Es noche cerrada en las montañas Akakus, en el sudoeste de Libia, y la luz de una hoguera hace bailar las sombras cuando, en el cielo, algo se mueve de forma inusual. Una hilera de luces blancas avanza en línea recta entre las estrellas. El conductor Rafaa Elawani resuelve el misterio: “¡Son satélites de Starlink! Por eso que aquí estamos conectados”, dice. Y es así. A diez metros del fuego, descansa un todoterreno con una pequeña placa y una antena en el techo que emite conexión de internet de alta velocidad a pesar de estar cerca de la frontera de Argelia, a cientos de kilómetros de una zona urbana. La escena es cada vez más habitual. En el sur libio, muchos batallones de tuaregs y tubus, leales al mariscal Haftar, tienen el servicio Starlink, de la empresa SpaceX del sudafricano Elon Musk, instalado en sus vehículos. Pero el sistema no solo entusiasma a los militares. Starlink, que permite a los usuarios conectarse a la red por satélite, eliminando la necesidad de infraestructura local de telecomunicaciones, hace furor en zonas del Sahel o del Sáhara, donde hasta hace poco era imposible encontrar señal de teléfono o internet. Y donde operan grupos yihadistas…
Grupos radicales del Sahel abrazan el sistema de comunicación Starlink para coordinar sus operaciones en zonas remotas
Es noche cerrada en las montañas Akakus, en el sudoeste de Libia, y la luz de una hoguera hace bailar las sombras cuando, en el cielo, algo se mueve de forma inusual. Una hilera de luces blancas avanza en línea recta entre las estrellas. El conductor Rafaa Elawani resuelve el misterio: “¡Son satélites de Starlink! Por eso que aquí estamos conectados”, dice. Y es así. A diez metros del fuego, descansa un todoterreno con una pequeña placa y una antena en el techo que emite conexión de internet de alta velocidad a pesar de estar cerca de la frontera de Argelia, a cientos de kilómetros de una zona urbana. La escena es cada vez más habitual. En el sur libio, muchos batallones de tuaregs y tubus, leales al mariscal Haftar, tienen el servicio Starlink, de la empresa SpaceX del sudafricano Elon Musk, instalado en sus vehículos. Pero el sistema no solo entusiasma a los militares. Starlink, que permite a los usuarios conectarse a la red por satélite, eliminando la necesidad de infraestructura local de telecomunicaciones, hace furor en zonas del Sahel o del Sáhara, donde hasta hace poco era imposible encontrar señal de teléfono o internet. Y donde operan grupos yihadistas…
Así, la buena nueva para las zonas desconectadas de África, donde solo el 38% de la población tiene acceso a internet, lejos del 91% europeo, tiene un reverso tenebroso: un informe de la organización independiente, con sede en Suiza, Iniciativa Global Contra el Crimen Organizado Transnacional, alerta que Starlink está siendo explotado por bandas yihadistas y redes criminales. “Grupos extremistas violentos en el Sahel, como Jama’at Nasr al-Islam wal Muslimin (JNIM) y la Provincia de África Occidental del Estado Islámico (Iswap), están explotando Starlink para mejorar sus capacidades operativas. Los actores criminales no solo trafican con dispositivos Starlink, sino que también los utilizan para evadir la ley y sustentar economías ilícitas”.
La alta demanda de los extremistas del Sahel ha generado una red de contrabando de dispositivos Starlink
Aunque hay otros sistemas de conexión por satélite presentes en África como el Kuiper de Amazon, el Viasat o el Hughes.net, la propuesta de Musk es la más popular, con licencia para operar en una veintena de los 54 países africanos, y una decena más en negociaciones.

Xavier Aldekoa
Gracias a esa expansión, las bandas extremistas presentes en zonas desérticas con una enorme capacidad mortífera –el 51% de las muertes mundiales por terrorismo en el 2024 ocurrieron en el Sahel– han podido mejorar rápidamente unos sistemas de comunicación arcaicos, basados incluso con correos humanos o mapas de papel, que provocaban una respuesta lenta a las dinámicas de batalla de los gobiernos o dificultaba su comunicación con sus líderes en el extranjero.
Para el antropólogo y experto en yihadismo Abdoulaye Sounaye que los grupos fundamentalistas hayan accedido a una comunicación por satélite extendida “es un punto de inflexión porque les ayuda a escapar del control de los gobiernos y les permite coordinar más fácilmente sus acciones terroristas. Esto cambia las cosas y será un desafío importante y nuevo para los gobiernos de la región”.
Por razones de seguridad, los países más afectados por la violencia yihadista como Chad, Níger, Mali o Nigeria han introducido restricciones para el acceso a las redes por satélite o incluso prohibiciones en algunas zonas, pero la portabilidad de los sistemas Starlink (apenas una antena parabólica, una fuente de alimentación, cables, una base y un router) ha posibilitado la aparición de una red ilícita de contrabando en la región. Con Nigeria, Mauritania, Argelia o Libia como origen, los traficantes introducen las piezas de Starlink por las porosas fronteras sahelianas, donde se aprovechan también de la corrupción policial y de la dificultad para controlar una zona extensa.
Según la citada Iniciativa Global, los traficantes cobran entre 400 y 600 euros por kit, una cantidad que incluye la mordida a las fuerzas de seguridad, que hacen la vista gorda por entre 30 y 45 euros. Las redes de tráfico de estos sistemas sacan también un buen pellizco de las tasas de suscripción, que utilizan con nombres pantalla, y les reportan entre 75 y 120 euros mensuales, pagados en metálico y mediante intermediarios.
En un artículo en la plataforma Musk Watch , el doctor Obasesam Okoi, especialista en yihadismo y tecnología, cree que para disminuir el mal uso de las redes de satélite, SpaceX y otros proveedores deber llegar a acuerdos con los gobiernos locales para elaborar un marco regulatorio que permita conocer quién y dónde se conecta, restringir su uso en zonas de riesgo e incluso pactar para que beneficios de la empresa se reinviertan en las comunidades locales. “El problema aquí –matiza Okoi– no es solo tecnológico. Tiene que ver con el olvido político, con lentitud legal… mientras tanto vemos a los extremistas explotando ese vacío y a los civiles pagando el precio”.
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