La evidencia se impone: las asambleas de compromisarios son una realidad cada vez más virtual y telemática. El cordón umbilical con el club se ha devaluado a través de una mezquindad digital que, en la medida en la que se enorgullece de practicar la transparencia, agrava la opacidad y las sombras de la confidencialidad. El quorum y la participación, grotescos, son la extensión de los abonos que ni siquiera llenan Montjuïc o las entradas que, cuando se ponen a la venta, despiertan una expectación incomparable a la de cuando todo no estaba diseñado para atraer turistas. El presidente Joan Laporta lo ha definido en su complaciente intervención inicial: “Hoy el club es económicamente más sostenible y más universal que hace cuatro años y medio”, cuando tomó posesión de su cargo.
La evidencia se impone: las asambleas de compromisarios son una realidad cada vez más virtual y telemática. El cordón umbilical con el club se ha devaluado a través de una mezquindad digital que, en la medida en la que se enorgullece de practicar la transparencia, agrava la opacidad y las sombras de la confidencialidad. El quorum y la participación, grotescos, son la extensión de los abonos que ni siquiera llenan Montjuïc o las entradas que, cuando se ponen a la venta, despiertan una expectación incomparable a la de cuando todo no estaba diseñado para atraer turistas. El presidente Joan Laporta lo ha definido en su complaciente intervención inicial: “Hoy el club es económicamente más sostenible y más universal que hace cuatro años y medio”, cuando tomó posesión de su cargo.Seguir leyendo…
La evidencia se impone: las asambleas de compromisarios son una realidad cada vez más virtual y telemática. El cordón umbilical con el club se ha devaluado a través de una mezquindad digital que, en la medida en la que se enorgullece de practicar la transparencia, agrava la opacidad y las sombras de la confidencialidad. El quorum y la participación, grotescos, son la extensión de los abonos que ni siquiera llenan Montjuïc o las entradas que, cuando se ponen a la venta, despiertan una expectación incomparable a la de cuando todo no estaba diseñado para atraer turistas. El presidente Joan Laporta lo ha definido en su complaciente intervención inicial: “Hoy el club es económicamente más sostenible y más universal que hace cuatro años y medio”, cuando tomó posesión de su cargo.
Los mejores años de nuestra vida han pasado a la historia, tanto para él como para nosotros, que le hemos acompañado a lo largo de unas asambleas cada vez más acríticas, transformadas en simulacros de autoestima cacofónica. Astuto en un mundo de truhanes, Laporta conoce nuestras debilidades y nos tira el cebo de los “mestretites” y los “setciències” sabiendo que lo morderemos con el furor de los adictos al clickbait .
La denominación de ‘setciències’ era más un sinónimo de sabiduría que un insulto
Los “mestretites” son el equivalente a los que “no aman el Barcelona” de Núñez, una variante del victimismo endogámico que define el barcelonismo. Los “setciències”, en cambio, no deberían ofenderse. Cuentan que en la edad media se consideraba que los hombres liberados podían practicar siete ciencias o artes liberales: la gramática, la dialéctica, la retórica, la aritmética, la geometría, la música y la astronomía, y esta denominación era más un elogio y un sinónimo de máxima sabiduría que un insulto.
La gramática, la dialéctica y la retórica de la asamblea son un prodigio de medias verdades y de invitaciones al acto de fe como método. La aritmética, la geometría y la música siguen una partitura abstrusa. Incluso alguien tan elocuente y didáctico como el tesorero Ferran Olivé tuvo que avisar de que “hay cosas difíciles de entender”. Y cuando intentó explicarlas, tuvo que alternar momentos de lucidez médica con digresiones cantinflescas.

FC BARCELONA
Patrimonio negativo o patrocinios retráctiles, porcentajes de participación en franquicias de restaurantes y, al final, pérdidas intangibles que, por lo visto, debemos celebrar como el síntoma de un esplendor inminente. Si durante años sufrimos messidependencia en el césped, esta junta sufre una olivédependencia que el directivo salvó más por extenuación que por convicción (hubo puntos del orden del día que se aprobaron sin preguntas, como si se hubieran cauterizado las pocas neuronas discrepantes que nos quedan). Sabemos, eso sí, que la aventura del nuevo Camp Nou proyecta dudas que son sobornadas por la ilusión que nos hace volver a casa. Una aventura que confirma que para seguir adelante, el club no puede someterse al purismo puñetero del mestretitetisme y debe abrazar la causa, tan audaz como temeraria, del laportismo, ese liderazgo que, como admitió en el programa Bestial! (TV3), se siente cómodo en el caos. Oscar Wilde, que podría haber formado parte de esta directiva, decía que sin orden, nada podía existir. Y añadió: “Sin caos, nada puede evolucionar”.
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