Xi Jinping inauguró este lunes el plenario anual del Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh). Se trata de una de las grandes citas políticas del año y en ella el secretario general ha presentado un informe a puerta cerrada. A lo largo de cuatro días, los 205 miembros titulares (con derecho a voto) y los 171 no titulares esbozarán el Plan Quinquenal 2026-2030. Sus líneas maestras y prioridades condicionarán el futuro mucho más allá de sus fronteras.
Hoy abre el plenario anual del Comité Central, en el que se sentaban 8 de los 9 generales expulsados
Xi Jinping inauguró este lunes el plenario anual del Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh). Se trata de una de las grandes citas políticas del año y en ella el secretario general ha presentado un informe a puerta cerrada. A lo largo de cuatro días, los 205 titulares (con derecho a voto) y los 171 no titulares esbozarán el Plan Quinquenal 2026-2030. Sus líneas maestras y prioridades condicionarán el futuro mucho más allá de sus fronteras.
En sus filas, sin embargo, hay tantas bajas, que el foco de interés de esta sesión plenaria (la cuarta del XX Comité Central) está sobre todo en cómo serán cubiertas. El viernes pasado se hizo pública la destitución de nueve generales, expulsados del PCCh por presunta corrupción. Nada menos que ocho de ellos eran miembros del Comité Central.
Desde los tiempos de Mao Zedong no había habido una purga del Ejército Popular de Liberación (EPL) de tan alto rango. Ha sido degradado el número tres de las Fuerzas Armadas, general He Weidong, a la postre miembro del todavía más restringido Politburó. De modo no menos significativo, He era vicepresidente del Comité Militar Central (CMC). Con su purga y la de otros dos miembros hace tres días, el órgano rector de las Fuerzas Armadas suma cuatro vacantes, entre sus ocho miembros, con Xi como número uno.
La campaña de Xi contra la corrupción, por tanto, no disminuye sino que arrecia, como respuesta a un clima internacional enrarecido y a una moderación de las expectativas domésticas de crecimiento. El año pasado, la sesión plenaria registró la expulsión del ministro de Defensa, Li Shangfu (la otra vacante en el CMC) y de otro general, responsable del programa de misiles, por presunta corrupción, junto al exministro de Exteriores, Qin Gang.

El general He Weidong, número dos del ejército chino (tres contando a Xi) fue destituido el viernes y expulsado del partido
cedida
Esta vez, en la lista de relumbrón de defenestrados se encuentra también el almirante Miao Hua, que había sido responsable del adoctrinamiento político en la Armada. Una de los rasgos distintivos de la presidencia de Xi es un reforzamiento del vínculo entre el Partido Comunista de China y el Ejército Popular de Liberación, al fin y al cabo, su brazo armado.
Los otros generales purgados son Zhang Xiaogang, excomandante de la Fuerza Aérea; Lu Yuchao, Zhang Lin, Wang Chunning, Gao Daguang, Wang Zhibin. La caída en desgracia de todos ellos tendría que ver con “violaciones graves de la disciplina de partido” o “en el desempeño de sus funciones”. O dicho de otro modo, por corrupción desmesurada.
Se trata de la purga de mayor rango en el ejército desde los tiempos de Mao
La limpieza en la cúpula del ejército demuestra el control del poder por parte de Xi Jinping y su círculo más íntimo. Este presentó su informe de trabajo en nombre del Buró Político del Comité Central”. Nada ha trascendido sobre su contenido aunque la tradición es que el último día se den pistas, en una declaración final.
La remodelación precede al posible encuentro entre el presidente Xi Jinping y su homologo estadounidense, Donald Trump, a finales de mes en la cumbre de Asia-Pacífico (APEC) en Corea del Sur. No será un encuentro fácil, pese a la tregua relativa en cuanto a aranceles. Desde ambos lados, siguen abriéndose nuevos frentes. La semana pasada, bajo presión de Washington y con argumentos de “seguridad nacional”, los Países Bajos tomaron el control de la firma puntera de semiconductores Nexperia, propiedad de la china WingTech. La filial de Nexperia en China, por cierto, acaba de hacer un llamamiento a sus trabajadores para que hagan caso omiso de las nuevas órdenes que puedan llegar de Holanda, puesto que su salario “depende enteramente de China”.
Mientras tanto, en Pekín, el Ministerio de Seguridad del Estado acusó ayer a la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) de EE.UU. de intentar hackear el Centro Nacional de Servicio de Tiempo, que establece la hora oficial en redes telemáticas oficiales o sistemas de satélites. Según fuentes chinas, la infiltración se produjo a través de una “puerta trasera” en el sistema de mensajería de una “marca extranjera” de teléfonos móviles, que no cita. Seguramente, porque decenas de miles de empleos chinos dependen de ella.
Hay una lucha contrarreloj en el mundo digital, de Nexperia a TikTok, que Pekín no pierde de vista. Pero nada de eso le hará renunciar a la planificación a largo plazo, que tan buenos resultados le ha dado. A diferencia de la India de Narendra Modi, la China mantiene los planes quinquenales, un instrumento -o un dinosaurio- de origen soviético, como homenaje al mundo analógico.
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