismo y el Romanticismo: Johannes Brahms y Antonín Dvořák.La velada se abrió con la ‘Obertura trágica en Re menor, Op. 81’ de Brahms, una pieza que el compositor describió como una válvula de escape para su «naturaleza melancólica». Las primeras notas se impusieron con un tono grave y contenido, y Macías parecía dirigir más con la respiración que con los movimientos de la batuta.Del mismo autor, sonó después la ‘Canción del destino, Op. 54’, inspirada en un poema de Hölderlin. En esta obra, el contraste entre la serenidad y la fuerza coral se hizo evidente desde los primeros compases. Las voces del Coro de la Fundación, bajo la dirección de José Esteban García Miranda, dieron cuerpo a esa contraposición entre lo terrenal y lo divino que buscaba Brahms.Noticia Relacionada estandar Si Graciela Iturbide, la fotógrafa que viaja por México y España huyendo del turismo Bruno Pardo PortoEl repertorio continuó con las ‘Danzas eslavas, Op. 46, n.º 7’, de Dvořák , ligeras y rítmicas, antes de llegar al ‘Te Deum, Op. 103’, que cerró el programa. Esta última obra, compuesta en 1892 durante la estancia del músico en Nueva York, fue la más expansiva de la noche. En ella participaron la soprano Juliane Banse y el bajo-barítono Marko Mimica, cuyas intervenciones destacaron por su fuerza y claridad.El coro, acompañado por la orquesta, alcanzó su momento cumbre en el «Alleluja» final. Algunos espectadores se incorporaron al terminar y aplaudieron durante varios minutos.Los Reyes siguieron la interpretación con atención. Don Felipe permaneció pendiente del escenario, mientras Doña Letizia, sentada a su lado, intercambiaba breves comentarios con sus hijas. La Princesa Leonor y la Infanta Sofía escucharon con la misma concentración que el resto del público, sin apartar la vista de los músicos.Cuando el director bajó la batuta, el auditorio estalló en una ovación unánime. Los Reyes se pusieron en pie y saludaron a los intérpretes, gesto que fue respondido desde el escenario con agradecimiento. Concluía así un concierto que subrayó el vínculo entre la Fundación Princesa de Asturias y la vida cultural de Oviedo. El Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo acogió este jueves el XXXIII Concierto Premios Princesa de Asturias, una cita que marca el inicio de los actos oficiales de la Familia Real en Oviedo. Los Reyes, acompañados por la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía, presidieron el recital titulado ‘Brahms y Dvořák’. Grandes maestros del siglo XIX, organizado por la Fundación Princesa de Asturias en colaboración con la Fundación Cajastur.Pocos minutos antes de las siete de la tarde, la Familia Real ocupó su lugar en el palco principal del auditorio, entre aplausos del público que llenaba la sala. El concierto, ya convertido en tradición, reunió a numerosas autoridades y representantes del mundo cultural y académico, en un ambiente marcado por la expectación y la sobriedad que siempre acompaña a esta cita.Bajo la batuta de Lucas Macías, la Orquesta Oviedo Filarmonía y el Coro de la Fundación Princesa de Asturias interpretaron un programa centrado en dos compositores que tendieron un puente entre el Clasicismo y el Romanticismo: Johannes Brahms y Antonín Dvořák.La velada se abrió con la ‘Obertura trágica en Re menor, Op. 81’ de Brahms, una pieza que el compositor describió como una válvula de escape para su «naturaleza melancólica». Las primeras notas se impusieron con un tono grave y contenido, y Macías parecía dirigir más con la respiración que con los movimientos de la batuta.Del mismo autor, sonó después la ‘Canción del destino, Op. 54’, inspirada en un poema de Hölderlin. En esta obra, el contraste entre la serenidad y la fuerza coral se hizo evidente desde los primeros compases. Las voces del Coro de la Fundación, bajo la dirección de José Esteban García Miranda, dieron cuerpo a esa contraposición entre lo terrenal y lo divino que buscaba Brahms.Noticia Relacionada estandar Si Graciela Iturbide, la fotógrafa que viaja por México y España huyendo del turismo Bruno Pardo PortoEl repertorio continuó con las ‘Danzas eslavas, Op. 46, n.º 7’, de Dvořák , ligeras y rítmicas, antes de llegar al ‘Te Deum, Op. 103’, que cerró el programa. Esta última obra, compuesta en 1892 durante la estancia del músico en Nueva York, fue la más expansiva de la noche. En ella participaron la soprano Juliane Banse y el bajo-barítono Marko Mimica, cuyas intervenciones destacaron por su fuerza y claridad.El coro, acompañado por la orquesta, alcanzó su momento cumbre en el «Alleluja» final. Algunos espectadores se incorporaron al terminar y aplaudieron durante varios minutos.Los Reyes siguieron la interpretación con atención. Don Felipe permaneció pendiente del escenario, mientras Doña Letizia, sentada a su lado, intercambiaba breves comentarios con sus hijas. La Princesa Leonor y la Infanta Sofía escucharon con la misma concentración que el resto del público, sin apartar la vista de los músicos.Cuando el director bajó la batuta, el auditorio estalló en una ovación unánime. Los Reyes se pusieron en pie y saludaron a los intérpretes, gesto que fue respondido desde el escenario con agradecimiento. Concluía así un concierto que subrayó el vínculo entre la Fundación Princesa de Asturias y la vida cultural de Oviedo.
El Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo acogió este jueves el XXXIII Concierto Premios Princesa de Asturias, una cita que marca el inicio de los actos oficiales de la Familia Real en Oviedo. Los Reyes, acompañados por la Princesa de Asturias y la Infanta … Sofía, presidieron el recital titulado ‘Brahms y Dvořák’. Grandes maestros del siglo XIX, organizado por la Fundación Princesa de Asturias en colaboración con la Fundación Cajastur.
Pocos minutos antes de las siete de la tarde, la Familia Real ocupó su lugar en el palco principal del auditorio, entre aplausos del público que llenaba la sala. El concierto, ya convertido en tradición, reunió a numerosas autoridades y representantes del mundo cultural y académico, en un ambiente marcado por la expectación y la sobriedad que siempre acompaña a esta cita.
Bajo la batuta de Lucas Macías, la Orquesta Oviedo Filarmonía y el Coro de la Fundación Princesa de Asturias interpretaron un programa centrado en dos compositores que tendieron un puente entre el Clasicismo y el Romanticismo: Johannes Brahms y Antonín Dvořák.
La velada se abrió con la ‘Obertura trágica en Re menor, Op. 81’ de Brahms, una pieza que el compositor describió como una válvula de escape para su «naturaleza melancólica». Las primeras notas se impusieron con un tono grave y contenido, y Macías parecía dirigir más con la respiración que con los movimientos de la batuta.
Del mismo autor, sonó después la ‘Canción del destino, Op. 54’, inspirada en un poema de Hölderlin. En esta obra, el contraste entre la serenidad y la fuerza coral se hizo evidente desde los primeros compases. Las voces del Coro de la Fundación, bajo la dirección de José Esteban García Miranda, dieron cuerpo a esa contraposición entre lo terrenal y lo divino que buscaba Brahms.
El repertorio continuó con las ‘Danzas eslavas, Op. 46, n.º 7’, de Dvořák, ligeras y rítmicas, antes de llegar al ‘Te Deum, Op. 103’, que cerró el programa. Esta última obra, compuesta en 1892 durante la estancia del músico en Nueva York, fue la más expansiva de la noche. En ella participaron la soprano Juliane Banse y el bajo-barítono Marko Mimica, cuyas intervenciones destacaron por su fuerza y claridad.
El coro, acompañado por la orquesta, alcanzó su momento cumbre en el «Alleluja» final. Algunos espectadores se incorporaron al terminar y aplaudieron durante varios minutos.
Los Reyes siguieron la interpretación con atención. Don Felipe permaneció pendiente del escenario, mientras Doña Letizia, sentada a su lado, intercambiaba breves comentarios con sus hijas. La Princesa Leonor y la Infanta Sofía escucharon con la misma concentración que el resto del público, sin apartar la vista de los músicos.
A su llegada al auditorio, los cuatro fueron recibidos con aplausos y vivas a las puertas del auditorio. Unas ovaciones que volverán a repetirse cuando salgan del auditorio, una vez terminado el concierto.
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